La experiencia Mondragón: el por qué de un éxito (2), por Pedro Bielsa Álvarez y Javier Oñate Fernández

Pedro Bielsa Álvarez

Javier Oñate Fernández

Boletín Informativo FNFF nº 18

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COOPERATIVA DE VIVIENDAS Y URBANISMO

 

Otro factor esencial es la importancia del ahorro de los socios considerado como trabajo no consumido, es concebido como la base del desarrollo y progreso de una comunidad.

Pasando a otro punto, como es el factor humano, la estructuración de la empresa, tanto en lo económico como en lo social, su cohesión, etc., hacen de cada socio un empresario, dando lugar a unas relaciones humanas óptimas.

Por tanto vemos cómo esta vía, como sistema económico intermedio entre el sistema capitalista, que se ve cómo este ha fracasado para sacar de la miseria y la pobreza a naciones enteras, y por otra parte la inadmisibilidad del comunismo, que juega con la pobreza y libertades humanas, hacen que se vuelva la vista hacia los principios cooperativistas en espera de encontrar en ellos la solución a los graves problemas con que se enfrenta la humanidad.

Así lo vemos en Mondragón, donde se ha llegado a una responsabilidad tan alta que el absentismo no existe y son muchos los asociados que destinan sus fondos a inversiones de tipo social.

Punto sensible, a tocar ahora, y una de las explicaciones del porqué muchas cooperativas no han funcionado, y Mondragón sí, es: la confianza, autoridad y disciplina, conseguidas por su equipo rector gracias a su prestigio. Prestigio basado no sólo en su capacidad, sino también, y muy especialmente en la ejemplaridad. No olvidemos que el equipo dirigente sacrificó sus posibilidades de promoción individual en favor de la comunitaria.

Existe un sentimiento general de justicia en las fórmulas utilizadas. Un punto espinoso es el de los ascensos, que queda salvado con la confianza puesta en la dirección. Así, desde el peón al personal directivo, todos están sometidos a un mismo horario de trabajo, y la remuneración, a excepción de los mandos superiores, que tienen mensualidades fijas, se hace por horas trabajadas.

Se consideran necesarios los típicos incentivos individuales. Estos estímulos son desplazados por otros de tipo comunitario, basados en el interés del éxito de la empresa colectiva emprendida. Esto no obstante, en las fábricas se observa gran espíritu de trabajo y se constata una elevada productividad.

La reacción ambiental a este fenómeno cooperativista, tanto internamente como externamente, es lo que vamos a pasar a examinar a continuación.

En primer lugar, internamente: en líneas generales los mandos superiores se encuentran satisfechos; sin embargo, temen que el éxito económico lleve a un aburguesamiento y, consecuentemente, a un estancamiento.

Respecto de los trabajadores hay que decir que no tiene límites el seno orgullo de haber realizado empresa semejante. Tienen gran respeto por el ejemplo dado por sus dirigentes; convicción de la necesidad de capitalizar sus puestos de trabajo; entusiasmo por ayudar a liberar al mundo del trabajo de la estructura económico-social capitalista; alegría de ver que ya no prestan su trabajo en régimen de salario, sino que actúan como verdaderos empresarios.

En segundo lugar, la reacción externa. El hombre de la calle ve en las cooperativas una verdadera institución, de la que se siente orgulloso.

Las cooperativas, mediante su proyección comunitaria local, favorecen a la población en múltiples aspectos: obras sociales, escuela profesional, caja laboral, etc.

Las empresas no cooperativistas de la comarca se quejan de la huida de mano de obra hacia las cooperativas. Llegar a ser miembro de una de éstas es una gran ilusión, a pesar del obstáculo de la exigencia de la inversión mínima inicial, lo que no es óbice para que las listas de solicitud de entrada en las cooperativas sean interminables.

A la vista de todo lo expuesto hasta ahora pasemos a ver las conclusiones críticas que se deducen de las mismas: Partiendo de la base de que la experiencia de Mondragón constituye una directriz teórica y doctrinal específica dentro del movimiento cooperativista, donde sus caracteres son:

— Profundo estudio y valoración de la realidad fenomenológica socio-económica, prescindiendo tanto de la fácil demagogia como de la utópica elucubración.

— Sobreestimación de la formación del elemento humano en todos sus aspectos y del máximo aprovechamiento comunitario de los valores de cada individuo.

— Lenta y eficaz seguridad en la gestación, maduración y realización de los planes.

A pesar de las críticas que imputan el indudable éxito logrado a coincidencia de coyunturas económicas favorables y a las ventajas, también de tipo económico, que la legislación vi-gente deparaba a las entidades cooperativas, creemos que también se ha debido a:

— La extraordinaria planificación que del desarrollo de las cooperativas ha hecho la caja laboral.

— La fuerte capacidad de ahorro, fomentada por los dirigentes y asegurada por la austeridad en el consumo de los cooperadores.

— La estructuración humano-social.

Asimismo no se puede admitir que las supuestas ventajas económicas del régimen cooperativo compensen por sí solas las pesadas cargas sociales y desorganización que ésta conlleva, pero no cabe duda que suponen una ayuda importante, tanto en el caso de la exención del impuesto de sociedades como del régimen general de Seguridad Social.

El cooperativismo puede desempeñar un papel importante en cuanto a empresas que se vayan creando o reformando, pero puede dársele validez universal respecto a cualquier tipo de sociedades, por los motivos que ahora se citarán.

Los promotores consideran punto esencial de su fórmula jurídica la diferencia jurídica de coeficiente que va de uno a tres, como ya hemos explicado antes. Prescinden en absoluto del mercado de trabajo, en donde los dirigentes están muy cotizados. Pero se está viendo ya, con la evolución y creación de nuevas cooperativas, la escasez de mandos, ya que es muy difícil pensar que siempre vaya a haber grandes dirigentes que se quieran volcar con dichas cooperativas, olvidándose de su proyección profesional. Por tanto la solución sería muy compleja, pues abarcaría a todo el territorio nacional y consistiría en conseguir una cristiana disminución de las desigualdades escandalosas, por la vía de una menos radical y más eficaz evolución.

También es criticable que el capital, como tal, no esté representado en los órganos directivos de las cooperativas, si bien es cierto que en principio es aportado por los propios trabajadores, pero el día que se necesite la entrada de capital exterior —los estatutos admiten el capital o socio comanditario— puede plantearse el problemático imprevisto. Habrá entonces que graduar la intervención de los aportadores de este capital de acuerdo con la magnitud de sus inversiones.

Teniendo en cuenta que capital y trabajo se consideran por igual servicios que se prestan a la cooperativa, entendemos que ambos deben estar representados en los órganos rectores.

Este problema puede plantearse en aquellas sociedades que necesiten de un fuerte capital junto a un escaso número de trabajadores. No sería justo que ejercieran éstos exclusivamente la dirección de la empresa. Este es el caso de la Caja Laboral, en la que el reducido personal no puede equipararse a las grandes cantidades movilizadas.

Así hubo de estudiarse una excepcional fórmula de gestión y reparto de beneficios, en la que socios colectivos, cooperativas e individuales, empleados, participen proporcionalmente a los servicios prestados.

Como característica original respecto de otros movimientos cooperativos nacionales hay que destacar su aceptación de la productividad del capital, como trabajo no consumido, que así es denominado, y por tanto digno del máximo respeto.

En una fórmula jurídica empresarial, el sindicalismo, tal como hoy es entendido, vehículo de defensa de una clase frente a otra, no tiene viabilidad posible. Capital y trabajo no necesitan de sus servicios, pues se encuentran integrados en una comunidad de trabajo y producción. La solución de la lucha entre ambos está en la capitalización de los puestos de trabajo por los propios trabajadores.

Algo que nos debe hacer pensar es que los fundadores están obsesiona-dos con la creación de nuevas sociedades, pero no estaban por la labor de la reforma de las empresas capitalistas existentes, con lo que queda claro que la reforma de la empresa no es factible por medio de las cooperativas, ya que ni los propios creadores de las cooperativas que mejor funcionan en España creen en ella. Sin embargo, dada la coyuntura económica actual, pudiera ser una hábil salida a empresas en crisis, como en la práctica está ocurriendo.

Después de esta larga exposición, que comprendemos puede cansar al no interesado en el tema, no hemos entrado exhaustivamente en ráfagas de datos y estadísticas, etc., pues creemos que éste no era el fin del trabajo, y sí lo era el dar una visión amplia y esclarecedora de los pormenores y circunstancias que han envuelto el tema de Mondragón.

Este trabajo va dirigido especialmente para aquellos que, con lengua sibilina, se han encargado, se encargan y se encargarán, de empañar todo logro social, haciéndolo querer ver como si fuera un accidente agradable, entre lo desagradable de cuarenta años. Esta, por desgracia, es una táctica muy antigua, pero no por ello deja de engañar a la gente.

Intervención estatal

Si bien, como ya hemos visto en la reseña histórica, la obra cooperativista de Mondragón se debe a la tarea de difusión y organización de la idea por parte del Padre Arizmendi y a la de plasmación de aquélla en la realidad ULGOR, por sus fundadores, hubo una intervención estatal en dos aspectos fundamentales: el económico y el técnico jurídico.

Es asímismo destacable la gran ayuda moral por parte de la Administración a la obra cooperativista de esta región, y en especial el reconocimiento estatal a la tarea del Padre Arizmendi y en ella a la de un grupo de hombres de inquietudes, mediante la concesión de la medalla de oro del Mérito al Trabajo, ya mencionada.

En el campo económico, antes citado, debemos, por supuesto, destacar el importante papel que la situación socio-económica jugó en el asunto.

Años de auge, que todos recordamos, en los que la economía ascendía por momentos, propugnando una competencia de mercado fuerte que aumentaba los puestos de trabajo, la producción y la riqueza nacional.

El modelo cooperativista implicaba la posibilidad de productos fuertemente competitivos, que, una vez en marcha, provocaría una mejora del mercado.

No debemos olvidar el factor ahorro. El español de aquella época puede ahorrar debido a una baja inflación. Ello hace que la persona interesada en el ingreso en una cooperativa pueda pagar su cuota o acción de entrada en la misma con su propio ahorro.

Pero, además, debemos recordar que este ahorro de todos los españoles lleva consigo una importante posibilidad, cual es la financiación por parte de los organismos bancarios. Y esta financiación se produjo en muchas ocasiones. Unas veces de forma privada, lo cual no deja de ser un dato aleccionador, comparándolo con la realidad bancaria de nuestros días. 

Otras, mediante créditos oficiales promovidos por el mismo Gobierno.

Y por último mediante los presupuestos de la S.S., que aportaron su importante ayuda a la organización sanitaria del complejo Mondragón.

En cuanto a la financiación mediante créditos de la Banca Privada e incluso oficial, es de destacar que, a pesar de la dificultad existente, afirmada por Dionisio Aranzadi, dicha financiación se produce. Así, este autor, nos dice que «La empresa cooperativa, por más que fomente la autofinanciación, no se basta a sí misma y no puede prescindir de la financiación exterior.

Sabemos que el mercado de capitales no está abierto al cooperativismo. El crédito bancario tiene que ser un último recurso por la influencia que los bancos pueden ejercer.

Esta función de financiación, que en un principio se produjo mediante la intervención de la Banca, es sustituido por un órgano propio, cual es la Caja Laboral Popular. Mediante ella se financian nuevas cooperativas gracias al ahorro de sus cooperativistas y al auge económico creciente en esta década de los 60.

El mismo Padre Arizmendi nos dice en su libro «Experiencias sobre una forma Cooperativa: Mondragón» lo siguiente acerca de la financiación: «es justo que reconozcamos la valiosa ayuda que pueden representar otras ayudas, como pueden ser los préstamos con cargo al Patronato de Protección al Trabajo, de las Cajas de Ahorros, etc., con tal que sea efectiva la implicación económico-social de los cooperativistas y eluda el riesgo de un paternalismo enervante que constituye la antípoda de lo que significa el cooperativismo sano

Pero también debemos referirnos al tema de los fondos de la Seguridad Social, que ayudaron a dar fuerza a la experiencia Respecto al tema hace la siguiente afirmación el Padre Arizmendi, recogida por José María Riaza Ballesteros en su obra «Cooperativas de producción, experiencias y futuro:» «Nosotros hemos abogado por un sistema de seguridad social para el sector cooperativo, sin mengua de las compensaciones que demandare el mantenimiento de una línea y escala de solidaridad nacional.» Vemos, pues, cómo la Seguridad nacional promocionó y financió a la Cooperativa Sanitaria «Lagún-Aro, Mutua de Provisión Social».

En estas citas podemos ver la importante ayuda nacional a esta experiencia en el nivel económico. Sin embargo, este tipo de ayuda no fue el único ni tampoco el más importante.

En efecto, además de la ayuda económica mencionada, se produjo una importante ayuda en el campo legal, que por su sutileza no ha sido apreciada en su justa causa.

Ya mencionamos en la reseña histórica cómo se buscó el cauce legal para el encuadre de dichas organizaciones. Comenzó ULGOR con el acogimiento de la fórmula de la Sociedad Anónima. Sin embargo, y como observa A. Rojas-Marcos de la Viesca en «El Complejo Cooperativo de Mondragón», tal fórmula era esencialmente incompatible con la idea que les movía.

Por ello buscaron la solución en la Ley General de Cooperativas, si bien no se adaptaba a sus necesidades y circunstancias. En consecuencia, la fórmula empleada se extralimitó a la Ley, dándonos de ello cuenta el Padre Arizmendi, al decir, cuando habla de la primera cooperativa que «para su institución hubo que superar más que dificultades jurídicas».

Los estatutos de esta primera cooperativa, y con ellos el tipo para las sucesivas, son aprobados por el «Servicio de Cooperación» del Ministerio de Trabajo el 3 de abril de 1959.

Adivinamos, en consecuencia, la existencia de una voluntad oficial para que la experiencia se lleve a cabo y se conduzca a una realidad. Un «visto bueno» que hace superar los escollos jurídicos que a dichos estatutos se presentan.

En este sentido observa José María Riaza Ballesteros en «Cooperativas de producción, experiencias y futuro» que «todavía para muchos (tuvimos ocasión de comprobarlo en la Asamblea Nacional de Cooperativas celebrada en noviembre del año 1961) el grupo cooperativo de Mondragón constituye una auténtica desviación del movimiento cooperativo ortodoxo. La verdad es que sus fórmulas son tan audaces y su respeto por la letra de los principios cooperativos tan poco, que, yo mismo, antes de haber visto lo que han hecho y antes de haber charlado con ellos, participaba un tanto de dicha impresión».

Resumiendo lo anterior, es de destacar en esta experiencia una importantísima ayuda de cara al desarrollo de ella en tres facetas fundamentales: la moral, la económico-social y la jurídica.

Y esta importante ayuda se realizó por el Estado español a nivel nacional, lo que nos permite afirmar que es una experiencia a tener en cuenta para el futuro por todos los españoles, dado que en ella intervinieron de forma directa todos ellos, si bien el género de la obra fue realizado por aquellos pertenecientes a la región vasca.

En lugar aparte queremos hablar de la relación existente entre las cooperativas de Mondragón y los Sindicatos.

La ley de Cooperación de 1942 sujetaba a las Cooperativas a la Delegación Nacional de Sindicatos, siendo tarea de ésta la coordinación jerárquica de todo el movimiento cooperativo, así como su intervención en dicho movimiento, incluyendo la posibilidad del veto por el Delegado Sindical Provincial frente a la Junta Rectora.

Sin embargo, la doctrina reconoce con unanimidad que dicha norma fue muy raramente utilizada, lo cual favoreció a Mondragón, no habiendo nunca interpuesto su veto la Organización Sindical, como bien afirma Dionisio Aranzadi.

Si bien la intervención sindical ha sido nula durante la vida del Sindicalismo del Movimiento, con la llegada de la pluralidad sindical, la injerencia ha de ser menor.

Y esto dado que los sindicatos deban proteger el interés del trabajador frente a quien detente el capital, no pudiéndose producir en un sistema cooperativista dicha intervención por ser patronos y obreros, al mismo tiempo, los miembros de la cooperativa.

La consecuencia que de esto se puede derivar es de índole práctica y de evidente interés nacional, dado que los conflictos laborales se reducen al mínimo, evitándose, en consecuencia, todo tipo de problemas sociales, políticos y económicos.

La realidad del pluralismo sindical lo ha demostrado en el campo cooperativo de Mondragón, siendo el índice de huelgas y paros provocados mínimo no sólo en el tan castigado contexto regional, sino también respecto a la media nacional.

Conclusiones

Como consecuencia de este trabajo debemos extraer, de forma sucinta, una serie de conclusiones que resumen la actividad creadora del Complejo Mondragón, así como las consecuencias de todo tipo que podemos recoger en nuestros días.

Debemos señalar en primer lugar aquellas conclusiones de tipo político.

Es de destacar el importante factor que ha supuesto la intervención nacional en todos los niveles, tanto económico, como técnico-jurídico, e incluso social.

Si bien esta labor realizada lo ha sido por una parte de la población nacional, y precisamente para dar riqueza a la región de sus creadores, no es menos cierto que existió una importante ayuda, en los niveles ya citados, del resto de los españoles, representados en sus dirigentes políticos y sindicales.

Por ello consideramos que no puede ser esgrimido como planteamiento válido, en busca de un separatismo a ultranza, por ciertos sectores políticos, sino que, al contrario, debe ser considerado como una tarea de cohesión nacional a tener en cuenta para mejorar nuestra situación económica, apoyando y potenciando dicho modelo en otras regiones españolas a las que ni la naturaleza ni la historia ha favorecido con tan fructíferos recursos.

Es de mencionar el tema socio-laboral antes tratado respecto a los Sindicatos. En cuanto a la conclusión es sencilla, pues vemos cómo la tarea realizada en la década de los 60 en el campo cooperativo mantiene de forma palpable el nivel de producción en un grado muy superior al de otros sectores, reduciéndose al mínimo la conflictividad social, tan encarnizadamente descompuesta en nuestros días.

Por ello no es tampoco válida la afirmación por parte de ciertos sectores políticos de que la obra de la etapa franquista sea hoy eminentemente conflictiva, pues la realidad de este sector nos demuestra lo contrario.

En cuanto a los aspectos técnicos de los que debemos extraer conclusiones nos encontramos, por un lado, los meramente económicos, esto es, que pueden servir de modelo para la situación actual, buscando con ellos no la sustitución de la empresa privada, cosa que sería prácticamente imposible en infinidad de sectores, sino la utilización de este modelo en aquellos casos en los que la situación económica provoca la destrucción de dicha empresa, evitándose, en consecuencia, la desaparición de una riqueza nacional, tanto de tipo económico como organizativo.

Esto haría que se conservasen la organización y creación del antiguo empresario, así como el mantenimiento del empleo y de la producción, al evitar el desmantelamiento empresarial.

Consideramos, en consecuencia, que puede servir en estos momentos de solución no sólo coyuntural, sino incluso intemporal, la recuperación de empresas en crisis, mediante el sistema antes citado. E incluso, como Merino afirma, que «las zonas depresivas son realmente las más propicias para que florezcan las cooperativas».

En estas zonas las empresas capitalistas no quieren intervenir, pero las cooperativas, aunque fueran artesanales, podrían funcionar muy bien.

La solución técnico-jurídica no sería demasiado complicada y colaboraría a una mayor estabilidad del sistema, dado que es de todo punto actual la Ley General de Cooperativas y que muchas de las ya existentes podrían servir de tipo a las futuras.

En el plano puramente económico de estas conclusiones debemos tratar el tema en dos etapas históricas.

En primer lugar, la etapa de creación del sistema. En ésta encontramos un mimo de la realidad económica de la región vasca por parte del Estado, lo que es en algunas ocasiones criticable, pues debiera haberse expandido a otras regiones españolas.

En segundo término, la consecuencia económica actual a extraer del supuesto radica en que el antes citado «mimo» económico va en beneficio de esta región, debiéndose buscar una extensión de dicho beneficio a otras regiones, tanto en el aspecto laboral como en el productivo.

La conclusión final de todo lo anterior creemos que radica en que esta labor totalmente positiva, realizada en una época tan criticada, debe darnos la pauta para nuestra actuación presente, de cara al levantamiento de la economía de nuestra Patria, tomándola de ejemplo y modelo sin ningún tipo de partidismo ni egoísmo político, que sólo redundaría en un perjuicio nacional.

 

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