Los nacionales en la Ciudad Universitaria, por Pilar Pérez García

 
Pilar Pérez García 
Historiadora 
 
 
 
   A comienzos de noviembre de 1936, la línea del frente se encontraba a las puertas de Madrid. El gobierno de la república en pleno empezó a preparar su huida de la capital de España a Valencia, pues daba por hecho que, aunque la ciudad resistiría, finalmente acabaría sucumbiendo. El 6 de noviembre se produjo la salida del gobierno hacia Valencia, donde se estableció la capital de la república. Se creó un organismo para que se hiciera cargo del vacío legal dejado por el huido gobierno a Valencia, que se denominó Junta de Defensa de Madrid, bajo la presidencia del general  José Miaja Menant que, junto a Vicente Rojo Lluch, Jefe del Estado Mayor del ejército republicano, se encargó de organizar la defensa de Madrid, aunque hay que reconocer que ésta fue obra, en realidad, de Vicente Rojo, del que hay que decir que, a pesar de estar en el bando republicano, él mismo se definió siempre como católico, apostólico y romano. Ya durante el asedio del Alcázar de Toledo, en su entrevista con José Moscardó, le afirmó que si no fuera porque los rojos podrían utilizar a su familia como rehenes, se hubiera quedado con los defensores.       
 
   El 8 de noviembre el General José Enrique Varela Iglesias ordenó el asalto contra Madrid, comenzando el avance desde la Casa de Campo hacia el río Manzanares. La resistencia de las Brigadas Internacionales al mando de comandantes como Enrique Líster Forján y Luis Barceló Jover retrasó el avance de los Nacionales, de manera que los combates en la Casa de Campo continuaban aún los días 9 y 10. El día 9 llegó a Madrid la XI Brigada Internacional al mando de Manfred Zalmanovich Stern que utilizaba, entre otros muchos, el nombre de Lazar Stern, y era conocido como Emilio Kléber o General Kléber y realizan un desfile por la Gran Vía entre gritos de ¡Viva Rusia! ¡Muera España!, muy típicos en aquellos años en zona roja, aunque hoy se quiera obviar el asunto por muchos tergiversadores de la verdadera Historia. La citada XI Brigada Internacional instaló su cuartel general en la Facultad de Filosofía y Letras.       
 
   Los rojos comienzan a lanzar la consigna de No pasarán, que se hizo célebre, y todavía repiten los pseudomarxistas de vez en cuando. La verdad es que la consiga no prendió en la mayoría de los madrileños que, cada vez más, deseaban la victoria de los Nacionales y, de este modo, el final de sus penurias y miserias. Y esto fue así, a pesar de toda la propaganda frentepopulista y de todas las mentiras que se han contado y se siguen contando en nuestros días por la maquinaria subvencionada de la propaganda y la mentira institucionalizada.       
 
   El 15 de noviembre las fuerzas rojas de la defensa de Madrid, que rodean buena parte de la Casa de Campo, no pueden cumplir la orden de reconquistarla porque, lo mismo que el día 13, las fuerzas del General Varela se adelantan con un ataque durísimo. La columna Durruti, mandada por el anarquista Buenaventura Durruti Domange con unos 4.000 hombres, era la fuerza designada para la defensa. El General Emilio Mola Vidal da la orden para ese día 15 de penetrar hasta la Ciudad Universitaria.       
 
   Varela incorpora la Columna Barrón, del Teniente Coronel Fernando Barrón Ortiz, considerado la flecha más rápida del Ejército Nacional, a las fuerzas dirigidas por el  Coronel Juan Yagüe Blanco, junto a las columnas del Teniente Coronel Carlos Asensio Cabanillas y del Teniente Coronel Francisco Delgado Serrano. Los Legionarios y Regulares que forman La Mano Negra, sobrenombre de la 13ª División, constituyen las fuerzas de choque más capacitadas y luchadoras. Asensio Cabanillas comentó el 14 por la noche: “Mañana con carros o sin carros pasaré el río”. A las 2 de la mañana del día 15 el Coronel Yagüe cae inconsciente al suelo por un acceso de hipertensión y ha de ser relevado por el Coronel Francisco García-Escámez Iniesta, que mandaba una Columna compuesta por unos mil hombres, en su mayoría falangistas y requetés.  Carlos Asensio Cabanillas queda al frente de las dos columnas de choque, la suya y la de Francisco Delgado Serrano. El General Varela se adelanta de nuevo a Miaja en el ataque madrugador del 15 de noviembre.       
 
   Varela ordena practicar boquetes en la brecha de la Casa de Campo y cruzar el Manzanares por los 500 metros de orilla dominada por sus fuerzas, entre el Puente Nuevo y el Hipódromo. Los rojos vuelan el Puente Nuevo y pasan a la defensiva. Sobre las 4 de la tarde, los carros de combate de Asensio y Delgado Serrano cruzan por las brechas y remontan por la orilla izquierda en pendiente. Le siguen los Regulares de dos Tabores de Alhucemas, que llegan hasta el Estadio y la Escuela de Arquitectura ocupándolos.       
 
   Esa noche se tiende la famosa “pasarela de la muerte”, a 400 metros aguas arriba del Puente Nuevo. Solo 500 hombres han pasado el río pero la noticia produce un impacto enorme en el mando rojo y ya, desde Valencia, Largo Caballero empieza a quitar importancia a la posible pérdida de Madrid. A primera hora de la mañana, los Regulares ocupan la casa de Velázquez, en lucha contra las Brigadas Internacionales, y la Escuela de Agrónomos, contra la columna Durruti.       
 
   Para la defensa de Madrid llegan nuevos e importantes refuerzos para los rojos: 10 batallones más la XII Brigada Internacional. El 17 de noviembre las fuerzas directas de la defensa de Madrid ascienden ya a 40.000 hombres con 197 ametralladoras y 80 cañones. La Columna Nacional de Asensio Cabanillas, VI Bandera del Tercio, I y II Tabores de Tetuán, ocupan el Asilo de Santa Cristina y parte del Hospital Clínico, donde sus hombres combaten contra el enemigo piso a piso. La Columna Barrón, I Bandera, I y II Tabores de Melilla, llega a la cuña pero no pueden actuar aún. La Columna de Delgado Serrano, IV Bandera, II y IV Tabores de Alhucemas, ocupan la Fundación del Amo, la Residencia de Estudiantes y el Instituto de Higiene. La lucha es tremenda.       
 
   5.000 soldados Nacionales se enfrentaban a muerte con unos 12.000 soldados del ejército popular que rodeaban la cuña de la Ciudad Universitaria. Las columnas catalanas Durruti y Llibertat ceden mucho terreno y no responden a su fama. Murió por los rojos el Comandante Eutiquiano Arellano Fontán, Jefe de la IV Brigada Mixta; y por los Nacionales fue herido el Teniente Coronel Francisco Delgado Serrano, que fue sustituido por el Comandante Joaquín Ríos Capapé.       
 
   El 18 de noviembre, Buenaventura Durruti queda abochornado cuando se habla de desarmar a su famosa y fracasada columna. Promete desquitarse en el contraataque del día 19. La XII Brigada Internacional, deshecha y desmoralizada, se acantona en Chamartín. Durruti acude al Ministerio la mañana del día 19, donde se le recibe con ironía. Entonces, marcha en un automóvil a las inmediaciones del Hospital Clínico y, mientras sus milicianos vuelven a fracasar, él cae herido misteriosamente al bajarse del coche. Todo parece indicar que fue asesinado desde sus propias filas. Su sucesor, Ricardo Sanz, cree que fue por una bala enemiga del Clínico pero de la investigación realizada por Joan Llarch Roig se deduce que fue asesinado por sus propios compañeros o por otros milicianos rojos a quienes recriminaba su cobarde comportamiento.       
 
 
   Durruti fue llevado al Hospital de sangre que los frentepopulistas habían situado en el Hotel Ritz, muriendo al día siguiente, día 20, y su columna fue desarmada y retirada de combate. El mismo día 20 tras un vergonzoso proceso caía fusilado en la cárcel de Alicante José Antonio Primo de Rivera.       
 
 
   Fuerzas del V Regimiento comunista presionaron inútilmente sobre las posiciones Nacionales del Clínico, desde las que la columna Escámez intentó un último y desesperado ataque para conquistar la cárcel Modelo y la Moncloa. No se pudo avanzar más. Fracasó también Miaja en su intento de tomar el Cerro Garabitas el día 21. La última penetración Nacional la consigue la Columna Barrón en el Parque del Oeste el día 22, donde se apodera del Monumento a los Héroes de Cuba. Es el final. El precio que cada contendiente debe pagar por avanzar un solo metro es desmesurado y las líneas quedan así hasta el final de la guerra. La Ciudad universitaria y la Casa de Campo se llenan de fortificaciones.       
 
   A las cinco de la tarde del 23 de noviembre, en el Cuartel de Ferrocarriles de Leganés, el Caudillo Francisco Franco preside una reunión de guerra con los Generales  Emilio Mola, Andrés Saliquet Zumeta y José Enrique Varela, en el que se decide cesar la presión sobre Madrid. Según algunos autores, los efectivos finales de la defensa de Madrid rebasaban ampliamente los 60.000 hombres, con unos 70 batallones de Infantería, apoyados por 13 carros, más la agrupación blindada Krivoshein, mandada por el coronel soviético que le daba nombre Semion Moiseevich Krivoshein. Las piezas de artillería roja que disparaban desde Madrid eran doscientas. La batalla había producido 3.000 bajas en el Ejército Nacional y 8.107 entre las fuerzas rojas de la defensa, de ellos 366 muertos. Se destruyeron 462 casas con 267 muertos y 1.158 heridos. Los datos del General Ramón Salas Larrazábal demuestran fehacientemente que el pueblo de Madrid vivió ajeno a los combates, pese a las mentiras de la propaganda roja. Apostilla Ramón Salas Larrazábal: “No aparecía por ningún lado el levantamiento popular de Madrid, sino más bien los datos reflejan la tremenda inhibición de su población.”      
 
 
Bibliografía:    
-Llarch Roig, Joan, La muerte de Durruti, Aura, Barcelona, 1973.  
-Martínez Bande, José Manuel, La marcha sobre Madrid, Librería Editorial San Martín, Madrid, 1982.  
-Rojo Lluch, Vicente, Así fue la defensa de Madrid, Ediciones Era, México, 1967; y Asociación de Libreros de Lance, Madrid, 2006.  
-Salas Larrazábal, Ramón, Historia del Ejército Popular de la República, Editora Nacional, Madrid, 1973; y La Esfera de los Libros, Madrid, 2006.   
-Salas Larrazábal, Ramón, Los Datos Exactos de la Guerra Civil, Fundación Luis Vives, Madrid, 1980.
 
 

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