Sagrario Muro Álvarez, falangista asesinada en Toledo

 
 
PPG
 
 
Sagrario Muro Álvarez nació en Toledo en 1919. Conocida como Sagrarito. Militante falangista, Jefe Provincial de la Sección Femenina de la Falange en Toledo.
 
   El día 18 de septiembre de 1936 estaba anunciado por las autoridades marxistas como la fecha en que tendría lugar el estallido de la mina que habían colocado en el subsuelo del Alcázar. Se aconsejó a los habitantes de Toledo que saliesen de sus casas del casco histórico para alejarse de la ciudad buscando un refugio seguro, por el peligro que podría originar para la población el estallido de la citada mina. Muchos que estaban escondidos para evitar ser asesinados por los rojos, tuvieron que salir de su encierro. Y a muchos asesinaros los marxistas aprovechando tal circunstancia. Sagrarito también salió de su domicilio de la calle de la Plata, con su madre y su tía, al igual que casi todas las personas de Toledo para buscar un lugar retirado y más seguro.
 
   De regreso a su casa, cuando ya iban por la calle Real, después de haber accedido a la ciudad por la Puerta del Cambrón, un miliciano rojo las reconoció, alertando a las milicianas que merodeaban por allí:
   – ¡Andad con ellas, que son fascistas!
   El grupo de mujeres marxistas comenzó a gritar:
   – Ahora debemos ser nosotras las que nos dediquemos a matar a los «fascistas» que quedan por ahí. Estas son fascistas, ¡míralas como se «persinan»!
   En efecto, con un movimiento reflejo de la costumbre, tía y sobrina se habían santiguado al pasar delante del Templo de las Carmelitas Descalzas.
   Las milicianas, dando rienda suelta a sus instintos más primitivos y sanguinarios y a todas sus furias, aflorando el rencor y el odio que como hiel amarga guardaban en su interior, se arremolinaron alrededor de las tres mujeres.
 
   Las vejaron e insultaron, las agarraron del pelo, las lapidaron con cantos rodados de grueso calibre que iban arrancando del empedrado de las calles, y como si todo ello aún fuese poco, igual que de peleles se tratara, la emprendieron a puñetazos con ellas. Algunas eran también portadoras de palos y estacas.
 
Sección Femenina de Toledo con José Sáinz de Nothnagel, Jefe Provincial. 
 
   Fue un linchamiento en toda regla el que realizaron con Sagrarito Muro, una chica jovencita, casi una niña, a quien, a pesar de contar con tan sólo diecisiete años, por sus relevantes valores morales y políticos, José Sáinz Nothnagel, el Jefe Territorial de Falange de Toledo, le había encomendado el mando de las jóvenes de la capital. Al mismo tiempo, vapulearon a su madre y a su tía, la Señora de Álvarez.
   
   En medio de ese círculo infernal de puños crispados, que descargaban sobre ellas como martillos pilones, las pobres víctimas, aún cuando pronto comenzaron a sangrar, seguían siendo zarandeadas y apaleadas. Cuando cayeron al suelo, las patadas substituyeron a los puños. El ensañamiento empleado contra ellas fue feroz. Las tres mujeres quedaron tendidas junto a la cuneta de la Fuente Salobre, hasta donde habían sido empujadas y arrastradas a golpes.
 
   La tía, que se hallaba muy enferma, no pudo resistir ese martirio, y pronto perdió el conocimiento, e igual que un guiñapo inservible cayó inerte muriendo a los pocos golpes recibidos. La pobre Sagrario, joven y más fuerte, sobreviviría un poco más a su bárbaro calvario; destrozado su cuerpo por los palos con que quebrantaban sus huesos, se incorporaba pidiendo por piedad que la matasen.
 
   Una de las mujerzuelas que intervino en la brutal matanza, comentaría más tarde, en las «colas» del agua de una plaza próxima a la Diputación:
   – ¡Cómo rezaba la «tía carca»! ¡Pues no se ponía de rodillas pidiendo que la mataran!
 
   La Sección Femenina de Toledo no fue, numéricamente hablando, muy importante, pero sí muy selecta. Con Sagrario Muro colaboraban en las labores de Falange: Carmen Miedes, las hermanas Berzosa, Consuelo Larrazábal, María Teresa y María Josefa Ortega, Carmen Gutiérrez, Mari Luz Villalba, N. Fernández, Carrasco, Muñoz y las hermanas García de la Granja, quienes, en el interior del Alcázar, confeccionaron, entre otras, la «Bandera de la Sangre».
 
   Estas jóvenes realizaron delicadas misiones de propaganda, de asistencia a detenidos y de enlace. La mayoría de ellas eran hermanas o familiares de escuadristas falangistas. Todas sabían bordar, y habían prendido, en el lado izquierdo de los «Camisas Azules» de Toledo, el emblema del Yugo y las Flechas de Falange, bordado por ellas en hilo carmesí. Sagrario Muro, en el momento de su muerte, llevaba debajo de su jersey la Camisa Azul.
 
   La agresión recibida fue tan brutal y violenta que, perdidas ya toda fuerza y resistencia, cuando comenzó a desfallecer, en su agonía seguía repitiendo cada vez con menor intensidad y fuerza: “¡Arriba España!” “¡Arriba España!”, hasta que, finalmente como en una actitud teatral y compasiva, un miliciano, entre sonrisas y carcajadas compartidas con otros compañeros, se acercó y le dio el tiro de remate a bocajarro y en la nuca. Manchadas y empapadas de sangre fueron despojadas de sus ropas y joyas, mientras las mujerzuelas que habían ejecutado ese cruel aquelarre, con verdadero instinto de alimañas, se recreaban con su vileza. Ese 18 de septiembre de 1936, se encendían en el cielo de España nuevos Luceros.

 
   La primera «Y» de Plata Individual, destinada a las camaradas caídas por los ideales del Movimiento, le fue otorgada a Sagrario Muro, y como reconocimiento a la labor y al trabajo, a la abnegación y al sacrificio demostrados en todo momento durante el transcurso de tan aciagos días por la Sección Femenina Local de Toledo, le fue a ésta concedida la «Y» Roja Colectiva.
 
   El 29 de mayo de 1942, en el Castillo de la Mota de Medina del Campo, Valladolid, el Caudillo de España Francisco Franco, por su actuación meritísima, le otorgó la “Y” de Oro Individual a título póstumo.  
 
 
 
 

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