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Enrique de Aguinaga
(Intervención en el Curso “La España de Franco: de la exaltación a la ocultación”
Universidad de Mayores. Universidad Complutense, dirigido por el Profesor D. Emilio de Diego)
Se advierten seis testamentos de Franco.
18 de octubre de 1975. Lo conservaba su hija Carmen.
Lectura recomendada.
Sorprende a José Luis Aranguren, Pablo Castellano y Luis María Ansón.
¿Qué dice de su guerra victoriosa? ¿Del Movimiento por él creado? ¿De las obras
predilectas del Régimen? ¿De la forma de la nueva Monarquía? Nada. Nada.
Franco establece cinco mandas y solo cinco mandas:
1ª Perseverancia en la unidad y en la paz,
2ª Afecto, lealtad y colaboración para el Rey de España, don Juan Carlos de Borbón,
3ª Supeditación de toda mira personal a los supremos intereses de la Patria,
4ª Justicia social y cultura como objetivos primordiales,
5ª Exaltación de la multiplicidad de las regiones como fortaleza de la unidad de las tierras de España.
Declaraciones a Blanco Tobio, director de “Arriba” (1 de abril, 1969) que se reproducen en todos los diarios de España.
Dos afirmaciones inesperadas:
1ª. “La Ley Orgánica del Estado establece los cauces para la alteración de los Principios Fundamentales” (Principios “inmutables por su propia naturaleza”)
2ª. “No podemos prescindir del mundo capitalista liberal en que vivimos, que condiciona nuestra labor. Dentro de él, hemos de perseguir los logros sociales más ambiciosos que sean compatibles con la situación general”
A estas declaraciones se añade el Decreto-Ley 10/1969, 31 de marzo, por el que se declara la prescripción de todos [¡todos!] los delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939. Todo ello, para disipar las tres reticencias del Príncipe en vísperas de su designación como heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey: 1.El juramento de los Principios, 2. La viabilidad de la democracia inherente al capitalismo y 3. La liquidación de la Guerra Civil.
¡Asombro! Ni periodista ni historiador alguno se hace eco de estas declaraciones, como si se hubiera producido un apagón informativo. ¡Asombro!
Declaraciones a José María Bárcena, “Blanco y Negro”, 27 de noviembre 1974.
Ultima entrevista de Franco, embargada desde 4 de julio de 1974.
“Nunca se encontró un pueblo en mejores condiciones para entrar en el futuro. Tienen ustedes los medios. Lo demás está por hacer. De ustedes es ya toda la responsabilidad”
El Presidente de los EE.UU., Nixon, por medio del general Walters, su mensajero, pregunta a Franco: “¿Qué va a pasar en España, el día que usted se muera?”. 26 de febrero, 1971.
Franco responde:
Gracias a los diarios de la Casa Blanca, se conoce con la máxima precisión el proceso, con los dos encuentros Nixon-Walters en audiencia oficial
Primera audiencia.- 16 febrero (9:35/10:10 h). El Presidente le encarga la misión y le entrega una carta de presentación para Franco. Le ordena discreción y que, al regreso, dicte el informe a su secretaria, Rose Mary Woods, y se lo presente en una nueva audiencia.
Segunda audiencia.- 2 de marzo (15:59/16:15 h). Walters da cuenta al presidente de la respuesta de Franco al tiempo que le entrega el informe mecanografiado en la misma Casa Blanca.
¡Asombro! Todas las pesquisas han sido infructuosas en el tenaz intento de localizar, en cualquier archivo, el informe escrito, en el que Franco comunica a Nixon el advenimiento de la democracia en España. ¡Asombro!
En 1966, Franco repite en Tortosa, algo que ya había dicho en julio de 1947: “Si en mis manos está el presente de la Patria, yo no puedo servirla más allá de mi muerte. En vuestras manos reposa hoy el futuro. Que Dios os ilumine en esa hora”.
Enseguida, en el discurso de apertura de la IX Legislatura (17 de noviembre de 1967) establece el tempo:
Las enfermedades en las naciones duran siglos y las convalecencias decenios. España que, con altibajos, ha permanecido tres siglos entre la vida y la muerte, empieza ahora a abandonar el lecho y dar cortos paseos por el jardín de la clínica. Los que quisieran enviarla ya al gimnasio a dar volteretas o no saben lo que se dicen o lo saben demasiado bien
En su momento, Julián Ayesta (“SP”, Madrid, 15 de diciembre de 1967) consideró aquel como el más importante discurso de Franco y así lo justificó en cuanto enunciado del futuro:
Franco quiere poner a España en órbita, transformándola en un país desarrollado. Y él no se preocupa por lo que siga, porque sabe perfectamente que la característica fundamental de las sociedades desarrolladas es su capacidad para darse a sí mismas un gobierno adecuado (…) Es hora ya de que se enteren (los países desarrollados) que la dinámica natural de lo que ellos llaman “franquismo” exige, “per natura”, su propia destrucción. En otras palabras: el objetivo último del franquismo es llegar lo antes posible a una sociedad desarrollada y democrática. Franco es el antifranquista más convencido del mundo. Y el más eficaz.
En Tortosa (21 de junio de 1966) Franco había dicho:
Conforme los años pasan, se hace necesario preparar el campo nacional a que discurra y viva por si mismo. Yo no puedo hacer más que agotar mi vida en vuestro servicio; que sean los españoles y el propio esfuerzo nacional el que se defienda. Las leyes pueden establecer y abrir nuevos cauces, pero la acción tiene que ser eminentemente popular.
También es indicativo lo que Franco dice en un discurso tan solemne como el de la presentación a las Cortes de la Ley Orgánica del Estado (22 de noviembre de 1966):
Desde el momento que España puso sobre nuestros hombros la intrincada tarea de resolver la penosa contienda, fue una de nuestras preocupaciones más apremiantes el establecer un orden político embrionario, apto a acoger en su seno cuantas ideologías y fórmulas tuvieran la propensión a un bien común, respetuoso de las esencias nacionales (…) Había que (…) lograr, con el esfuerzo de todos, un orden político de verdadera libertad y de justicia social, construyendo un Estado que fuese (…) un sistema institucional idóneo para la realización del orden del Derecho y un instrumento eficaz para el progreso, para la transformación y el desarrollo (…)
En esta tendencia se inserta el que se llamó aldabonazo de Fraga: el discurso en Lugo, en el homenaje recibido el 27 de agosto de 1970, en la estela de la designación del Príncipe de España, don Juan Carlos de Borbón, como sucesor en la Jefatura del Estado a título de Rey.
En aquel discurso, Fraga considera la histórica decisión como la señal de que un periodo importante se acerca inexorablemente a su fin y a la prueba decisiva de su supervivencia: que el pueblo español se gobierne a si mismo.
Comentando el discurso de Fraga, el diario Ya (1 de septiembre, 1970) escribió: España se halla en coyuntura de mutación histórica….y esa mutación no va al encuentro del pasado, sino del futuro….no se puede detener definitivamente el rio de la Historia. Solo cabe encauzarlo para que no se desborde y arrase las instituciones existentes y útiles.
Y el diario El Alcázar, que calificó el texto del diario Ya como magnífico editorial, añadió estas consideraciones: La decisión sobre la sucesión en la Jefatura del Estado habla bien a las claras de que el país, el pueblo español ha de enfrentarse…con una situación distinta (…) Es necesario acertar en la tarea histórica de la continuidad (…) para que, sin parcialismos ni cerrojazos, nos encontremos cada día un futuro de todos y para todos los españoles.
El Rey y sus transcriptores han repetido, una y otra vez, el lance que, en 1981, don Juan Carlos relató a la B.B.C. de Londres: Una vez le pregunté (a Franco): ¿Por qué no me explica un poco cómo maneja los asuntos de Estado y cómo se enfrenta a los distintos problemas? ….él me respondió: No es interesante porque, cuando tengas que hacerlo tú, lo tendrás que hacer de una manera completamente diferente a como yo lo he hecho. Mucha gente dirá que eso no es cierto, pero es verdad que me lo dijo [1].
Cinco son las encomiendas que Franco hace al pueblo español. Pero, a su sucesor ¿qué le encomienda? Sólo le pide una cosa; es decir, no le pide ninguna otra. Y lo explica el propio don Juan Carlos cuando Vilallonga se extraña de que Franco no le diera más consejos:
Franco sabía muy bien que yo no podría seguir la mayor parte de sus consejos. En cualquier caso, no todos. Pero me acuerdo que, cuando ya estaba él gravemente enfermo, acudí a visitarle, me acerqué a su cabecera y entonces me cogió la mano, la apretó muy fuerte y me dijo en un suspiro: Alteza, la única cosa que os pido es que mantengáis la unidad de España
El 18 de julio de 1937, justamente al año del comienzo de la guerra, ABC de Sevilla, bajo el título de “Una hora con el Generalísimo”, publica las declaraciones que Franco manifiesta al marqués de Luca de Tena ( José Ignacio). Son estas unas declaraciones que históricamente se pueden considerar básicas no solo por su fecha, sino porque Franco, al referirse, con lógica prudencia, a “la posibilidad de instaurar en la Nación el régimen secular que forjó su unidad y su grandeza histórica” (preámbulo del Decreto de Unificación, 19 de abril, 1937), añade, y ahí queda, una precisión altamente significativa: “Si alguna vez en la cumbre del Estado vuelve a haber un Rey, tendría que venir con el carácter de pacificador y no debe contarse en el número de los vencedores”
Esta precisión (Rey pacificador) que no se repite , ignorada por analistas , críticos e historiadores, ilumina sorprendentemente el largo y complejo proceso histórico 1936-1975, tan viciosamente simplificado, al propiciar la idea de que, con todas las matizaciones que se quiera, la guerra no termina en 1939 sino en 1975. Realmente el renovado adversario no capitula y así se mantiene con todo género de hostigamientos, interiores y exteriores.
La idea de la posguerra como continuación de la guerra se sintetiza en la expresión melancólica y final de don Luis en “Las bicicletas son para el verano”: No ha llegado la paz. Ha llegado la victoria[2].
Dos razones apoyan aquella idea. La primera, que el adversario derrotado, al que se le impone la rendición sin condiciones, no acepta la derrota y expresamente decide continuar la guerra por todos los medios a su alcance, en el interior y en el exterior. La segunda, que el vencedor tiene que asumir tal beligerancia a la vez que se desata una represión incomparable porque, aunque quepan suposiciones, nunca se sabrá cuál habría sido, en el caso de un resultado contrario de la guerra.
“Las guerras no terminan nunca del todo” se dice en la novela “La abuela civil española” de Andrea Stefanoni, aunque hay otras hipótesis. Bennassar precisa el año 1942, en que cede la represión. Madariaga pronuncia su “Hoy ha terminado la Guerra Civil”, en 1962, en Múnich, en la clausura del Congreso del Movimiento Europeo. Y el propio franquismo declara la situación en la arenga que todas las noches emite Radio Nacional entre el 3 de abril y el 1 de octubre de 1939:
¡Españoles, alerta! La paz no es un reposo cómodo y cobarde frente a la Historia. La sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido, la esterilidad ni la traición… ¡Españoles, alerta! (…) España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior. Perpetuamente fiel a sus caídos, España, con el favor de Dios, sigue en marcha, Una, Grande, Libre, hacia su irrenunciable destino. ¡Arriba España! ¡Viva España!
Gregorio Morán, desde su comunismo, es terminante: En España y en el siglo XX hubo dos guerras larguísimas y sangrientas hasta niveles que hoy parecen inconcebibles. La primera duró tres años y nadie, se puede decir que nadie, dejo de tenerla presente en todo el mundo. La otra fue una continuación de la anterior y ocupó décadas de diferente intensidad, desde 1939 hasta 1975. Fue la olvidada[3].
A punto de terminar “la segunda”, en 1974, Dolores Ibárruri, “Pasionaria”, insiste con voz tremenda: La guerra no ha terminado…Hemos esperado durante 39 años y esperaremos algún año más, pero, después, nuestra venganza durará cuarenta veces 39 años. Se lo prometo[4]. Bien es verdad que, siete años más tarde, cuando contempla el “Guernica” de Picasso, ya instalado en Madrid, rectifica el primer término de su amenaza, declarando: La Guerra Civil ha terminado[5].
En cualquier caso, en la tesis de Ramón Tamames, la guerra supone la primera derrota del comunismo en campo abierto: Solo tres años después de la Conferencia Internacional Económica y Monetaria (Londres, 1933)[6], se produjo el primer choque intersistema capitalismo/comunismo. Porque, en realidad, eso fue la Guerra Civil de España, de 1936 a 1939[7].
No obstante (ese es otro tema), no son insignificantes la propuestas abiertas a la reconciliación, como término de la guerra, que se materializan desde el franquismo y, más concretamente, desde el componente falangista.
¡Asombro! La búsqueda de las declaraciones de Franco (18 de julio de 1937) tropieza con la dificultad de que el número del periódico ha sido borrado de la hemeroteca.
[1] JACK PIZZEY, entrevista con DON JUAN CARLOS I, en la B.B.C., Londres, 23 de enero de 1981, emitida por T.V.E. el 7 de febrero. BERTRAND MEYER-STABLEY, “Juan Carlos, el Rey”, Ediciones B., Barcelona, 1993. JIM HOAGLAND, “Una visita al Rey Juan Carlos”, en “The Washington Post”, Washington, septiembre de 1987, traducción íntegra en “Diario 16”, Madrid, 25 de septiembre de 1987.
[2] FERNAN GOMEZ, Fernando, “Las bicicletas son para el verano” (teatro), Madrid, 1982.
[3] MORAN, Gregorio, “Parar las aguas del olvido”, en “La Vanguardia” (diario), Barcelona, 3 de junio de 2017.
[4] IBARRURI, Dolores, en “Il borghesse” (semanario), Roma, verano de 1974. IGNACIO RUIZ-QUINTANO, “Cuarenta veces 39 años”, en ABC (diario), Madrid, 7 de noviembre de 2007.
[5] OLAIZOLA, Borja, “El ultimo exilado”, en “Sur” (diario), Málaga, 9 de septiembre de 2016.
[6] Organizada por la Sociedad de Naciones, ante la grave depresión económica, intentó en vano, fomentar la cooperación y los acuerdos económicos entre las 66 naciones representadas.
[7] TAMAMES, Ramón, en “Capitalismo: el gato de siete vidas”, “Guerra Civil en España”, p. 19