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Jorge López Teulón
Hace unos años un grupo de congregantes de Talavera de la Reina que estaban preparando el Camino de Santiago, realizaron la marcha de La senda de la Rubía que comienza en el abulense Puerto del Pico (1391 metros), límite natural entre el Macizo Central de la Sierra de Gredos y el Macizo Oriental. El camino se inicia con una suave y constante ascensión, discurriendo bajo el dominio de los picos de la Casa y la Fría, con la referencia constante de la ladera sur de Gredos y el pico de la Mira en el horizonte, hacia el oeste. Tras esta subida, se alcanza en la cota 1.600 metros, la pradera de la Rubía, que da nombre a la senda. Se puede acortar el recorrido, y hacerlo de ida y vuelta al puerto del Pico. Así lo hicimos para poder celebrar la Santa Misa junto al monumento a los caídos que se levanta majestuoso en el Pico y que se observa cuando se asciende y desciende por la carretera, paralelo a la famosa calzada romana. Allí sufrió el martirio el beato Damián Gómez, párroco de Mombeltrán (Ávila). Como dicen sus biógrafos el Puerto del Pico se convirtió para él en el Monte Calvario donde ofreció su vida. Fue beatificado, en Tarragona, el 13 de octubre de 2011.
A partir de entonces recibió sucesivos encargos en diversas parroquias de la diócesis, hasta que en 1911 llegó a la villa de Mombeltrán, primero como cura regente, después como ecónomo y finalmente como párroco, cargo que desempeñará hasta su muerte violenta en 1936.
Don Damián era ya apreciado por sus anteriores feligreses por sus buenas cualidades humanas y sacerdotales. En Mombeltrán, como buen pastor de su grey, derrochaba abnegación constante en el servicio a todos, y se mostraba muy inclinado a la comprensión y al perdón. Visitaba asiduamente a los enfermos, a quienes llevaba el consuelo espiritual y humano, socorriéndoles con largueza en la medida de sus posibilidades. Sacerdote de piedad profunda y sencilla, muy entregado al estudio y a la oración, era admirado por los sacerdotes de la comarca y por los habitantes de los pueblos cercanos, sobre todo por sus propios feligreses. Ponía especial interés y esfuerzo en preparar los actos litúrgicos de la Semana Santa, deseando que fueran días de gracia y de recogimiento espiritual. Con la colaboración de otros sacerdotes organizaba las llamadas misiones populares, que ayudaban a remover y acrecentar la vida piadosa de todo el pueblo, alegrándose de la masiva respuesta de sus feligreses en aquellos días de gracia y perdón. Por todas las villas del Barranco don Damián era conocido con el cariñoso nombre de El Cura del Valle.
En julio de 1936, don Damián llevaba 25 años en Mombeltrán. Siendo muy querido y venerado en toda la comarca, le complicaron la situación personas externas al pueblo. “Conmigo -decía- no se meterán. Les he favorecido mucho a todos. Además, ya soy viejo y estoy enfermo”.
Con estas palabras iba contestando a quienes intentaban hacerle ver el peligro que se avecinaba con rapidez. Pero iban a ser horribles y prolongados los sufrimientos que aguardaban a don Damián. Quizás ningún otro sacerdote abulense de los 29 martirizados durante el verano de 1936 fuera sometido a sufrimientos tan crueles y refinados: una muerte violenta y prolongada a un hombre de 65 años y muy enfermo. Nada de esto ablandó la saña inhumana de sus perseguidores.
El 19 de agosto de 1936 don Damián fue sacado, por unos milicianos, de la casa de unos sobrinos donde estaba hospedado. No le dejaron coger el bastón con que se ayudaba para caminar y le llevaron al comité republicano para declarar. En la calle había preparada una camioneta. Don Damián no podía subir por su cuenta y le ayudaron con fuerza y violentamente. Estaba muy enfermo y con mucho peso. A las doce del mediodía, con un calor agobiante, salen en dirección al Puerto del Pico. En la camioneta le insultan y le maltratan de palabra y de obra. Se burlan groseramente de él. Con sus fuerzas exhaustas pide a sus perseguidores un poco de agua, y como respuesta le dan a beber gasolina con un embudo, colocado de forma violenta en la boca. Por fin, llegan a la cumbre del Puerto del Pico. Le hacen bajar de la camioneta y engañándole se cae al suelo golpeándose fuertemente, con lo que se fractura una pierna. Le dejan completamente desnudo como vilipendio; es arrastrado y despeñado en la sierra, con crueles golpes y azotes, acompañados de soeces insultos a su condición sacerdotal. Nadie logró doblegar su admirable entereza.
Durante varias horas se iba prolongando su agonía. Nuevamente es subido a la camioneta. Como un cuerpo inerte y pesado. Y emprenden la bajada desde el puerto del Pico por la carretera que enlaza dicho puerto con San Esteban del Valle. Y, al llegar a un cruce de dos carreteras, entre Villarejo y San Esteban… Les iba resultando ya un estorbo. Finalmente, los tiros quedan terminan con la vida del bondadoso párroco de Mombeltrán. Serían las siete de la tarde de aquel caluroso día 19 de agosto.
El maltratado cuerpo de don Damián quedo insepulto. Los milicianos lo abandonaron. Unos cabreros de Villarejo se encargan de comunicar el lugar donde quedaban los restos mortales del cura del Valle. Sus restos fueron soterrados en el mismo sitio con carácter provisional.
Meses después, el 12 de octubre de 1936, el cadáver del beato Damián fue trasladado a Mombeltrán, su querida parroquia. Van a recoger sus restos mortales cuatro o cinco personas. Allí estaba el cadáver. En un pequeño barranco, junto a la cuneta. Una pierna completamente rota. También destrozados otros huesos. Habían intentado los milicianos comunistas arrancarle la lengua, por no haber conseguido que blasfemara… Y… lo que es más repugnante y diabólico… ¡le habían cortados sus genitales! Un tiro había atravesado el pecho de don Damián. Muy cerca del corazón. Otro, en la cabeza.
Colocados los restos en una caja de zinc, son trasladados a la parroquia de Mombeltrán, su querida parroquia. Colocados en un nicho del cementerio, el 23 de abril de 1942, fueron llevados a la iglesia parroquial de San Juan Bautista y colocados en la capilla de la Purísima, fundada por don Juan Manso Vivanco.
Parte de sus restos, descansan actualmente en una capilla de los Mártires en la Catedral de Ávila.