Onésimo Redondo lanza el grito de redención nacional, por José Luis Jerez Riesco

 
18 de julio de 1936:
Valladolid “Capital del Alzamiento” 
 
 
 
 
José Luis Jerez Riesco  
 
 
 
 
   La vieja ciudad castellana fue el núcleo adalid de patriotismo y reconquista desde el mismo año de la implantación, con malas artes y tramposos resultados, donde los perdedores de los comicios del 14 de abril de 1931 impusieron un cambio de régimen forzando la nefasta Segunda República. Un hombre de leyes, adusto y recio, Onésimo Redondo, el día 1 de junio lanzaba el combativo semanario “Libertad”, que aglutinó en su derredor a una joven generación rebelde y sana de estudiantes y hombres de labranza, con los que el 9 de agosto  formaba las efímeras Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, con una consigna clara y contundente “¡Castilla salva a España!”, que antes de fin de año se integraban en las legendarias J.O.N.S., las aguerridas Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, decididamente  dispuestas a consolidar una falange de españoles resueltos a defender la vida civilizada de España.  En el número del semanario “Libertad”, publicado el 11 de abril de 1932 coincidiendo con la efeméride del primer aniversario de la República, se daba la voz de alerta con el elocuente titular premonitorio “Nueva política. Como se realiza hoy la guerra”, en el que ya podía leerse “la guerra se avecina; la situación de violencia es inevitable (…) Es necio rehuir la guerra cuando con toda seguridad  nos la han de hacer. Lo importante es prepararla para vencer. Y para vencer, será preciso, incluso, tomar la iniciativa en el ataque”. Preferían ser mejor ariete y punta de lanza que guerreros de retaguardia instalados en los cuarteles de invierno. Ese espíritu fue una constante.
 
 
   Los jonsistas vallisoletanos, bajo el pulso firme del Caudillo castellano se fraguaron, en aquellos tiempos broncos, en la lucha reivindicativa por la exigencia de los valores sempiternos con coraje, sin tregua ni desmayo. Las nuevas escuadras repelen con contundencia el acoso y la agresión que se desata contra ellas plantando cara frente a todas las adversidades imaginables. A pesar del compromiso, la jornada del 10 de agosto de 1932 queda frustrada. El destierro de Onésimo a Portugal no amilana a los grupos de choque en ciernes que ya se habían fraguado en la lid. El florecimiento de Falange Española, en octubre de 1933, con renovados bríos a los que se incorporan las JONS en febrero de 1934, en una simbiosis magistral,  revitalizan las nuevas vanguardias nacionales en la ciudad del Pisuerga donde, el 4 de marzo de 1934, se escenifica en el Teatro Calderón la alegoría, la palabra y el verso de la unidad y del compromiso con la Patria con afirmaciones rotundas e irrenunciables. Cuando tras las anómalas elecciones de febrero de 1936 el Frente Popular se encarama en el poder se desata y alienta por los nuevos mandarines  el germen de la discordia y el aniquilamiento de todo bastión de resistencia y sentimiento patrio.
 
   Los jonsistas de Valladolid no se amilanan ante el embate faccioso gubernamental y plantan cara al régimen de terror que se apodera de todos los resortes. El 7 de marzo de 1936, festividad de Santo Tomás de Aquino, patrón de los estudiantes, Onésimo Redondo preside, con aquel puñado de jóvenes insurgentes del Sindicato Español Universitario, un almuerzo en el Hotel Castilla de la ciudad en donde a los postres pronuncia una breve y significativa arenga de abierto desafío a los donceles que le escuchan: “Oriente ha declarado la guerra a Occidente: Moscú se dispone a adueñarse de nuestra Patria. La juventud debe permanecer  en constante guardia, Falange vigila al enemigo y anunciará sin vacilación el momento decisivo. Fijaos bien, camaradas, en la importancia de cuanto os digo: pronto llegará el día de la batalla y entonces ni libros, ni novias, ni padres, ni hogar pueden ser lazos que nos aten o nos sujeten; cuando se trate de la recuperación de España solo la guerra absorberá todos nuestros esfuerzos”. Se clausura y sella, a partir del 14 de marzo, la sede de la Falange y se declara por el Gobierno, arbitrariamente,  a la organización fuera de la ley. Las redadas de los jóvenes militantes no se hacen esperar.
 
 
   La represión se generaliza y lleva a los calabozos a lo más granado de aquella juventud vallisoletana  con ansias de justicia e irreductible amor patrio. Pronto les acompañará en el infortunio su jefe,  detenido el día de San José en el café “Cantábrico”, punto de encuentro junto a la Plaza Mayor de las huestes falangistas, encarcelado en la celda número 11,  el 20 de marzo de 1936, junto con 41 falangistas que pueblan los aposentos penitenciarios, con arrestos incesantes y apresamientos sin tregua. El día 26 de marzo otra avalancha de falangistas ingresaban en el centro de detención. En menos de dos meses los privados de libertad de la organización superan con creces el centenar, que convierten los recintos de reclusión  en su forzado cuartel general, entre barrotes, galerías, patios y rastrillos. El jefe provincial Teodoro Giménez sufría encarcelamiento en Alcazarén, en Geria eran 40 los detenidos, en Olmedo se elevaban a 11 y 3 en Alaejos mientras que en bolaños del Campo se contabilizaban 9 los privados de libertad. Onésimo se encarga de mantener la moral para el Alzamiento que se avecinaba entre aquella cumplida centuria de camaradas que sufre los rigores del presidio y de configurar la organización para la lucha en la más estricta clandestinidad.
 
 
   Ante la privación de celebrar la misa dominical en la cárcel, los falangistas se plantan y su actitud de encendida protesta hace rectificar la decisión de los funcionarios de prisiones. Los primeros días de abril se elabora un fichero de afiliados que arroja un número aproximado a los mil cien inscritos, en orden de milicia y dispuestos al riesgo necesario.  Se recrudecen las batidas y se despliegan las operaciones policiales y las redadas. El 21 de abril son otros 19 los que pasan a engrosar la relación de los detenidos, pero inasequibles, internos gubernativos.
 
 
   A pesar de las serias dificultades e intransigencias del aislamiento impuesto Onésimo Redondo consigue establecer contacto con los militares comprometidos con la causa de España y enlaza, por medio de los capitanes Gonzalo Ortiz y Casiano Velloso, con el comandante de Artillería Gabriel Moyano Balbuena. Simultáneamente, por medio del letrado Elías Iglesias y de Faustino Belloso, que actuaban de enlaces, mantiene relaciones epistolares con José Antonio Primo de Rivera , igualmente preso en la Cárcel Modelo de Madrid, y con su hermano Fernando Primo de Rivera, Jefe Nacional interino de la Falange. 
 
 
   El 2 de mayo de 1936 no pasa desapercibido para los falangistas que se albergan hacinados en  la prisión provincial. Onésimo les congrega y habla para explicarles la lección histórica del levantamiento contra los invasores franceses al ser el aniversario de la histórica fecha que fue el detonante de la Guerra de la Independencia y aquel mismo día se compuso una nueva canción de guerra desde entonces conocida por las primeras frases de sus estrofas; “Amanece para mí…”, que pronto se popularizó y entonó en los primeros días del glorioso Alzamiento Nacional. A pesar de su enclaustramiento consigue Onésimo filtrar y publicar alguno de sus escritos en el “Diario Regional”, manteniendo vivo el fuego del Movimiento que pone a punto  y reestructura en unidades prestas para el combate en forma de “células” asignadas para los afiliados de la segunda línea y “escuadras” unidades básicas para aquellos camaradas de la primera posición, ambas bien compenetradas.
 
 
   El 25 de junio, de forma sorpresiva, Onésimo Redondo es trasladado durante la noche, a las tres de la madrugada, en una cuerda de presos, con 18 de sus camaradas más significativos, a la prisión de Ávila para tratar de descabezar y dispersar a la militancia, intentando descoyuntar con esa medida de irradiación imprevista todo el armazón operativo. Antes de la fecha señalada para el estallido del Alzamiento, Onésimo imparte instrucciones por medio de su enlace para afianzar el éxito del Levantamiento Nacional. En Valladolid la decisión de alzarse en armas se toma en el cenit solar del mismo 18 de julio, en una reunión celebrada en el domicilio del comandante Moyano, en la que están presentes varios militares junto con los camaradas falangistas Elías Iglesias, el enlace de Onésimo Redondo, José María Gutiérrez, Suarez Granda y Paulino Suárez que fijan la hora crucial y definitiva para las cuatro de la madrugada del día siguiente. La orden para dar comienzo a la epopeya fue recibida, según lo convenido, por el capitán Silvela por teléfono, desde Madrid, con el mensaje esperado: “De parte de don Domingo -nombre clave con el que se refería al coronel Galarza-, que la recomendación que usted ha hecho ha quedado total y absolutamente cumplida”. Era la señal inequívoca y los términos precisos que se aguardaban con impaciencia.
 
 
   Fue medio millar de falangistas el que las vísperas del Alzamiento se concentran en el Monte Torozos procedentes de ciudades, pueblos y aldeas de la región dispuestos a intervenir y cumplir con su deber al primer aviso. Se adelantan, no obstante los planes, por el chispazo protagonizado por  los Guardias de Asalto cuando agrupados y formados en la Plaza de Tenerías se les quiere evacuar a Madrid para dejar desprotegida la ciudad a merced de los milicianos frente-populistas y lo impiden el cabo falangista Hernández, el capitán de Caballería Pereletegui y el de Artillería Beltrán, junto con el teniente de Asalto Cuadra. Los oficiales intervinientes y un puñado de falangistas recorren a continuación la calle de Santiago entonando el himno falangista y dando vítores a España para soliviantar a la población enardecida y expectante.
 
 
   Varias escuadras falangistas, comandadas por Girón de Velasco, toman el edificio de la CNT, donde tienen dos bajas; otros muchachos de la primera línea acompañan al teniente Sanz y el teniente de Asalto Cuadra para hacerse cargo de los edificios de Correos y Telégrafos, la Central Telefónica y el Hotel Francia, donde se hallaba ubicada la emisora de radio desde donde lanzan proclamas patrióticas y transmiten a los ciudadanos que “Las JONS se han apoderado de la estación emisora de Valladolid. Nadie haga caso al Gobierno antiespañol de Casares Quiroga. Sabremos arrollar al marxismo. ¡Arriba España!”. Otros voluntarios falangistas se dirigen para incorporarse  al Cuartel de San Quintín.
 
 
   En Valladolid, los presos falangistas fueron liberados por sus camaradas a las dos y media de la madrugada del día 19 de julio. Por la mañana una centuria de Falange, a las órdenes del capitán Ortiz, se colocaba frente al Ayuntamiento y tras un intenso tiroteo se ocupa el edificio Consistorial y a continuación la casa del Pueblo, colocándose la bandera Nacional y la de Falange en los emblemáticos bastiones liberados.  
 
 
   En la cárcel de Ávila permanecieron los falangistas vallisoletanos hasta el 19 de julio cuando  fueron liberados con los primeros rayos del día asistiendo a una primera misa de acción de gracias en la catedral abulense, antes de emprender el camino en grupo hacia Valladolid donde entraron a paso marcial, pasadas las cinco de la tarde, para incorporarse, sin pérdida de instante, a los avatares de la nueva Cruzada de Liberación Nacional.
 
 
   El primer encuentro oficial del jefe de la Falange de Castilla lo mantiene con el general don Ángel Saliquet Zumeta, que había firmado el bando declarando el estado de guerra  y los jefes y oficiales insurgentes para, a continuación, reunirse con los cuadros y mandos de la Falange, a fin de cursar las pertinentes órdenes y organizar todos los pormenores. Antes de retirarse a descansar en aquella afanosa jornada, desde los micrófonos de la Radio EAJ-47 Valladolid se dirige a la población con una vibrante alocución para poner en pie el alma castellana al servicio de la Patria en aquella histórica fecha de exaltación nacional, en cuya proclama señala con legítimo orgullo: “El resultado de la lucha no puede ser incierto; es el Ejército el que la conduce, y contra el Ejército nadie puede. Locura y necedad es pensar otra cosa. Y al lado del Ejército -¡anotadlo todos!- anótenlo sobre todo los que alimentan la esperanza de resurgir, está Falange Española de las JONS. Estas camisas que se han ofrecido por millares albergan pechos que ya no se retirarán sino con el triunfo o con la muerte. Estamos entregados a la guerra y ya no habrá paz mientras el triunfo no sea completo. Para nosotros todo reparo y todo freno están desechados. Ya no hay parientes. Ya no hay hijos, ni esposas, ni padres: sólo está la Patria (…) Sabemos exactamente lo que la Patria quiere recobrar en estos instantes: que no es menos que recobrarse a sí misma. Había dejado de existir España y éramos una dependencia humillada de toda escoria, de toda secuela de ideologías fracasadas y groseras. Éramos una colonia de Rusia, que es como decir colonia de la barbarie organizada. La gran emoción creada por Castilla era, al parecer, un espectáculo de ruinas y fealdad. Ahora el Ejército ha salido por España, y del brazo de Falange, en la lucha civil de estos días, alumbramos al ser una España nueva en la que habrá de nuevo paz, pan y alegría familiar y cristiana (…)
 
 
   El día 20 de julio el Jefe falangista vallisoletano se instala en la Academia de Caballería junto a la plana mayor del Ejército, donde instala el banderín de enganche de los voluntarios. Una Centuria formada por 94 falangistas, al mando de José Antonio Girón de Velasco, parte desde el Cuartel de San Quintín, formando parte de una columna, hacia el frente del Alto del León en la Sierra de Guadarrama, que por su gesta y bizarría se pasó a denominar de los “Leones de Castilla”. Aquella mañana se celebró el entierro del falangista Emeterio Estefanía, el primer caído  del Alzamiento en Valladolid.
 
    El día 22 de julio Onésimo Redondo trabajaba con un esfuerzo titánico organizando  la avalancha de voluntarios que demandaban su alistamiento en las filas de la Falange y ocupándose de la propaganda, para lo cual redactó la siguiente octavilla:
 
   “A toda la tierra de Castilla y León. Valladolid repleto de júbilo por su honrosa victoria sobre el Gobierno antinacional, saluda a las ciudades y demás poblaciones hermanas de esta región.”
   Salimos al paso de unas necias especies lanzadas por la radio de Madrid sobre supuesto bombardeo de esta ciudad y rendición de la misma. Es increíble que todavía se juegue así con la credulidad de los pueblos. Quienes con tanta infamia mienten, dan hasta el final pruebas del desprecio que les inspira el país que tenían tiranizado. Valladolid se cree la primera ciudad de España en fe y en júbilo nacionalsindicalista. Nuestras Centurias han pacificado la provincia, pasean en triunfo la capital y se destacan animosas hacia Madrid y otras provincias castellanas… ¡Arriba España!
JONS de Valladolid.
Valladolid, 22 de julio de 1936”.
 
 
   Dos nuevas centurias, bajo el mando de Luis González Vicent, emprenden la ruta hacia la capital de España que serán quienes asciendan al Alto del León al día siguiente para reforzar a sus camaradas jonsistas parapetados entre los riscos y peñas escarpadas y a los demás combatientes militares. Onésimo les acompaña hasta el frente para insuflar el espíritu desbordante que les anima. Se despide de ellos con un “¡Hasta mañana que volveré a estar con vosotros!” y regresa de nuevo a Valladolid para seguir con su ingente tarea. Se le escucha por la radio aquella misma noche alentando a los valientes: “¡Que nadie desmaye; que nadie tiemble! ¡En la lucha que se ha entablado, los cobardes son más despreciables que los traidores!”.
 
 
   El último texto que redactó y dató el mismo día que encontró la muerte en la senda del honor estaba dirigido “A toda la tierra de Castilla y León” y se expresaba en los siguientes términos:
 
La Patria resucita como siempre se crearon los imperios: entre el ruido victorioso de las armas. Castilla asiste con júbilo frenético a esta explosión inesperada de grandeza y de justicia. Sentimos que el ser de España envejecida se renueva con su mejor estilo. España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como región capitana. Esos puertos del Guadarrama que se estremecen con el avance duro de los infantes y artilleros castellanos, lanzan sobre Madrid el aviso histórico de que su perversión y sus errores van a terminar. Redimiremos a Madrid de sus enemigos de dentro y a nuestra tierra de una pesadilla antigua. Ya no será Madrid la ciudad incomprensiva y alejada de los intereses de Castilla. Labradores castellanos: en estos días se ventila y asegura vuestro porvenir. El Ejército y la Falange luchan por vosotros. Asistidnos con vuestro tesón y vuestra fe. ¡Arriba España!
JONS de Valladolid”
 
 
   El 24 de Julio, cuando Onésimo regresaba de nuevo hacia la primera posición de fuego en el Puerto de la Sierra de Guadarrama, para alentar con su presencia a los bravos combatientes, en el pueblo segoviano de Labajos, halló la muerte en acto de servicio al encontrarse accidentalmente con un grupo de la FAI de la columna Manglada que merodeaba entre líneas y estaban repostando gasolina en la camioneta que los transportaba, al ser confundidos los milicianos con combatientes falangistas por los colores rojo y negro de sus divisas.
 
 
   La muerte prematura y heroica de Onésimo, en pleno avance de las banderas victoriosas, se produjo mientras la Falange  escribía, con sangre y gloria, una página laureada de nuestra reciente Historia. Gracias a su labor de adelantado, tesón e inteligencia, Valladolid pudo orgullosamente soñar con el título de haber sido nominada “Capital del Alzamiento” grabado en los anales de la Historia Contemporánea.
 
 

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