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Coronel José Luis Isabel
Recientemente se ha inaugurado en el Museo del Ejército de Toledo una exposición que lleva por título Los héroes de Baler: la historia de los últimos de Filipinas, en la que se recuerda el hecho heroico protagonizado por un grupo de españoles que guarnecían el poblado de Baler, en la isla de Luzón (Filipinas).
Rodeados por un enemigo muy superior y sin posibilidad de contactar con sus superiores, aquel grupo de valientes no tuvo conocimiento del fin de la contienda entre España y los Estados Unidos, resistiendo durante cerca de un año el asedio de los rebeldes filipinos a la iglesia del poblado, en la que se habían refugiado. Durante ese tiempo sufrieron enfermedades y carencia de alimentos que ocasionaron la muerte de algunos de los defensores pero que no les impidió comportarse como héroes.
Una vez conocida la situación, firmaron una honrosa capitulación, respetada por los filipinos, que no les consideraron prisioneros y permitieron a la guarnición trasladarse a Manila, donde se les dio a conocer el decreto en el que el Presidente filipino, Emilio Aguinaldo, les reconocía su valor:
Habiéndose hecho acreedores a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su Bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del Ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra, y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno.
Vengo a disponer lo siguiente:
Artículo único. Los Individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.
Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899.- El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.- El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores.
Los habitantes de Baler, algunos de los cuales habían sufrido el fuego de la guarnición española, les felicitaron por su valentía y les suministraron alimentos.
La iglesia de Baler sería reconstruida y en su fachada colocada una placa en la que se podía leer:
Una guarnición española de cuatro oficiales y cincuenta soldados fue sitiada por los insurgentes filipinos entre el 27 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899. Los ofrecimientos de paz y las peticiones de rendición fueron rechazados cinco veces. Los sitiados supieron por los periódicos dejados en el patio por un emisario del general Ríos que España había perdido las Filipinas. Durante muchos meses la única bandera española que ondeó en Luzón fue esta de la iglesia de Baler. Rotos por la desnutrición y las enfermedades tropicales, el mando español negoció una tregua con los rebeldes y los sitiados pudieron abandonar la iglesia para cruzar los montes. Dos oficiales y doce hombres murieron como consecuencia de las enfermedades, dos fueron ejecutados, dos oficiales y catorce soldados habían resultado heridos, seis desertaron. La valentía de la guarnición fue reconocida por el general Aguinaldo en documento oficial hecho público en Tarlac el 2 de junio de 1899. A su regreso a España los últimos de Filipinas fueron premiados por la reina regente, María Cristina, en nombre del rey Alfonso XIII y la nación española.
También los estadounidenses elogiaron el comportamiento de los defensores de Baler, y tradujeron al inglés las memorias del jefe de la guarnición, Saturnino Martín Cerezo, convirtiéndolo en libro de obligada lectura en sus academias. El sitio de Baler se llegó a estudiar también en las academias militares francesa y rusa.
Como recompensa a su comportamiento, el capitán Enrique de las Morenas y Fossi y el teniente Saturnino Marín Cerezo serían recompensados con la Cruz Laureada de San Fernando.
Sirva lo anterior de ejemplo sobre cómo debe comportarse un enemigo honorable, que al fin no hace otra cosa que enaltecerse al reconocer el valor del adversario.
En época más reciente se le dio a las izquierdas españolas la oportunidad de tener un comportamiento semejante al haberse dado un caso similar al de Baler, la también heroica defensa del Alcázar de Toledo, pero, al no ser tan sensibles como los filipinos, desaprovecharon la ocasión y dieron prueba, una vez más, de su ruindad.
Con el fin de ocultar aquel hecho, admirado en el mundo entero, se propusieron y consiguieron hacer desaparecer el nombre de los Héroes del Alcázar de todos los callejeros de las poblaciones que les habían honrado. También descolgaron y ocultaron las placas que se encontraban en las paredes de los sótanos del Alcázar y a través de las cuales se elogiaba el hecho. Desapareció la placa dedicada al coronel Moscardó en la Cuesta de Carlos V, así como el nombre de la calle dedicada al Laureado Capitán Alba.
Semejantes miserables han sido capaces de criticar lo recogido en un folleto sobre el Alcázar, que tan solo decía verdades, pero, eso sí, reconocía su inutilidad:
La defensa del Alcázar durante 70 días, al mando del Coronel Moscardó, trascendió al mundo entero y ha quedado inscrito en la Historia de España como un episodio de grandeza épica, ejemplo sublime de heroísmo y de sacrificio por los más altos ideales.
Pero, ya se sabe, la verdad es la que imponen las izquierdas, no la que acredita la Historia, y si hay que hacer un lavado de cerebro a los ciudadanos para “reconducirlos”, pues se les hace; en eso han basado su éxito los regímenes comunista
No fueron muchas las poblaciones que recordaron la gesta de Baler dando su nombre a una calle, pero, afortunadamente todas ellas se mantienen hoy en día. Hubo otras que recordaron a alguno de los soldados que habían nacido en ella, como Cabañuelas (Almería), Osa de la Vega (Cuenca) o Requena (Valencia).
En Cáceres las ignorantes izquierdas pretendieron hacer desaparecer la calle Héroes de Baler en 2007, quizá porque no les gustaba el término “héroes”, pero al final aquellos catetos no tuvieron más remedio que arrepentirse al no poder encontrar en ese nombre reminiscencias de carácter “franquista”… ¡Qué mala suerte…!
Como se trataba de denigrar a nuestros héroes nada mejor que hacer una película, y así se parió 1898. Los últimos de Filipinas, cuyo director, justificando semejante aberración, no vacila en tachar a la película homónima de 1945 como “franquista”, quizá por enaltecer la figura de los héroes, y como su propósito es que no se parezca recurre a la ofensa gratuita a aquellos bravos soldados. Para ello se elige como guionista a un renegado del paraíso comunista cubano, que, además, había intervenido en la guerra de Angola. No cabe duda de que con ese historial era la persona adecuada para darnos a conocer nuestra propia historia. Su carencia de escrúpulos le llevó a incluir en el guión a un sacerdote “drogata”, a un sádico sargento, a una nativa filipina inexistente en la realidad, a unos mandos inútiles y a otras cuantas mentiras más. Terminó de culminar la faena la Conferencia Episcopal, que, a través del canal 13TV, subvencionó el bodrio, hecho que le resultó curioso hasta a El País, que escribía: Es muy desconcertante que la Conferencia Episcopal se haya implicado en una película tan poco devota de Dios y de la Patria y tan llena de rojos como “1898. Los últimos de Filipinas”. El consuelo que queda es que su principal productor, Enrique Cerezo, Presidente del Atlético de Madrid, y sus adláteres cosecharon un fracaso que les ocasionó pérdidas, lo cual celebro con alegría. Parece que muchos españoles son inteligentes y saben lo que es la manipulación de las izquierdas.