Y Oviedo dejó de ser “invicta”

Ángel Garralda
Siempre P’alante nº 743
 
 
 
 
 
   Oviedo, con la experiencia revolucionaria de 1934, sabía muy bien lo que le esperaba en 1936. Por eso se puso en pie de guerra y las hordas no pudieron entrar en la ciudad y tomar café en El Peñalba porque los Defensores de Oviedo sabían muy bien lo que se jugaban si llevaban las de perder.   
 
   Si en 15 días de Octubre del 34 asesinaron a 34 sacerdotes, religiosos y seminaristas y volaron la Cámara Santa, quemaron el Seminario y el Palacio Episcopal, demostrando su intención de exterminar la iglesia, y dejaron la estatua de Valdés Salas en la universidad entre los escombros del Alma Mater reducida a cenizas, bajo las llamas del odio a la cultura y civilización cristianas, ¿qué va a suceder en el 36?   
 
   En 1936, la Asturias roja volvió a las andadas, sumará la lista de sacerdotes mártires hasta 193, junto a miles de seglares porque iban a misa; pero la estrategia del coronel Aranda y el coraje de los Defensores voluntarios dijeron: “No pasarán”, y no consintieron durante el asedio más largo de aquella cruzada porque, además de ser ciudad noble y leal, estaba dispuesta a demostrar que era invicta frente a un enemigo de treinta mil atacantes, incluidos los gudaris vascos con sus capellanes que no pudieron salirse con la suya y, lejos de tomar la ciudad, volvían siempre con las orejas gachas, carretando a sus heridos al hospital más cercano: Valdecilla, en Santander. (…)   
 
   En el momento crítico, cuando Aranda envió un S.O.S diciendo: “Sólo nos queda morir como españoles”, se oyó un ¡Viva España! y ¡Arriba España! desde las filas de Teijeiro, liberando a Vetusta. Era un ¡Arriba España! lleno de pasión y amor a la patria, abrazándose a los héroes y heridos que yacían en templos convertidos en Hospital de sangre; era la alegría desbordante festejada con cohetes, celebrando la segunda liberación de la ciudad, dos veces mártir, el dulce triunfo histórico de Francisco Franco: el primero en Octubre del 34, por mandato del gobierno de la República, y el segundo, en octubre de 1936, por imperativo de media España que no estaba dispuesta a convertirse en un Gulag staliniano.   
 
   Hoy, tras las elecciones del 24 de mayo de 2015, 79 años después, el alcalde de Oviedo, Sr. Caunedo, del partido popular, dio la orden de arrancar el medallón de Franco en su monumento costeado por los vecinos de la ciudad. Así pretenden el fin del único vencedor del comunismo en el mundo; así se trata de borrar la historia del estratega Coronel Aranda, desplazando trenes llenos de mineros a conquistar Madrid, que cayeron en manos del enemigo en León; la bravura de los Defensores de Oviedo que la hicieron invicta y el miedo gallináceo de treinta mil atacantes que se quedaron con las ganas de tomar café en Peñalba.    ¿Qué hubiera sucedido si hubieran roto el cerco de Oviedo y qué irían contando los gudaris y sus capellanes a la tierra vasca?   
 
   Los cien sacerdotes refugiados en Oviedo hubieran seguido la misma suerte de los asesinados en las cuencas mineras, en Gijón y en Avilés; serían quemados todos los templos, catedral incluida, con su maravilloso retablo, por los mismos que quemaron más de trescientas iglesias en zona roja, y el ejército vasco con sus capellanes, comprometido con la causa del comunismo, lloraría en el funeral del Comandante Jefe de los capellanes gudaris, José María Corta Uribarren, antiguo alumno de Comillas, que murió alcanzado por una bala en la avanzadilla de El Pando, en su afán de conquistar la ciudad de Oviedo, por desobedecer con tozudez política aberrante, el mandato de los dos obispos vascos, Olaechea, de Pamplona, y Mújica, de Vitoria, para que sus diocesanos no se unieran al partido comunista que estaba tratando de exterminar la iglesia, asesinando casi siete mil sacerdotes en zona roja.   
 
   Si el cura ¿marxista o filomarxista? que formó parte de la Comisión de la Memoria Histórica, constituida por el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, ha luchado tanto por reformar el callejero de la ciudad, empeñado en borrar los nombres del franquismo sustituidos, como en Avilés, por los de La Pasionaria, la Nelken, la Esperanza Manzano, Carlos Marx y Pablo Iglesias; arrancando el monumento a las Brigadas Navarras, en Gijón, para prestigiar las Brigadas Rojas Internacionales y, lo que es peor, presumir de haber repartido en tiempos de Franco los primeros carnets del PC en el Seminario de Oviedo, con la correspondiente autorización de la autoridad eclesiástica competente; y arrancar, por orden del Alcalde de Oviedo del PP, el medallón de Franco que los vecinos de Oviedo levantaron a su costa por propia iniciativa, etc.etc. ¡Amigo!, ¿qué quieres que te diga? No te puedo felicitar por haber conseguido que Oviedo haya dejado de ser “invicta”. Pero no olvides estas palabras que Monseñor Lahiguera, arzobispo de Valencia, pronunció en el funeral por Franco en la ciudad del Turia: “Franco vive¸ vive para siempre; vivirá eternamente. No ha muerto; se ha distanciado”. “Cuanto más se hable en contra o a favor, más se está suscribiendo su grandeza”. (…)   
 
   Por dos veces la liberó Franco de la esclavitud marxista, construyó un nuevo Palacio Episcopal, reedificó la torre bellísima de la Catedral y la Cámara Santa, entronizando la Cruz de la Victoria, una vez restaurada, y regaló un nuevo Seminario Metropolitano que llegó a cobijar a más de 500 seminaristas, hoy casi vacío por las veleidades con el enemigo de Dios y de España.  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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