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Pero si el Movimiento es una síntesis de distintos aspectos, hay que entenderlo como tal, sin negar ni olvidar ninguno de ellos. Es un sistema de principios, y como tal está así definido en una de nuestras Leyes Funda-mentales. Pero no es esto sólo, porque con ellos no se agota su cometido y porque mal podrían defenderse estos principios sin unos instrumentos adecuados que garanticen su permanencia y su desarrollo. El Movimiento tiene también carácter de institución social, en la que se integran los diferentes cauces de participación y representación a través de la función familiar, sindical o corporativa, y es también una organización cuyos miembros muestran su voluntad libre de dedicarse al servicio de estos fines y se sujetan para ello a una disciplina y a una Jefatura.
Por eso los instrumentos representativos de este Movimiento, como este Consejo Nacional y los que en las esferas provincial y local existen, han de tener en cuenta estas distintas facetas o aspectos del Movimiento en su composición. Y si es cierto que a la Organización corresponde una parte importante de representación, también lo es que otra parte debe abrirse a los cuadros de minorías y de base popular del país para que la sociedad española participe a través de quienes sientan vocación política de servicio y puedan, de este modo, hacerse realidad estos aspectos ideológicos e institucionales que componen el Movimiento.
Sólo entendiendo el Movimiento con esta generosa amplitud que corresponde a la elevación de sus principios, colocaremos a sus órganos y a sus instrumentos a la altura que el tiempo demanda y haremos posible su participación activa y decisiva en la vida toda del país. Porque las funciones del Movimiento así entendido son muchas y muy importantes; su más alto órgano de representación, que es este Consejo, ha de cuidar fielmente de la permanencia y del desarrollo de estos principios; ha de mantener el de unidad política entre los españoles; ha de garantizar la pureza doctrinal en la aplicación de los principios a las realizaciones prácticas; ha de promover el contraste de pareceres sobre las distintas soluciones que los problemas políticos puedan tener; ha de fomentar el desarrollo de los distintos órdenes de participación popular y ha de informar, en definitiva, la acción política vitalizando la vida de la Administración y dando tono y sentido político a las realizaciones de todo género.
Francisco Franco Bahamonde
(9-IV-1964: Clausura del IX Consejo Nacional.)