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Gobernar es tener en cuenta las realidades nacionales. El sindicalismo constituye la expresión espontánea y natural de lo real en lo económico y social de los sectores productores de una nación. Nacen los Sindicatos horizontales para la defensa de sus intereses y son empleados como armas de combate por patronos y obreros para el mantenimiento de su lucha de clases.
La aspiración de la mejora y de la seguridad social que los Sindicatos obreros suelen perseguir es legítima y superior al interés de esa clase. La defensa y la existencia de la empresa de producción no es tampoco de interés exclusivo de los empresarios sino también de los obreros y de toda la nación.
La lucha de clases es dañosa para la Patria, ruinosa para la producción, perjudicial para empresarios y obreros e inadmisible en los tiempos modernos. Todas las batallas acabaron siempre en la esterilidad y en la necesidad de un entendimiento. El orden y la paz son indispensables para el progreso económico. La agitación política mezclándose a la lucha de clases las empujó siempre a la subversión del orden establecido.
El que nuestro sindicalismo, teniendo en cuenta estas realidades, una y concilie lo que ayer estaba enfrentado, constituye la empresa más grande y más feliz que pueda acometerse.
La presencia del elemento técnico en el Sindicato y el que éste participe, a través de sus representantes, en la legislación social y económica, es abrirle vida y horizontes nuevos.
Si, por otra parte, el Sindicato logra, como yo espero, la elevación intelectual de nuestras clases laboriosas, la obra alcanzará su plena eficacia.
Había que salvar las esencias de lo social. Evitar con la unidad la lucha fratricida entre organizaciones sindicales distintas. Su explotación política por aventureros y politicastros; el redimirla de agitadores extranjeros que pretendían aniquilar nuestra economía, y que se sacrificase lo social a lo político, convirtiéndolos en ariete para la destrucción de la Patria; impedir que se convirtiesen en escuela de activistas y de crímenes, y suprimir para siempre la traición y la venta de sus dirigentes, salvando lo social sin menoscabo de lo espiritual y de lo patriótico.
Solo los que conocieron la matanza de patronos y obreros en la Ciudad Condal en las viejas luchas, las persecuciones del P.O.U.M. en Cataluña y los crímenes de las chicas sindicales durante nuestra guerra, podrían comprender todo el peso de nuestras razones.
Francisco Franco Bahamonde
(1V-1959: Declaraciones al Director de “Pueblo”)