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Autoridad política y progreso social, son los recios pilares de la organización de nuestro Estado. Hemos de demostrar cada día al mundo que puede avanzarse por el camino de la justicia social, de la igualdad de oportunidades, de la nivelación de las clases, sin una sola concesión a la demagogia y al desorden; sin consentir que las llamaradas de odio abrasen el bosque nacional; sin tolerar que los españoles se vuelvan unos contra otros convertidos en hermanos enemigos. Hemos de demostrar también, con la misma nitidez, con la misma contundencia incontestable de los hechos, que un moderno Estado con autoridad no es un Estado arbitrario, ni un Estado brutal, ni un Estado policiaco, ni un Estado dictatorial. Un moderno Estado con autoridad puede ser, y España lo es, un Estado de Derecho, en el que los ciudadanos sientan garantizados sus derechos civiles, protegida su vida, su hacienda, su familia, su trabajo, su deseo de vivir como les acomode, dentro del respeto al bien común y al de cada uno de sus compatriotas. Un Estado con autoridad plena sobre los intereses individuales y de grupo, de los que no depende su existencia y da a cada uno lo que es suyo; está en cada momento en condiciones de decir «no» , tanto a las irresponsables reclamaciones de la demagogia como a las solicitudes de los grupos de presión de los poderosos. Todo esto es posible gracias a un Poder Ejecutivo que ha sido y seguirá siendo vigoroso y eficaz, y a un Poder Judicial de una integridad e independencia absolutas que castiga o absuelve al particular o al Estado, a la Corporación o al individuo, sin otro norte ni otra mira que la recta aplicación de la ley.
Francisco Franco Bahamonde
(17-XI-1967: Inauguración de la IX Legislatura de las Cortes Españolas.—Madrid.)