José García Nieto, la poesía vuelve a la Real Academia Española

 
PPG – FNFF 
 
   José García Nieto nació en Oviedo, Asturias, el 6 de julio de 1914, en el nº 8 de la calle Portugalete (hoy Melquíades Álvarez nº 6). Escritor y uno de los grandes poetas españoles del pasado siglo, de la generación poética de la posguerra española. Sus padres fueron José García Lueso y María de La Encarnación Nieto Fernández. El padre, que tenía la carrera de Derecho, se dedicó al periodismo. Quedó huérfano de padre a los 9 años y con su madre vivió en Zaragoza, Toledo y Madrid, donde estudió el Bachillerato y comenzó a hacer versos.
 
   Al comenzar la Cruzada de Liberación Nacional ocupaba el puesto de Secretario del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa. Durante la Guerra fue encarcelado por los rojos. Al terminar la Guerra vuelve al Ayuntamiento. Desde entonces se dedicó a la Literatura, especialmente a la Poesía, al Teatro, incluyendo la adaptación de clásicos españoles y al Guion Cinematográfico.
 
José García Nieto con Gerardo Diego, Adriano del Valle y Eugenio Montes
 
   En 1939 colaboró con un poema en el libro editado por el sindicato falangista SEU titulado Elegía en el cortejo de José Antonio. Por un error del linotipista aparece firmado con el nombre de Jesús en vez de José, quien tituló su poema, Castilla por su muerte:
 
En esta tierra amarga, llena de soles últimos
tu luz ha desnudado la verdad de las cosas.
Para la nueva vida, capitán, por tu cielo,
Castilla ya redobla su timbal amarillo.
 
Tenía que ofrecerte la palma de su mano,
con las arrugas hondas de los surcos sedientos,
esa caricia abierta de su monotonía
y esos hombres con todo tu dolor en los labios.
 
Ha pasado el silencio de tu vida de estrella
por esta geografía sin perfil ni malicia,
donde serpea el río limpio de las espadas
y cantan las mujeres tu sueño conseguido.
 
Han pasado unos brazos que, vestidos de luna,
van amorosamente dándote su camino.
En un ardor de siglos, mira, donde Castilla
termina y no termina nunca, la vieja guardia.
 
Han pasado unas frentes que aprendieron tu nombre
y ahora llevan tu cuerpo, muerto para más vida;
que la espiga cortada, culminó en su servicio
y es el triunfo difícil el de los elegidos.
 
Han pasado los hombres que, en cosecha fecunda,
lo fue dando a la tierra, tu verbo luminoso.
La arquitectura unánime y azul de tus legiones
ha movido los campos en los amaneceres.
 
Esta oración de pueblos para tu último viaje,
rotos como una ofrenda de carne torturada,
enreda en las almenas de sus viejos castillos
la bandera de fuego que ondean las antorchas.
 
Las salvas han herido, por un alba sin pájaros,
la lenta cabalgata de los distantes árboles.
Al redoble constante del timbal amarillo,
pasa la nueva vida, capitán, por tu cielo.
 
Discurren las palabras en un voto andariego:
Chinchilla, casta y fría… Minaya, en un remanso…
Cerca, toda la abierta, castellana meseta;
atrás ya el Mare Nostrum que te cercó en azules.
 
Hombres los de Castilla, venid para el silencio;
que lágrimas siempre buscan otras mejillas;
la sed de vuestro rostro no se complace en llanto
y acosa en vuestras venas un destino de lucha.
 
Las hogueras abrasan este suelo sin risas,
donde las amapolas sólo cantan a veces.
Con la dureza exacta de tu estilo,
pregonan estas viejas campanas el credo que ya invade.
 
Sampol… Montero… Almeida… ¡Qué correctos de gesto
Relevan los luceros en las constelaciones!
¡Por la consigna pálida de tu primera escuadra!
¡Por la gentilhombría de tu primer caído!
 
Hombres los de Castilla, venid para el silencio
que pasa el primer hombre, vencedor de su siglo.
Magnífico el ejemplo, le va dando a la tierra
toda la enamorada claridad de su muerte.
 
Enredan las antorchas su fuego en las almenas,
y al redoble constante del timbal amarillo,
por las arrugas hondas de los sedientos surcos,
los hombres castellanos vienen para el silencio.  
 
   La década de los cuarenta fue la época gloriosa del poeta cuya inquietud le salvó de la rutina: publicó varios libros, ganó varios premios y se colocó al frente de la revista Garcilaso ya que siempre se confesó influido por la poesía del lírico toledano. Opinaba que: «No creo que sea misión de los poetas abrir los caminos del odio, sino del amor»
 
En su casa de Avenida de los Toreros, número 16 (Madrid) 
 
   La lírica de García Nieto giró siempre en torno a la muerte, al amor, a España, a Dios, hasta tal punto que se llegó a describir como «un gladiador inerme en las manos de Dios». En 1950 obtuvo el Premio Adonais por Dama de soledad.
 
   Ganó el Premio Fastenrath de la Real Academia Española por Geografía es amor en 1955. En 1951 y 1957 obtuvo el Premio Nacional de Literatura “José Antonio Primo de Rivera”. En 1980 le fue otorgado el Premio Mariano de Cavia de Periodismo.
 
José García Nieto junto a la mujer del poeta Luis Felipe Vivanco y Eugenio d’Ors
(Abril de 1951)
 
   Fue elegido Académico de la Real Academia Española el 28 de enero de 1982, ocupando el sillón “i” que dejó vacante José María Pemán. Su discurso de ingreso fue escrito en verso, siendo por esta razón el primer académico en recurrir a la poesía en más de cien años. A este respecto Camilo José Cela que contestó al poeta puntualizó que desde el 13 de enero de 1830, cuando ingresó en la Academia Javier de Quinto nadie había usado la poesía para cumplir con el rito.
 
   En 1987 ganó el Premio González-Ruano de periodismo. En 1996 le fue concedido el Premio Cervantes por el conjunto de su obra. Falleció en Madrid, el 27 de febrero de 2001.