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Ya en el discurso que pronuncié al entregar a la nación el decreto de Unificación, afirmaba que la unificación no quería decir conglomerado de fuerzas ni concentraciones gubernamentales, ni uniones más o menos patrió-ticas o sagradas, pues no era nada inorgánico, fugaz ni pasajero lo que pedía en aquella hora en nombre de España y de cuantos caían y se sacrificaban en los frentes. Afirmé también entonces que la unificación suponía la marcha hacia un objetivo común, tanto en la fe y en la doctrina como en su forma de manifestarlo ante el mundo. Es decir, que el Movimiento Nacional, que entonces concordé como organización política del pueblo español, afirmado y legitimado por la voluntad de ese pueblo, expresado en la forma más viril y heroica, tenía una misión permanente, un quehacer constante: asegurar al país la permanencia de los principios por los que se luchaba y moría; era la continuidad fundada en la gran tradición histórica del pueblo español y enraizada en la realidad social de nuestra época.
Francisco Franco Bahamonde
(17-VII-1956: Madrid.—Consejo Nacional del Movimiento.)
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