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Así vemos como en la conmoción que el mundo sufre, el futuro no aparece todavía claramente resuelto. Existe un anhelo de proyección y mejora de la estructura política, un intenso sentimiento de insatisfacción y un colectivo estado de conciencia que exigen modificaciones y avances; pero frente a todo esto sólo dos soluciones se ofrecen: o la capitalista y liberal, gastada y que las masas repudian, o el sistema materialista del ideario comunista, con la esclavitud del hombre bajo el terrorismo policiaco. Lo que aquél tiene de estático, éste presenta de dinámico. Por ello, es necesaria una tercera posición: la que, salvando los valores y libertades del mundo que fue, ofrezca soluciones óptimas a las necesidades espirituales y a los anhelos económico-sociales del mundo mañana.
Sin embargo, en un mundo en que predominan las ideas de tipo materialista, anticolonialista, antidogmáticas, de indiferencia religiosa, de libertinaje de expresión, de tendencia a la creación de grandes espacios económico-políticos superiores a la nación, los pueblos se nos presentan cansinos, apáticos, resignados, inconscientes de ser sumergidos por la ola de la nueva barbarie.
Este triste escepticismo que el mundo nos ofrece y los errores que todos los días se acusan en su dirección, nos obligan a afianzar nuestros valores espirituales y nacionales, a mantener enhiestas nuestras banderas, a actualizar y renovar nuestras razones y a hacer cristalizar en fórmulas simples y eficaces el deseo impreciso que circula con mayor fuerza de atracción por todo el tejido social.
Hay quienes, por haber disfrutado la paz venturos de estos veinticinco años, creen estar viviendo, ideológica e institucionalmente, dentro de un marco felizmente superado, cuando la realidad es muy distinta; si las necesidades de ayer se centraban en los problemas nacionales inmediatos y en la transformación de nuestra sociedad para proyectarla hacia el futuro, no por haber vencido las primeras etapas la tarea ha sido dominada. Son muchos los problemas que se juegan para el porvenir de la Patria para que podamos considerar alcanzadas las metas que las necesidades de la vida de España exigen, pues a las perspectivas inherentes a lo nacional, se unen hoy las que nos depara el mundo internacional, esa conmoción política que amenaza al Occidente y a la que, en general, no saben darle una solución que la supere, El progresivo número de crímenes, suicidios y síntomas de descomposición que en el mundo occidental se registran acusan el grado de desesperación a que los pueblos han llegado, que sólo podrá corregirse volviendo al camino de la fe religiosa y llenando el gran vacío que el materialismo ha abierto y por el que, antes o después, el mundo tendrá que volver.
(8-VII-1964: Cortes Españolas. – Inauguración VIII Legislatura.)