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La situación de España anterior a nuestra guerra de Liberación era de un estancamiento en su progreso y de un atraso muy grande en sus producciones agrícolas y más acentuadamente en el terreno de la industria, situación que producía grandes desigualdades sociales y un bajísimo nivel de vida.
La inestabilidad de la política de entonces, la duración media de sus Gobiernos, que no rebasaba los cuatro meses, la lucha y atomización de los partidos y la falta de planes y programas, producían una atonía económica realmente grave. Si a esto une usted la guerra interior, el despojo del oro y de los valores de propiedad de la nación y de los españoles que los políticos rojos se llevaron, comprenderá usted mejor la base de que partimos.
En estos años hemos trabajado extraordinariamente y la producción ha aumentado en forma considerable, como lo demuestran estos sencillos datos: la electricidad se ha multiplicado por 5; el carbón producido por 2; el cemento, por 3; el acero por 2; y se han creado innumerables industrias nuevas de abonos químicos, de tractores, de camiones, de coches, motocicletas y otros cientos de productos que encuentran en el interior de nuestra nación un espléndido mercado. Un sólo dato le indicará la elevación del nivel de vida de las clases populares: hoy se producen y venden en el interior de la nación 130.000 motocicletas al año.
Esta expansión industrial forzosamente tiene que crearnos pequeñas crisis de crecimiento, que requieren medida de ajuste, pero que no alteran la marcha progresiva de la nación. El futuro se presenta óptimo y nuestra situación no admite comparación con las de los años que la precedieron.
(4-VI-1959: Declaraciones al «Excelsior», de Méjico.)