Pío Moa
La crítica de Malefakis a” Los orígenes de la guerra civil”, se extiende con mayor dureza a “1934: Comienza la Guerra Civil. El PSOE y la Esquerra emprenden la contienda”. Para Malefakis, este libro es aún más parcial que el primero, porque, afirma, la pretensión de que la contienda comenzó en 1934, es “ridícula”, “equivale a decir que la Segunda Guerra Mundial empezó durante la crisis de Múnich de septiembre de 1938 y no con la invasión alemana de Polonia, un año después. España no se sumergió en la guerra civil hasta julio de 1936”.
La comparación con la crisis de Múnich no parece acertada. Lo sería si Hitler hubiera invadido Checoslovaquia de modo unilateral y sin acuerdos previos con Francia e Inglaterra, y éstas hubieran aceptado el hecho. Pues la rebelión de octubre del 34 fue textualmente una declaración de guerra a un gobierno legítimo por ser “burgués” y derechista. Así lo plantearon el PSOE y la Esquerra, y de no haber sido derrotados pronto, la lucha se habría extendido como ocurrió en el 36.
Pues bien, entre los movimientos del 34 y los del 36 hay una continuidad fundamental, a pesar de la interrupción motivada por la impotencia de quienes declaraban buscar la guerra civil. Dice Malefakis: “Estos sucesos (los de octubre) incrementaron, sin duda alguna, la posibilidad de que estallara una guerra civil, pero no la hacían inevitable. Con tan solo uno entre una docena de acontecimientos anteriores a la insurrección militar se hubiera desarrollado de manera diferente, España se habría librado del derramamiento de sangre. Por ejemplo, habría, tal vez, bastado con que el presidente Alcalá-Zamora hubiera decidido que Gil Robles no suponía un riesgo político tan grande y no se hubiera empeñado en bloquear todos sus intentos de formar gobierno. O también con que la coalición de centro derecha que gobernó a lo largo de 1935 hubiera adoptado unas políticas un poco más populistas y, en consecuencia, hubiera ganado, en lugar de perder, las elecciones de 1936. Y, al contrario, con que el Frente Popular no hubiera llegado al poder porque los anarcosindicalistas no hubieran abandonado tan completamente como lo hicieron su abstencionismo electoral acostumbrado. También es posible, claro está, que aun habiéndose declarado la guerra civil, ésta hubiera tomado un curso distinto del que tomó (… Sin el transporte aéreo que le facilitaron Alemania e Italia, el ejército de Franco hubiera languidecido en Marruecos)”.
Y así algunas especulaciones más. En primer lugar, yo no he dicho que después de la insurrección del 34 la guerra (su continuación) fuera inevitable. Para impedirlo habría bastado con que los partidos derrotados hubieran renunciado a su designio de destruir la legalidad republicana y hubieran aceptado el veredicto de las urnas. Pero el hecho es que no aprendieron de la experiencia otra lección que la que aprendió Hitler después del fracaso de su inicial putsch armado: había que tratar de lograr el poder por vías legales para destruir la legalidad republicana. Una legalidad, incluida la ley electoral, impuesta las propias izquierdas en 1931 con intención de ser los dueños “legales” absolutos del régimen… pero que les había dado la mala sorpresa de no haber impedido el triunfo electoral de las derechas en 1933. La “lección” extraída de octubre del 34 consistió en un Frente Popular cuyo programa consistía precisamente en la abolición de la legalidad. Y a ello se aplicaron furiosamente después de ganar las anómalas, no democráticas, elecciones de 1936. La causa fundamental de la guerra fue el intento de destruir la legalidad vigente en 1934, y su efectiva destrucción desde el poder y desde la calle en 1936.
Cierto, no fueron izquierdas y separatistas los únicos responsables, y tiene bastante razón Malefakis cuando alude a las maniobras de Alcalá-Zamora. Este consiguió arruinar los efectos de la victoria sobre la insurrección de octubre, dividiendo con sus intrigas a las derechas y llevándolas a unas elecciones apresuradas, montadas para escapar al procesamiento de su criatura Portela Valladares por las Cortes. Alcalá-Zamora fue el máximo responsable de que la guerra iniciada en 1934 tuviera continuidad en el 36, en lugar de quedar como una convulsión aislada.
Otra observación: antes de que llegaran a Marruecos aviones italianos y alemanes, Franco ya había organizado transportes de tropas por mar y por aire. Tropas escasas, pero con el efecto estratégico clave de asegurar el dominio de Cádiz, estabilizar Sevilla y Huelva, y emprender la ofensiva por Extremadura para unir las dos zonas rebeldes. Los aviones alemanes entraron plenamente en acción cuando esos objetivos estaban conseguidos o a punto de conseguirse. Y hubo otro transporte importante por mar. El empeño en disminuir los méritos militares –y de todo tipo—de Franco, lleva a historiadores que se dicen solventes a cometer estos errores elementales. Menos corazón y más cabeza, me permitiría recomendar al señor Malefakis.