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Martín Ibarra Benlloch
El padre Gabriel Campo publicó con motivo de la beatificación de Ceferino Giménez Malla una apretada síntesis, de la que destacamos unas líneas:
“Su ‘nieta’ Pepita lo fue a ver y le llevaba cada día comida. Como le veía rezar el rosario, se asustó, en aquellos días en que cualquier signo religioso era suficiente para fusilar a cualquiera ‘por fascista’. Pepita fue a hablar con Eugenio Sopena Buil, el Secretario general del Comité, que vivía en su misma casa y le pidió que le quitase al Pelé el rosario. No lo logró Sopena, a pesar de que le decía, ‘Pelé, déjate de fanatismos y dámelo’.
-Me lo han quitado todo, pero no me quitarán el rezar –le dijo a su hija cuando le pedía el rosario, que era todos los días.
-¡Ay, que lo pasará mal, tío!
(…) consta que gritó su ‘¡Viva Cristo Rey!’, como los demás”(1).
Poseer un rosario podía ser certificado de muerte y de gran gravedad para el carcelero. Tenemos el testimonio de Andrés Soler Puente, encargado del depósito municipal de detenidos de Barbastro. Él atendió al obispo Florentino Asensio: “Observé que llevaba algo en las manos. Cuando entré a llevar la cena quise cerciorarme qué objeto era y vi que era un rosario. Le rogué que lo ocultase porque me podía comprometer, por tratarse de un rosario, cosa que no hubiera sucedido con otro objeto cualquiera, ya que me tenían ordenado que a los Curas y Frailes les cachease y les quitase todos los objetos religiosos que llevasen”.
Si llevar un rosario en julio de 1936 era algo peligrosísimo, entregarlo era, para el anciano Pelé, apostatar. Y dar mal ejemplo. En este sentido, un testigo Andrés Jiménez Jiménez, gitano, afirma que el Pelé no quiso entregar el rosario porque “el rosario significaba la fe en Cristo, el rezo orar” (2).
¿Cómo no recordar la narración dramática del anciano Eleazar, cuando se niega a comer algo prohibido, incluso a simularlo? Sucedió en tiempos del rey de Siria, Antíoco IV, en el 167 a.C. Esto le cuesta la muerte a Eleazar, pero la conclusión es clara para el autor del libro 2 de los Macabeos “De esta forma murió dejando su muerte como ejemplo de nobleza y como recuerdo de virtud, no sólo para los jóvenes, sino también para la gran mayoría del pueblo” (6,31).
El Pelé no entregó su rosario. Lo siguió rezando en la cárcel y cuando fue fusilado en el cementerio, murió con él. Es preciso para que se dé el martirio, que el mártir lo acepte libremente. En esto no hace más que imitar a Jesucristo, que se encarnó libremente y nos redimió libremente.
Para san Ireneo de Lión (siglo II) el libre albedrío no se ordenaba al dominio sobre la creación visible e invisible; poseía una misión más alta:
“Porque Dios le hizo libre, en posesión, desde el principio, de su potestad (o autonomía), así como también de su alma: a fin de hacer uso voluntariamente del consejo de Dios, y sin ser por él coaccionado… Puso empero en el hombre la potestad de elección, como también en los ángeles –pues los ángeles (son) racionales-: a fin de que quienes obedeciesen poseyeran con razón el bien, otorgado por Dios, y conservado por ellos; mas quienes desobedecieron no se hallarán, con justicia, en posesión del bien” (3).
La libertad es un don de Dios. Gracias a ella, el hombre es capaz de merecer bien o mal. Si libremente obedece al Creador, entrará en la herencia del Bien. Sin libertad y sin esfuerzo, no tendría ningún mérito el acceder al bien, ni le agradaría al hombre, ni gozaría de él: “Por esta vía serían (los hombres) buenos de ninguna estimación, pues lo serían a natura más que por voluntad; y tendrían un bien regalado, mas no según elección; y, por lo mismo, tampoco entenderían el propio bien en su hermosura, ni gozarían de él. ¿Qué fruición cabe entre los que ignoran el bien? ¿Y qué gloria (se les sigue) a quienes no se afanaron por él? ¿Qué corona a quienes no la consiguieron, victoriosos en ningún certamen?”(4).
Amparo Cenizo, nuera de Pepita, que oyó de ésta muchas veces a su suegra dice: “Y posiblemente se hubiera librado de la muerte si hubiera entregado el rosario. Pienso que tal como estaban las cosas en aquel momento, el siervo de Dios sabía que lo iban a fusilar si no renegaba de su fe. Sin embargo, él no apostató de su fe. Prefirió morir antes de apostatar” (5)
Ante la presión -diabólica- de amigos y familiares, el mártir no puede ceder. No lo hizo el beato Ceferino. El estar encarcelado es una falta de libertad importante, pero no definitiva. ¿Quién puede impedir rezar a nadie? ¿Cómo evitarlo? El Pelé deseaba rezar, porque sabía que eso era lo que debía hacer, porque eso agradaba a la santísima Virgen y a su Hijo, porque rezar el rosario lo habían recomendado muchos papas y santos.
La libertad del Pelé cobra auténtico sentido en estos momentos en que parece que la pierde. Pero es que la libertad del hombre, como hemos visto en san Ireneo, tiene una finalidad clara y superior, no es algo que se agote en sí mismo. La libertad usada para “libremente” obedecer a Dios, es lo que merece la pena y nos hace vencedores en este “certamen”.
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