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Las tres mártires fueron: Octavia Iglesias Blanco de la Cela, nacida en Astorga, León, en el año de 1895; Pilar Gullón Iturriaga, nacida en Somiedo, Asturias, en el año de 1913, residente en Madrid, a quien el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, le sorprendió en su ciudad natal; y Olga Pérez-Monteserín Núñez, nacida en Astorga, León, en el año de 1917, hija del conocido pintor Demetrio Pérez-Monteserín.
Eran Damas Enfermeras de Sanidad Militar. Miembros de Acción Católica y de la Sección Femenina de la Falange. Participaron en la Cruzada de Liberación Nacional, como Enfermeras. El 8 de octubre de 1936, llegaron al Frente para prestar Servicio en un Hospital de Sangre perteneciente al Ejército Nacional en el Frente de Asturias, durante los primeros meses de la Cruzada.
El 27 de octubre, milicias locales pertenecientes a la socialista UGT, comandadas por Genaro Arias Herrero, apodado “El Pata”, minero y veterano de la revolución de Asturias de 1934, iniciaron una ofensiva destinada a aislar los Puestos Nacionales más avanzados del Frente. Una de estas posiciones era el pequeño Hospital, donde prestaban servicio las tres susodichas enfermeras. En el momento del ataque, asistían, bajo las órdenes de un Médico, a unos 14 heridos. Tanto el Médico como las enfermeras tuvieron la posibilidad de huir junto a unos 21 Soldados, que evacuaron el puesto tras un breve enfrentamiento, pero se negaron a abandonar a los heridos. Luego que el Puesto fuera capturado por los rojos, el mismo 27 de octubre de 1936, fueron asesinados los heridos nada más llegar y ellas hechas prisioneras.
A las chicas, Oficiales y Capellán los bajaron por un sendero de cabras desde el Puerto hasta Somiedo, donde asesinaron a los Oficiales y al Sacerdote, a quien pasearon en un carro de bueyes que chirriaba toda la noche, para que con su ruido no se oyeran las torturas y gritos de las mujeres, terriblemente vejadas y violadas, ya que a las enfermeras, el jefe miliciano rojo Genaro Arias Herrero las encerró en un barracón, dando permiso al resto de milicianos frentepopulistas para que, por la noche, les hicieran todo tipo de abusos sexuales.
Antes les habían ofrecido liberarlas si renegaban de su fe católica, a lo que se negaron, y comenzó su tortura. Por todo ello, está abierto su Proceso de Beatificación. En la mañana del día 28, las arrastraron a un prado donde las ataron y dijeron que si no decían «¡Viva Rusia, muera España!» las matarían. En su lugar se oyó a Pilar Gullón moribunda gritar “¡Viva Dios!”, mientras un oficial rojo le daba el tiro de gracia. Fueron fusiladas por unas milicianas voluntarias, entre las que estaban Felisa Fresnadillo, Josefa Santos, María Sánchez, María Soto y Consuelo Vázquez.
Las milicianas ejecutoras de los disparos mortales fueron Evangelina Arienza, Dolores Sierra, y Emilia Gómez. Las milicianas, primero les quitaron las ropas y, ya desnudas, hacia el mediodía, las asesinaron, fusilándolas en el prado, repartiéndose las ropas entre las asesinas.
Durante la tarde, las milicianas rojas frentepopulistas vejaron los cadáveres hasta que, por la noche, las arrojaron en una fosa común que cavaron dos prisioneros falangistas, también asesinados posteriormente. Este hecho sirvió para que la escritora falangista Concha Espina escribiese en 1938 una obra titulada Princesas del martirio, en homenaje a las tres mujeres violadas, torturadas y asesinadas, y comparase el destino de las enfermeras con el de Jesús, cuyos verdugos se repartieron sus ropas antes de crucificarlo. Octavia Iglesias Blanco de la Cela, de 41 años de edad; Pilar Gullón Iturriaga, a los 23 años de edad; y Olga Pérez Monteserín, de 19 años de edad, murieron gloriosamente, mártires por Dios y por España.
Por Orden de 24 de abril de 1940, BOE nº 119, SE el Generalísimo de los Ejércitos Nacionales Francisco Franco Bahamonde, les concedió la Cruz de Guerra, a título póstumo, por los heroicos Servicios prestados sirviendo en el Hospital Avanzado del Frente de León, Somiedo, Asturias.