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Conozco que hay quienes, deslumbrados por el exterior, nos tachan de distanciarnos del pensamiento político de Occidente, de ese mundo viejo que todavía estira su planeo; y en verdad no ha dejado de preocuparme el que tantas personas de valía que rigen a los países del Occidente no hayan sabido enjuiciar el verdadero problema y prevenir el futuro; pero, sin duda, las pasiones políticas y los intereses de partido no les permiten ver el horizonte. Si reconocemos vivir bajo una guerra política, los medios para luchar han de ser inminentemente políticos. Lo interesante en estos momentos de evolución del mundo de mañana. Si los otros se empeñan en mantenerse estáticos, nosotros debemos sentirnos fuertemente dinámicos.
Examinemos cuál es la situación: está claramente reconocido el que las guerras aceleran la marcha política de los pueblos y que la evolución del pensamiento político en Europa es ya una realidad, aunque se disfrace todavía con sus viejos rótulos. ¿Qué otra cosa son los planes de desarrollo, la utilización de la empresa pública, el mercado en común y tantas intervenciones en la dirección económica de las naciones, ante cuyas realidades aún ayer se rasgaban sus vestiduras los gobernantes? ¿Qué podemos decir del reconocimiento social de nuestra era y la subordinación progresiva a lo social de todo lo político? Más pasemos revista a las fuerzas que en esta guerra política se enfrentan.
(31-XII-1963: Mensaje de fin de año.)