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Todo movimiento científico, en efecto, precisa enraizarse en la propia esencia de la política de los pueblos y por ello reclama el concurso de un estado de opinión que valore suficientemente sus efectos y sus exigencias. La difusión de la ciencia es un problema que ofrece singular relevancia en cualquiera de sus niveles. El conocimiento de los progresos científicos, aun entre los hombres de la misma especialidad, movilizan nuevos sistemas de documentación para agilizar la consulta en esa enorme acumulación bibliográfica que hoy se produce; el acercamiento a la industria de los resultados de la investigación que puedan ser motivo de aplicación, preocupa a todos los pueblos en un objetivo de acortar lo más posible la distancia entre el descubrimiento científico y su posible aprovechamiento; pero la divulgación de la ciencia hasta llegar al hombre medio se hace ya necesidad imperiosa en una formación cultural íntegra.
La idea de unos cursos científico s para los no científicos, puesta en práctica por algunos países es, sin duda, un remedio a esta sentida exigencia; pero es, en todo caso, preciso una difusión más vulgarizada a través de la Prensa y los medios audiovisuales, sin descuidar en ella la indispensable conexión entre las ciencias naturales y las del espíritu, sublimadas en una preocupación última por el hombre y su destino.
A la Universidad cabe la gloria de promover la reacción en cadena de esta expansión científica. Ha sido obra de los universitarios y, a través de ella. Se enlazan unas culturas con otras en una auténtica comunidad de naciones, que ofrece oportunidad única para influenciar la historia de Occidente. Porque hoy existen grandes áreas de la investigación científica que, por no ser accesibles a todos los países, obligan a acciones conjuntas, y otras en las que se requieren planes coordinados para alcanzar un avance en el conocimiento. Inteligencia entre los hombres y los pueblos a través del saber, la más noble de las manifestaciones humanas, puesta al servicio de la convivencia y la comprensión.
Francisco Franco Bahamonde
(27-VII-1965: Universidad de Santiago de Compostela.)