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José García Díaz
Coronel Médico, retirado
Antecedentes.
En junio del año 1968, soy destinado como Capitán Médico, al Rgto. de la Guardia de S.E. el Jefe de Estado y Generalísimo D. FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE.
Durante los siete años siguientes, realicé las funciones médico-sanitarias propias de mi destino, incluidos los desplazamientos con motivos de los viajes de S.E.
En mis conversaciones habituales con su médico personal el Dr. Vicente Gil, gran amigo mío hasta su muerte, me comentó en diversas ocasiones, las escasas dolencias y patologías que padecía Franco. Eran de conocimiento generalizado la enfermedad de Parkinson y la tromboflebitis que sufrió en el año 1974.
Por causa de la tromboflebitis, fue hospitalizado para diagnóstico y tratamiento, prescribiéndole anticoagulantes.
A partir de los comienzos del año 1975, la salud de Francisco Franco comienza a decaer de forma progresiva, padeciendo frecuentes afecciones respiratorias y la reactivación de focos sépticos latentes, sobre todo dentarios, que afloran y son tratados por su estomatólogo personal, el Dr. Iveas.
El deterioro cada día es más patente, la avanzada edad del paciente hace que, algunos síntomas larvados, se presenten tanto la tromboflebitis, como trastornos digestivos, respiratorios…
Todo ello unido a la frenética actividad de trabajo y gobierno, hace que el Generalísimo sufra un infarto de miocardio. A pesar de ello continua con su programa de trabajo, audiencias, presidencia de Consejo de Ministros, etc.
Días después el Electrocardiograma empeora. Francisco Franco es consciente de la proximidad de su final. Se cree que en esos días redactó su testamento político
Increíblemente continúa con la actividad diaria y su patología se incrementa con nuevos episodios de dolor precordial, sudoración, meteorismo, etc.
Sufre un nuevo infarto de miocardio. Se presentan hemorragias gástricas y se acentúan los trastornos del ritmo cardiaco.
Dado el signo de empeoramiento de las dolencias, es llamado a consulta el Dr. Hidalgo Huerta, eminente cirujano.
Tras el reconocimiento del enfermo y consultar con su médico personal, el Cirujano y los Internistas, dan su opinión diagnóstica, es muy pesimista y así se lo comunica a la familia.
Las hemorragias digestivas continúan, posiblemente acentuadas por el permanente uso de anticoagulantes desde la tromboflebitis, ya mencionada.
Ante la situación de extrema urgencia por la incontrolable hemorragia, el Dr. Hidalgo decide, con el acuerdo del equipo médico que atiende a Franco y el consentimiento de la familia, intervenir quirúrgicamente a la mayor brevedad posible.
El día 5 de noviembre de 1975, hacia las 4.30 p.m.me comunican desde el Botiquín del Rgto. que el Dr. Hidalgo desea hablar conmigo.
Puesto al habla con él, explica que debe intervenir urgentemente al Caudillo, por lo cual me pide el uso del quirófano existente en las dependencias sanitarias del acuartelamiento.
Sorprendido por esta petición, le digo que el llamado quirófano, es una sala grande, con una mesa de quirófano, lámpara apropiada, vitrinas con material quirúrgico, así como una lámpara de cuarzo que años atrás se utilizaba para tratamiento con rayos UVA del raquitismo en los niños. También, había unas tumbonas, y diversos utensilios de poco uso. Todo ello me hacía considerar que no era el sitio más apropiado para operar al Jefe del Estado.
El Dr. Hidalgo piensa que posiblemente, en el referido quirófano, no existirían los gérmenes nocivos oportunistas propios de los Centros Hospitalarios.
Me sugiere que vaciemos, de enseres no necesarios, la sala y él la dotará inmediatamente del equipo quirúrgico que se precisa para una intervención de urgencia.
Inmediatamente se inició el proceso de acondicionamiento incluido el cambio de voltaje eléctrico de 125 a 220 (en previsión existía un grupo electrónico que no se llegó a utilizar).
No es cierto que el barrio de El Pardo quedase sin luz, como después se divulgó falsamente.
Cuando se terminó de instalar todo el equipo quirúrgico, envié a Palacio una ambulancia debidamente acondicionada, en ella iban dos sanitarios para la evacuación de Franco, al ya preparado quirófano del Botiquín.
Quiero desmentir algunas noticias, que tiempo después se dijo.
No es cierto que la camilla de la ambulancia llevara sábanas sucias.
Había en esa época una Comunidad de Hermanas de la Caridad, al cuidado de la enfermería existente en el Botiquín que, con su característico celo, equiparon la ambulancia perfectamente.
Asímismo tengo que desmontar otra falsedad. No se envolvió al Caudillo en una alfombra, ya que los pasillos y escaleras de Palacio tenían la suficiente anchura para que los sanitarios, en función de camilleros, pudieran hacer la evacuación sin ninguna dificultad.
Fue impresionante la llegada del paciente al quirófano, con intensas hemorragias buco-anales.
Le monitorizaron, y a pesar de la ininterrumpida transfusión de sangre, las constantes cayeron hasta no detectarse prácticamente actividad vital alguna.
En un corto compás de espera, el monitor comenzó a emitir débiles señales de un aumento de actividad. La Tensión Arterial y el pulso se recuperaron a límites normales.
El Dr. Hidalgo consultó al Dr. Martínez Bordiú, yerno de Franco, que en ese momento entraba en el quirófano.” Cristóbal, ¿qué hacemos?”
Este contestó “está en tus manos, haz lo que creas conveniente”.
El Cirujano practicó una incisión profunda en región epigástrica, abriendo el estómago. Al vaciarlo del contenido sanguíneo, se visualizan tres ulceras yustapiloricas sangrantes.
Dada la situación y edad del paciente no se realiza ningún tipo resección gástrica. Se suturan las mencionadas ulceras, cerrando por planos la incisión quirúrgica. Las constantes vitales permanecen en límites normales.
La intervención ha finalizado con éxito. El operado es traslado a su residencia en Palacio.
Doy fe de que lo que he escrito es cierto ya que fui testigo presencial.