1° de Abril 1939 / 1° de Abril 2015 Ley de la Memoria Histórica, por Pedro González-Bueno

   
Pedro González-Bueno Benítez
 
 
 
 
Madrid 1° de Abril de 1939  
 
 
 
   Han pasado pasado muchos años. Son ya pocos los españoles que hoy están entre nosotros y que con uso de razón lo vivieron. Soy uno de esos agraciados. Es mañana en la La Castellana; multitud desnutrida, pobremente trajeada, entorno de pobreza, destrucción y abandono; desfila un ejército victorioso, hombres de baja estatura, cetrinos, pero que inspiran tremendo respeto, llevan sangre de conquistadores; banderas al viento, marchas militares, en una tribuna Franco y mandos militares y políticos.  
 
 
   Pero ese gentío es pura explosión de alegría, sus ojos brillan con luz especial, se abrazan y lloran, emoción y felicidad. Es un pueblo que se manifiesta tras años de esclavitud comunista, es un pueblo que se siente libre, es un pueblo feliz ese 1° de abril porque se sabe dueño de su destino y porque tiene fe en Dios y en el Caudillo que le ha conducido a la victoria. Ese es el pueblo que a partir de ese día vivió con canciones que hablaban de amor, de montañas nevadas, de primaveras, de ilusiones, de Dios y de Patria; de leyes que trataban sobre la dignidad del hombre, de exaltación del trabajo y de la familia, de justicia social, de universidades laborales, de electrificaciones, de pantanos , de trasvases, de industria… y todo ello con orden y paz. Y es ese pueblo el que 36 años después despedía agradecido y con profundo dolor al que fue  vencedor en la guerra y en la paz.  
 
 
 
Madrid 1° de Abril de 2015  
 
 
   La fe, alegría, ilusión y esperanza del pueblo español en aquel 1° de Abril de 1939  se han vuelto inquietud  e insatisfacción transcurridos 68 años.  
 
   De inquietud por lo que puedan traer unas elecciones en las que son pocos los españoles que votarán con convicción, y de insatisfacción  por la corrupción reinante, la magnitud del paro, los desafíos separatistas, la politización de la justicia…y por leyes que van contra la propia España, sus tradiciones y principios.
 
   Hoy, en el recuerdo de aquel 1° de Abril en el que España quedó liberada del comunismo, parece oportuno tratar sobre la nefasta Ley de la Memoria Histórica,  en este caso, pro la labor de liberar a España de la misma mediante su derogación.  
 
 
 
Ley de la Memoria Histórica  
 
 
   A partir de la Transición se abre un proceso de crítica a Franco y a su Régimen, tímidamente en su inicio y arrollador con el transcurso del tiempo. Simultáneamente se ensalza la II República, cuidándose de ocultar que la vulneración de las libertades democráticas y la barbarie vivida durante la misma, motivaron el Alzamiento Nacional. Este proceso en el campo legislativo, queda resumido en la intervención parlamentaria de Don J. Fernández Díaz (en la actualidad Ministro del Interior) con motivo del Proyecto de la llamada Ley de la Memoria Histórica: “Desde la Transición y desde la aprobación de la Constitución se han aprobado más de veinte normas con rango de ley, decretos-leyes de todo tipo, por unanimidad, en la línea precisamente de reparar injusticias, reconociendo y ampliando derechos a personas e instituciones que padecieron violencia o persecución en la guerra civil o en la Dictadura“.  
 
 
   El 26 de diciembre de 2007, se promulga la Ley 52/2007 que supone la aprobación legal de la condena de Franco y de su obra.  
 
 
   El objeto de la Ley se presenta  como un deseo de reconciliación entre los españoles y de hacer justicia por atropellos cometidos bajo el mandato de Franco.  
 
 
   En contra de lo que dice pretender, vuelve a resucitar tensiones ya olvidadas, cuando la reconciliación entre los españoles era ya una realidad a su muerte y poco se ha sabido de los daños cometidos en su día a los que se refiere la Ley y tampoco del destino de las millonarias subvenciones concedidas para el logro de sus fines, todo lo que demuestra la falsedad del objeto de la misma.  
 
 
   Lo que realmente persigue esta Ley, como ha quedado demostrado con su aplicación, es desprestigiar a Franco y su obra, borrando de la Historia de España los años de su mandato, pretendiendo que la Transición fuese la continuación de la II República y de ahí el empeño en borrar todo vestigio de que aquí hubo una guerra, que aquí hubo un Caudillo, que aquí murió medio millar de españoles y que transcurrieron casi cuatro décadas en las que España pasó, entre otras cosas, de un PIB de 131 $ a 2.088 $, de un analfabetismo de 28.5% al 7.3%, de una esperanza de vida de 50 años a 73 (superior a la de los EEUU), a ser el país con más viviendas en propiedad, a tener el 87.5% de la población española cobertura por una Seguridad Social modélica, a ser la novena potencia industrial del mundo, a gozar de un ambiente de paz, de educación, de respeto y de la mayor seguridad ciudadana… ¡ Y esta es la página de la Historia de España que pretenden borrar !    
 
 
   Obcecados con esa idea, con manifiesto espíritu vengativo y apoyándose en esa Ley, llevan años destruyendo al mejor estilo Talibán, todo lo que les suena a Franco; ya sean leyes, principios, valores o estatuas, monumentos, placas, distintivos, etc., sin reparar si son obras de arte o de obras anteriores al Régimen, porque en muchos casos ese afán no está exento de ignorancia.  
 
 
   Han pasado 40 años desde la muerte de Franco y raro es el día  en que algún medio de comunicación no haga un comentario más o menos ofensivo a su persona o a su obra y… ¡han pasado 40 años!. Acaso se debe a que, como dijo Ángel Palomino, “nosotros sabemos vivir sin Franco, pero ellos no“.  
 
 
   Las nuevas generaciones ya lejanas de la guerra civil y de la era de Franco, sometidas durante años a un lavado de cerebro, tienen una visión totalmente falseada de esa época, ¿cuantos jóvenes hoy saben que la Clase Media, la Seguridad Social, la ONCE… son obra del Régimen de Franco?, lo que además de ser una enorme injusticia, implica el enorme riesgo de no conocer su propia historia. Son muchos años de propaganda, de subvenciones orientadas en este sentido y de profusa legislación que culmina con esta Ley.  
 
   Es penoso que gobiernos de España, después de haber superado momentos extremadamente difíciles, vuelvan a legislar motivados por el rencor y el odio; es penoso que el quehacer político consista en tejer y destejer, en que predomine un afán negativo, destructivo y todo fundamentado en la mentira, en tergiversar la Historia, en falsear la verdad: “No se abrirá de verdad el horizonte de España mientras no haya esta decisión de restablecer el imperio de la veracidad, la exclusión de la mentira”, son palabras de Julián Marías.  
 
 
   España vive bajo una segunda Leyenda Negra, en este caso la “opinión contra lo español” se centra en la figura y la obra de Franco. Lo que resulta más sangrante es que en este segundo caso, los españoles que la han creado son también los que la explotan desde posiciones de gobierno, contra su propia nación y sabiendo de su falsedad. Hagan lo que hagan el tiempo pondrá a Franco y a su obra en su lugar; no es eso lo que nos preocupa, nuestra inquietud se debe al daño que se está haciendo a España y en concreto a generaciones que no conocen su Historia.  
 
 
   Son muchos los historiadores que se han manifestado, con argumentos inapelables, en la prensa, en conferencias, en coloquios, en contra de una Ley que pretende escribir la Historia a su antojo, además de suponer una vergüenza nacional. ¿Qué historiador puede aceptar que se borren o se escriban páginas de la Historia de un país al dictado de una Ley?  
 
 
   Esta Ley nunca debió aprobarse.  
 
   De la intervención parlamentaria anteriormente citada se deduce que el Partido Popular consideraba no procedía y en efecto el 31 de Octubre de 2007 votó en contra en el Congreso de los Diputados. No se comprende cómo una vez en el poder y con mayoría absoluta, no la haya derogado cuando se opuso desde la oposición conociendo las nefastas consecuencias de toda índole que arrastra y la falsedad en que se fundamenta. Todavía está a tiempo, su derogación empezaría a descubrir el PP que votó esa mayoría de españoles que le dio el poder.