Cuando los comunistas vacían las cárceles, llenan los cementerios

 
Eduardo García Serrano
La Gaceta
 
 
   La población reclusa de las cárceles de la burguesía capitalista ha sido siempre para los comunistas masa de maniobra para acelerar los procesos de agitación social en los primeros compases revolucionarios y en las visperas del asalto definitivo al Poder, de grado o por la fuerza. Generalmente por la fuerza, disfrazada, eso sí, de expresión democrática de la voluntad popular. Porque los comunistas, aunque pierdan las elecciones, son siempre los únicos, auténticos y genuinos intérpretes de lo que ellos llaman voluntad popular. Los comunistas siempre identifican la patria con “su” voluntad popular y sólo claman por la Patria de verdad cuando la Wehrmacht merienda en los suburbios de Leningrado y de Stalingrado. Los comunistas han perdido las elecciones municipales en Madrid, pero “su” voluntad popular apoyada por la gauche divine delPSOE  pondrá el Ayuntamiento de la Capital de España a los pies de su caballos, que son los que heredaron de Atila.
 
   Manuela Carmena es juez, es comunista y será, irremediablemente, la alcaldesa de Madrid. Desde su cualidad de juez comunista ya ha enseñado la patita de sans-culotte proclamando que habría que vaciar las cárceles porque el 90% de los presos que las habitan no merecen estar entre rejas, pues los pobrecillos son víctimas de la injustuicia social y de la represión inherentes a todas las democracias burguesas. Se ha cuidado mucho de emplear el término exacto con el que sus camaradas han definido siempre, desde Lenin hasta Pablo Iglesias (el de la coleta, no el tipógrafo que fundó el PSOE), a ese grupo social: lumpen. Ese lumpen carcelario es el que los comunistas han utilizado siempre para integrar las vanguardias de sus batallones del motín desde los Urales a Lisboa y desde La Habana a Camboya. Una vez que conquistan el poder, la piedad social y la exaltación propagandística del lumpen se disuelve en la vieja receta comunista de la purga. O sea, los eliminan. Es una constante histórica: cuando los comunistra vacían las cárceles, llenan los cementerios.
 
Ya dio un apunte siniestro Pablo Iglesias ( el de la coleta, no el de la ideíca de fundar el PSOE) cuando invitó a su auditorio segoviano “a dejarse de mariconadas y salir a cazar fachas aplicándoles la justicia proletaria”. Esa justicia proletaria es la que vació las cárceles de Madrid en 1936 para llenar con sus inquilinos fascistas Paracuellos del Jarama. Esa justicia proletaria es la que llenó la tundra siberiana deenemigos del pueblo y de la revolución, encadenándolos a un frío más cruel que Stalin hasta que un constipado burgués acabó por matarlos a todos. Es la terrible paradoja del comunismo, cuyos votantes en las plácidas, mullidas y cómodas democracias occidentales nunca acaban de entender: allí donde aún no gobiernan quieren vaciar las cárceles y, simultáneamente, en los países en los que gobiernan cargándolos de cadenas, miseria y terror, hay siempre over booking en las cárceles. Y cuando están colmadas, las vacían para llenar los cementerios.