Enrique Sotomayor Gippini, un San Francisco Javier de nuestros días

 
PPG – FNFF 
 
 
 
Enrique Sotomayor Gippini nació en Madrid, el 14 de mayo de 1919. Se trasladó, recién nacido, con toda la familia a Bilbao. Acabó el Bachillerato con notas brillantes y decidió estudiar en Madrid Ingeniero de Caminos Canales y Puertos.
 
   En Madrid, durante la segunda república, el azar le permite presenciar el pavoroso incendio de la Iglesia de San Luis de los Franceses en la calle de la Montera. Aquello iluminó su mente de católico, y se prometió que dedicaría toda su vida y su esfuerzo, para luchar y defender la Fe Cristiana y evitar aquellas atrocidades. El único camino a seguir era alistarse en Falange Española. Voceó y vendió el semanario ‘FE’ y fue un camarada muy valiente y luchador. Un camarada bilbaíno escribió a sus padres: «Tienen ustedes que llevarse a Enrique de Madrid. Lo van a matar. Es demasiado valiente y demasiado valioso. Inventen algo, lo que sea, pero sáquenlo de aquí. Y, por favor, no le hablen para nada de esta carta. Me llamaría traidor». Sus padres consiguieron llevárselo a Bilbao, apareciendo en su casa con un cargamento de libros y revistas.
 
   Leyó a Joaquín Costa, y a Marx, y a Ramiro Ledesma, y a Hegel, y a José Antonio, y a Maeztu, y a Mussolini; y así llegó al 18 de julio de 1936. Huyendo de los milicianos rojos, se trasladaron a Algorta, donde continuó leyendo al tiempo que desarrolló un proyecto de largo alcance que, protagonizado por toda la Juventud Española, de uno y otro bando, acometiera una profunda revolución social y económica que volviera a situar a España en el lugar que por su historia le correspondía.
 
   En junio de 1937 liberaron Algorta las Tropas Nacionales. Se enroló inmediatamente y terminó la Cruzada en Madrid, donde intimó con los que serían sus camaradas: Carlos J. Ruiz de la Fuente, Alberto Crespo y Eduardo de la Iglesia, que creen en él y en su proyecto, y a través de ellos se lo presentan a Manuel Valdés Larrañaga, cofundador con José Antonio de la Falange. Valdés lo encontró extraordinario y le gestionó una entrevista en Burgos con Serrano Suñer, que dijo que aquel proyecto había que presentárselo al Generalísimo Francisco Franco.
 
   La entrevista de Enrique Sotomayor con Franco se produjo a finales de junio de 1939. Fue acompañado de dos amigos Militares vestidos, los tres, de uniforme. Franco preguntó cuál de ellos era Sotomayor; él, se adelantó y, después de presentar a sus camaradas, le dijo, en nombre de la juventud, que estará siempre a su lado como Caudillo Militar, pero que como Caudillo Político todavía no lo conoce, y no puede prometerle nada hasta saber cómo va a plantear los graves problemas sociales y políticos que afectaban a la nueva España. Los Militares acompañantes estaban asustados. Franco realizó un ligero movimiento de cabeza en señal de asombro. Enrique comenzó su exposición, rebosando fogosidad y convencimiento, y al notar que el Caudillo aumentaba su atención, añadió comentarios, con timbres calientes, cultivando la lírica, que consiguieron contagiar de emoción al Caudillo. Franco, le expresa que él, desde hacía algún tiempo, ya venía pensando algo muy acorde con lo que acaba de escuchar; y que sería nombrado Delegado Nacional del SEU para que, desde la juventud estudiantil, pudiera ponerlo en práctica. Al salir le comentó Franco a su Ayudante: «Acabo de conocer a un nuevo San Francisco Javier. Su mismo fuego. Su misma limpieza de corazón».
 
   Al final, el nombramiento fue para otro camarada.  La generosa voluntad de Franco al aceptar un Frente de Juventudes, de largo alcance, aglutinando en un gran Proyecto Nacional a toda la juventud de uno y otro bando, quedó demostrada, pero tuvo que haber en los políticos de su entorno fuertes disidencias para que no fuese elegido él. Sin embargo, fue nombrado Secretario General del SEU. Enrique lo aceptó por principio de disciplina. Celebró, en el Teatro Calderón de Madrid, un acto político en el que expuso su proyecto de Frente de Juventudes ante más de mil jóvenes falangistas, a los que alentó a acometer una profunda Reordenación Económica y Social.
 
   Exclamó, ante una juventud enardecida: «Hay que poner a la Juventud en Pie de Paz. Hoy acecha a nuestra Revolución, y aún al Estado, el más grave de los peligros: El enfangamiento de las esperanzas». Y nació el Frente de Juventudes, aquella magna organización que acogió en sus Centurias a millones de jóvenes de todas las clases sociales y de todas las ideologías familiares, y los formó en sus Campamentos Juveniles. Donde aprendieron a convivir, y a cantar, y a rezar, deseando para todos, simplemente, Una España Mejor.
 
   Volvió a Bilbao, y en el corto plazo de año y medio se licenció en Derecho con notas extraordinarias. Más tarde, dirigió el sevillano diario FE. Se alistó como Voluntario Falangista en la División Azul, como Cabo. Sirvió en la 2ª Compañía de Antitanques. 
 
   La noche del 3 de diciembre de 1941, después de que el enemigo dejara fuera de combate una posición en Possad, en la que quedaron tendidos varios muertos y heridos con la imposibilidad de retirarlos por encontrarse el campo totalmente batido, Enrique, arriesgó la vida para evacuar a Enrique Ruiz Vernacci, su camarada malherido, que estaba pidiendo ayuda. Allí encontró la muerte, ya cerca de la posición, cuando lo traía en sus brazos corriendo.
 
   Murió gloriosamente por Dios, España y la Falange, en la ciudad de Possad, el 4 de diciembre de 1941. Enrique Ruiz Vernacci fue recogido y posteriormente trasladado con heridas graves al Hospital de Campaña, y sobrevivió. Años más tarde le fue concedida a Enrique Sotomayor la Medalla Militar Individual, a título póstumo. Fue un San Francisco Javier de nuestros días que lo dio todo antes de cumplir los 23 años.      
 
 
 
 
 
 

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