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Cuando un año termina con la alegre esperanza de un año nuevo, pido a todos los españoles que se entreguen a la tarea, que no es sólo obra de gobernantes, sino que tiene que ser empresa nacional, de seguir la construcción de ese Estado cristiano, que puede ser ejemplo para la gran familia humana y consuelo para el Vicario de Cristo.
Si miramos a la situación del mundo actual lo vemos lleno de tensiones, que periódicamente vienen engendrando peligrosas crisis. Nos encontramos con los hombres lanzados a un proceso terrible de gastos militares, que no sólo nos acercan a límites peligrosos de inestabilidad de la paz, sino que constituyen una verdadera sangría de recursos aplicables al desarrollo y progreso de la Humanidad. Por ello, contemplamos hoy la paradójica situación de que, habiendo sido movilizadas en el mundo sumas tan inmensas de dinero, haya muchos millones de hombres enteramente desamparados y sumidos en la miseria y la ignorancia. Su Santidad y el Papa ha dado, con motivo de su visita a las Naciones Unidas, un nuevo y admirable testimonio de que a la Iglesia de Cristo no le son en absoluto ajenos estos problemas del hombre, y que ella «experta en humanidad» —como asimismo señaló nuestro Pontífice—, sabe salvar cualquier distancia y dar un paso hacia adelante do se trata de cumplir la tarea que le fue encomendada. La paz internacional verdadera sólo será posible si se edifica sobre el respeto mutuo y la renuncia a la fuerza y a la injerencia en los asuntos internos de las naciones. Es necesario que se analice de manera objetiva y profunda la causa de esas tensiones para que puedan ser aisladas y tratadas a fondo hasta que desaparezcan.
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1965: Mensaje de fin de año.)