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Ramón Pérez Maura
ABC – 16 de diciembre de 2017
Repitámoslo una y mil veces hasta que la autoridad competente tenga a bien reconocer su perfidia. La aplicación de la llamada ley de la memoria histórica al callejero de Madrid está plagada de tergiversaciones. Y aún así el Ayuntamiento continúa impasible con la alteración de nombres. Permítaseme insistir en un caso que ejemplifica el auge de la llamada posverdad –es decir, de la mentira.
La decisión del pasado 4 de mayo fue cambiar el nombre de una serie de calles de la capital de las que se quitaría los nombres de personas que no debían figurar «en el nomenclátor del Madrid del siglo XXI». Entre ellos figura el del torero El Algabeño, al que se le dio el nombre de una calle en el Parque del Conde de Orgaz en plena transición, el 6 de abril de 1979. Algunos vecinos reclamaron contra la decisión: el cambio no se ajusta a esa ley de la memoria histórica puesto que la calle recibe su nombre del torero José García Rodríguez, conocido por el nombre artístico de El Algabeño, hombre de ideología desconocida, y no de su hijo José García Carranza, «El Algabeño Hijo», de ideas falangistas y muerto tomando Málaga con Queipo de Llano.
La presidenta del Comisionado de Memoria Histórica, Francisca Sauquillo, ha respondido a esas alegaciones, que «la solicitud de retirada de esta calle ha sido planteada por numerosos ciudadanos y asociaciones de Madrid alegando todos ellos que la biografía corresponde a José García Carranza y no a su padre, José García Rodríguez». Es decir: la verdad es irrelevante. Da igual quién fuera la persona por la que se le atribuyó ese nombre a la calle. Lo que cuenta es lo que piensen unos innominados «ciudadanos y asociaciones». Y si están equivocados, no les sacamos de su error. Les damos la razón. No contenta con eso, la señora Sauquillo termina diciendo que «a mayor abundamiento, las referencias de internet del buscador google (sic), evidencian la mayor relevancia del hijo respecto al padre entrando en juego la parte de la trayectoria vital de aquel ajena al mundo de los toros…». Es decir, que los méritos taurinos por los que se dio una calle a El Algabeño dan igual. A él hay que quitarle esa calle porque tuvo un hijo falangista que luchó en la Guerra Civil.
Cuando en 1979 se dio nombre a estas calles, se atribuyó a seis toreros de idéntica época. Cinco habían nacido en los tres lustros que van de 1869 a 1884: Chicuelo, Machaquito, Antonio Fuentes, Papa Negro y el que fue padrino de alternativa y confirmación de este último, El Algabeño. Un sexto, Manuel Granero, nació posteriormente, pero murió en 1922. Es decir, todos tuvieron vidas taurinas al margen de la Guerra Civil. Pero Sauquillo y sus adláteres se empeñan en asignar al nombre de esa calle la personalidad de otro torero famoso en la web por su papel en la Guerra Civil: El Algabeño Hijo. Y la mejor justificación es que hay más referencias a él que a su padre en la web. Ciertamente porque no aparece como torero. Mas el acuerdo del 6 de abril de 1979 establece claramente que se quiere «designar con nombres de toreros» esas calles. Que la familia que urbanizaba aquel territorio, la de Íñigo Cavero, egregio representante de la democracia cristiana en la Transición, consintiera que el ayuntamiento de Luis María Huete bautizara con el nombre de un mártir falangista una calle de la urbanización que estaban construyendo es inverosímil. Pero a nuestra alcaldesa la Verdad le importa una higa. Para ella y todo su equipo, mucho más que el de una figura del toreo, esa calle debe llevar el nombre de un traidor a España, José Rizal, que ya cuenta con un monumento en la capital. Grande.
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