Cuartel de la Montaña, por Eduardo Palomar

 
Eduardo Palomar Baró 
 
 
   El día 18 de julio de 1936, el general Joaquín Fanjul Goñi, militar sin mando de tropas en Madrid, se encargó de la sublevación de la ciudad, haciéndose fuerte, en el Cuartel de la Montaña, junto con unos mil quinientos de sus hombres y unos ciento ochenta falangistas, esperando que llegasen refuerzos desde las guarniciones de Campamento, Getafe y Cuatro Vientos, lugares todos ellos en donde el alzamiento había sido sofocado.            
 
   Al día siguiente, el 19 de julio, el cuartel fue rodeado de tropas leales al gobierno de la República, guardias de Asalto y milicias del Frente Popular.            
 
   Al amanecer del día 20, se inició el cañoneo del Cuartel de la Montaña. Cuando utilizaron la aviación contra los sitiados, el cuartel capituló. La entrada de la chusma asaltante se tradujo en la muerte inmediata de la mayor parte de los sublevados. El número de muertos superó los 500; de ellos, se estima que la cifra de prisioneros asesinados tras la rendición fue superior a 130.            
 
   El espectáculo del patio del Cuartel de la Montaña era escalofriante, espeluznante. El pelotón de los vencidos era distribuido por los milicianos, encaminándolos por la izquierda, junto a la pared del cuartel, donde eran rematados a bayonetazos.            
 
   El general Fanjul, junto a su hijo José Ignacio teniente médico y el coronel Fernández de la Quintana, fueron hechos prisioneros y conducidos a la cárcel Modelo de Madrid. Fanjul, acusado de rebelión militar, fue juzgado junto con el coronel últimamente citado, en la propia prisión, en juicio sumarísimo. Al alba del 18 de agosto de 1936 fueron entregados al pelotón encargado de hacer efectiva la sentencia.            
 
   José Ignacio Fanjul Sedeño fue asesinado en la cárcel Modelo el 22 de agosto de 1936, por milicianos afectos a la causa republicana.           
 
   Sobre el carácter extremadamente cruento de la matanza en el Cuartel de la Montaña, ha quedado el testimonio de uno de sus protagonistas: el comunista Enrique Castro Delgado (1907-1964) que formaba parte del Comité Central del Partido Comunista en 1936, y fue el primer comandante del Quinto Regimiento. La terrible matanza, la explicó en su libro “Hombres made in Moscú”, de esa manera:
 
“Ya dentro del Cuartel, alguien dice: “Allí” están los que no han escapado, serios, lívidos, rígidos… Castro sonríe al recordarle la “fórmula”. “Matar…, matar, seguir matando hasta que el cansancio impida matar más… Después… Después construir el socialismo”. […] Que salgan en filas y se vayan colocando junto a aquella pared de enfrente, y que se queden allí de cara a la pared… ¡Daros prisa! La fórmula se convirtió en síntesis de aquella hora…, luego un disparo…, luego muchos disparos… La fórmula se había aplicado con una exactitud casi maravillosa”.
 
   Su correligionario Enrique Líster Forján refiriéndose a Castro Delgado, escribió:
 
   
   “Cuando fui observando sus características, entre las que destacaba su cobardía –nadie puede decir que lo haya visto jamás en una trinchera en primera línea–, su falta de humanitarismo y su desprecio por la vida de los combatientes, sus ridículos aires de estratega y sus estúpidas poses napoleónicas, yo me preguntaba cómo semejante cretino podía haber sido nombrado jefe del 5º Regimiento”.
 
   Tras la guerra civil se exilió en la URSS, donde se desengañó del comunismo. Regresó a España a finales de los años cincuenta, hasta su muerte ocurrida en 1964. A partir de la entrega de armas al populacho se encadenaron graves represiones “de  clase” contra el estamento militar.
 
   En conjunto, para las fuerzas de tierra, mar y aire, algo más de la mitad de los oficiales del Ejército que quedaron en zona republicana fueron represaliados, según el estudio de Ramón Salas Larrazábal.  A partir de una cifra inicial de 7.624 mandos militares en zona republicana el 18 de julio, unos 1.500 fueron fusilados, un número semejante fue condenado o encarcelado y aproximadamente un millar huyó o buscó refugio en las embajadas.
 
   La represión sobre el estamento militar fue un objetivo primordial del Terror rojo. No fue el único…