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Hemos dado pasos verdaderamente importantes en el perfeccionamiento de las instituciones políticas con la incorporación activa del pueblo a las tareas públicas y en esta dirección hemos destacado notabilísimamente el papel social que corresponde a la familia. Está claro nuestro propósito de seguir adelante nuestro perfeccionamiento político, pero sin comprometer el principio de autoridad, tan importante en un pueblo como en una familia y que tanto nos costó recuperar en España, después de largos períodos de desorden y anarquía. La política, siendo fiel a unos principios espirituales, comunes a todos los pueblos de raíz cristiana, es diversa en cada país, del mismo modo que es diverso el carácter de los problemas de cada familia y, por tanto, la forma de resolverlos. No admiten, por consiguiente, soluciones mágicas o fórmulas universales. Por ello, nosotros, convencidos del valor supremo de la libertad y también de la necesidad de una autoridad firme para mantenerlos en beneficio de todos, en forma estable y ordenada, hemos creado nuestras instituciones y sistemas mirando a nuestro pueblo, a los hombres con que contamos, a las necesidades y criterios de nuestras familias, y no seguimos, ni seguiremos nunca el erróneo camino de trazar estructuras que, ideales en el papel, luego pudieran resultar inviables a la hora de aplicarse, arrastrando las consecuencias de poner en peligro la seguridad que España necesita para llevar adelante sus propósitos de resurgimiento. En el orden político-social hemos tenido una gran satisfacción en el año que termina con la promulgación en 27 de marzo de la gran Encíclica «Populorum Progressio», que vino a respaldar con su doctrina cuanto veníamos practicando durante treinta años; sus líneas generales para el desarrollo de los pueblos, la toma de conciencia de la cuestión social, la inquietud por el desarrollo integral del hombre, la atención a su salud física y moral, la redención del analfabetismo, la extensión de la cultura y la igualdad de oportunidades, la nivelación de las desigualdades sociales, la marcha hacia condiciones de vida más humanas, los principios sobre la propiedad y el uso de la renta, sus impugnaciones contra los abusos del liberalismo, el concepto sobre el trabajo y la conveniencia de la planificación, son principios en ella mantenidos para nosotros tan familiares, que han caracterizado toda nuestra obra durante tres décadas. ¡Que alegría no ha de producirnos el ver tan altamente confirmadas nuestras soluciones!
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1967: Mensaje de fin de año.)