“EL PUEBLO QUE OLVIDA SU HISTORIA SE VERÁ OBLIGADO A REPETIRLA”
Ricardo Alba Benayas
Hace exactamente 33 años, concretamente en septiembre de 1979, escribía para el Diario el Alcázar, este articulo que titulé “La perenne lección de una Gesta”.
Todo lo que describía en honor de los defensores del Alcázar de Toledo y de la epopeya que inmortalizaron, permanece en el recuerdo y se agiganta su magnitud, con el paso del tiempo.
Sin embargo, los problemas que ya se percibían y que señalaba en él, como se puede apreciar, se han desbordado con creces.
La unidad de España se ha desgajado en reinos de taifas, la economía quebrada por la corrupción y el desmedido despilfarro de unos políticos sin escrúpulos, ha sumido en el paro a mas de cinco millones y medio de españoles, los asesinos de ETA ahora comparecen en elecciones “democráticas”, la eliminación de lápidas y nombres de calles para tratar de borrar el pasado se reforzó y acrecentó hasta llegar a una inversión total de la historia reciente con la aprobación, en 2007, de la ley de Memoria Histórica. En ningún momento hubiéramos querido tener razón por el bien de España, pero la deriva que tomaban los acontecimientos nos hacía vaticinar el riesgo que estábamos corriendo sin hacer caso de las advertencias del testamento de nuestro invicto Caudillo.
“No olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta. Velad también vosotros y deponed, frente a los supremos intereses de la Patria y del pueblo español, toda mira personal”
“Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria”.
Hoy 76 años después. “Honor a los héroes del Alcázar de Toledo” PRESENTES.
LA PERENNE LECCIÓN DE UNA GESTA
Diario “El Alcázar”
Septiembre de 1979
Ante el 43 aniversario de la liberación de Toledo y su Alcázar, es necesario más que nunca el recordar a la actual generación los ejemplos y lecciones de tan sublime epopeya.
Decía el entonces prelado de la Diócesis, cardenal Gomá, al tener conocimiento de la liberación:
“La gesta heroica que acabáis de añadir a la Historia de España no puede vaciarse en unas palabras. Una epopeya no se escribe en líneas, y vuestra defensa del magnífico Alcázar os ha puesto en el nivel de los héroes legendarios. Por vosotros Toledo se ha colocado en la misma serie de Sagunto, de Numancia y de Zaragoza. Os habéis batido como leones, como cachorros de león español. Habéis defendido vuestro Alcázar como si en él estuviese concentrada la vida, las esencias, la historia entera de la Patria querida. Teníais a la vista la frase grabada al pie de la estatua ecuestre del emperador que construyó el Alcázar: “Si veis caer mi caballo y mi bandera, levantad primero la bandera”. Vosotros veíais derrumbarse vuestro Alcázar; veíais sucumbir a vuestros hermanos de combate; pero no consentisteis que cayera la Enseña de la Patria que flameaba en esos torreones. Solo ella os será digna mortaja, con la Cruz de vuestra fe.”
Los defensores del Alcázar demostraron valor intrépido, genio indomable, voluntad incorrupta y sobre todo, fe, que hizo que se estrellara ante sus pechos de bronce, más fuertes que los espesos muros del baluarte, la metralla, el fuego y la dinamita. El enemigo no sabía que, igual que el acero toledano se templa en las aguas del Tajo, así se había templado el espíritu de los alcazareños en la corriente caudalosa de la fe cristiana y del patriotismo secular de los españoles de pura sangre.
La lección del jefe de la fortaleza, coronel Moscardó, emulando la gesta de Guzmán el Bueno, es una sublimación del amor a la Patria y es que Moscardó, como los infantes de la Academia toledana, cantaba en su precioso himno que retumbaba en las agrestes piedras del Valle: “Y de amor patrio henchido el corazón”.
Asimismo, cuando tras la voladura de uno de los torreones, aparece la bandera roja, un grupo de defensores, entablando lucha cuerpo a cuerpo, restituyen la roja y gualda de nuestra Patria, porque juraron con unción defenderla hasta derramar la última gota de su sangre para poder obtener el premio que la Patria devuelve agradecida en la frente dolorida: “El beso que recibió”.
¡Qué contraste el que ofrecen nuestros gobernantes en la actualidad! Entregando y vendiendo a España por parcelas para mantenerse en las poltronas o para obedecer a consignas foráneas. Mientras, los españoles caen asesinados por la ETA o el GRAPO. Mientras, el hambre producida por el paro creciente empieza a sentirse en muchas familias. Mientras, la incertidumbre del mañana ahoga a muchos. El jefe del Gobierno no hace heroicidades como Moscardó, no sufre con su pueblo, se marcha a Mallorca y veranea en un yate de bandera inglesa.
La clase política actual parece no poseer otro empeño que el de eliminar las lápidas y los nombres de las calles que recuerdan el reciente pasado histórico que capitaneó Francisco Franco, olvidando que la historia de un pueblo no se borra eliminando los monumentos que los perpetúan, sino mejorando sus obras y sus hazañas.
Quienes así obran, deben saber que sobre las piedras y recuerdos que eliminan, se alzarán otros mucho más fuertes y poderosos que crearán una nueva historia, de la que todos los que así han obrado quedarán, por su cobardía y traición, totalmente descalificados.
Dos frases cerraron el capítulo vivo de la epopeya “Sin novedad en El Alcázar” y “Mi general, le entrego el Alcázar derruido, ero el honor ha quedado intacto”. Franco, ante palabras tan cargadas de contenido moral y patriótico, no pudo menos que exclamar: “Ahora sí que se puede decir que hemos ganado la guerra”. La última de las frases del coronel Moscardó ha sufrido, en los momentos actuales, una inversión en boca de unos hombres claudicantes y perjuros: “Os entregamos la España reconstruida por la paz de Franco, porque hemos perdido el honor de defenderla”.
Los caídos de El Alcázar de Toledo, como tantos en nuestra Cruzada, hicieron de sus vidas sesgadas unas gavillas bien granadas y apretadas, convirtiéndolas en semilla que cayese en el surco, “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo, pero si muere llevará mucho fruto” (S. Juan 12, 24)
La sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido estéril ni la traición. Que el ejemplo de los españoles que hicieron posible tan heroica gesta sirva en la hora presente de hermosa y generosa lección y digamos, imitando a José Antonio: “Hermanos, para vuestra alma, la paz; para nosotros, por España, adelante”. Y recordemos para ellos, en señal de juramento, el poema de “La Bestia y el Ángel” diciendo:
Muertos de España:
No hozarán los cerdos sobre vuestros sepulcros;
ni los nombres de vuestros hijos pisará el traidor.
Porque sois la sementera,
la palabra y el sol
¡Patria quiere decir tierra de padres!
¡Por los muertos tenemos vida y el honor!
Ante este 43 aniversario, que supone, en el caminar de una generación, muchos cambios en el horizonte, puestas de sol y singladuras de fatiga y paz, cuando esa generación condecorada mayoritariamente por la paz del sueño eterno o por el platear de sus canas contempla el espectáculo actual al que han sumido su sacrificio y su entrega, se preguntarán si su esfuerzo fue inútil o engendraron una legión de cobardes.