Ángel Maestro, “el hombre que sabía demasiado” sobre el comunismo

 
 
Carmelo López-Arias
El Semanal Digital 
 
 
 
   Cuando los más conspicuos analistas de la política internacional, dentro o fuera de España, hablaban de “sorpresa” ante tal o cual movimiento en las alturas del Partido Comunista chino o en los pasillos del Kremlin, o cuando en la carrera del poder de Pekín o Moscú aparecían nombres catalogados por los expertos como “imprevistos”, los lectores más atentos de El Semanal Digital podían sonreírse: Ángel Maestro los había anunciado meses antes desde las páginas de este periódico, con la sencillez y la humildad que le caracterizaron siempre en su doble faceta de politólogo y periodista.
 
El comunismo, sin secretos
 
   Conocía a fondo la mentalidad de los servicios secretos comunistas y postcomunistas: de sus miembros, de su organización, de su cultura. Y había superado la barrera idiomática, infranqueable muralla para otros. Sus fuentes, trabajadas sobre el terreno, le permitían disponer de datos que interpretaba y encuadraba a salvo de prejuicios e intoxicaciones.
 
   En su condición de estudioso del comunismo histórico (al que se acercaba sin esos complejos de inferioridad tan habituales) realizó aportaciones de sumo interés, como el ensayo ¿Asesinó Stalin a Lenin? o su interpretación biográfica de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, publicada en un único volumen, pero en paralelo, con la divergente interpretación de Santiago Carrillo.
 
   Gracias, asimismo, a su perseverancia, se dio a conocer el trascendental testimonio de Francisco Félix Montiel sobre el final de la Guerra Civil en el bando frente populista.
 
   Montiel (diputado del PSOE en la legislatura de 1936, miembro luego del aparato de agitación y propaganda del PCE durante la contienda y, ya en la Guerra Fría -escarmentado del sometimiento de ese partido a la URSS-, uno de los más firmes intelectuales anticomunistas de izquierdas) encontró en Maestro el eficaz paladín para su decisiva aportación en forma de libro (Un coronel llamado Segismundo. Mentiras y misterios de la guerra de Stalin en España): la prueba testifical de que el partido comunista no era tan inocente como aparentaba en el golpe del coronel Segismundo Casado, putsch que brindó a sus dirigentes la coartada para huir a un exilio dorado dejando en la estacada a miles de esforzados militantes.
 
Entresijos de la Transición
 
   El repentino fallecimiento este miércoles, a los 71 años de edad, de Ángel Maestro, cuando aún se encontraba pleno de vitalidad e iniciativas, es pues un duro golpe para todo ese ámbito de información estratégica. Y, sobra apuntarlo, para su familia y amigos. Que fueron buenos y abundantes, porque siempre se desvivió por ellos. ¡Cuántos podemos evocar en nuestras biografías más de un momento en los que Ángel tuvo una intervención tan generosa como decisiva!
 
   Desde el punto de vista político, era divisa de Ángel Maestro aproximar a los afines, en vez de excitar e hiperbolizar sus diferencias. Por eso actuó como pivote y facilitador de contactos en su ámbito natural de ideas e intereses: el variado espectro de las derechas no liberales… e incluso de las liberales no secuestradas por la corrección política. Algún día habrá de escribirse la historia de sus discretos esfuerzos en ese sentido desde su concurrido despacho madrileño, donde se fraguaron acuerdos de los que sólo presumía en petit comité y como si fuesen una travesura infantil. Solía contar, entre ellos, la transacción económica gracias a la cual, ante sus ojos y entre aquellas cuatro paredes, se salvaron documentos clave sobre Carrillo y Paracuellos del Jarama.
 
   Durante la Transición fue un estrecho colaborador de José Ignacio Escobar Kirkpatrick, marqués de Valdeiglesias, a cuyo lado asistió atónito a la espectacular inversión de lealtades que siguió a la muerte de Francisco Franco. Fue el depositario del imprescindible Testamento político donde Valdeiglesias daba cuenta de la maniobra que había convertido en juancarlistas a la mayor parte de los juanistas, y donde sugería el resentimiento como la clave de bóveda para explicar el comportamiento del futuro Rey desde el juramento de 1969 como sucesor hasta el nombramiento de Adolfo Suárez para dinamitar el régimen desde dentro.
 
   Maestro animó alguna de las asociaciones con las que comenzó a agitarse la vida partidista antes de 1977. Y tras la arrolladora victoria socialista de 1982, cuandoGonzalo Fernández de la Mora lanzó Razón Española a modo de rearme de un pensamiento conservador (laxamente entendido el término) que corría el riesgo de marginalizarse, estuvo a su lado como baluarte de la revista. Así ha sido hasta el día de su muerte, como alma entusiasta y militante de su consejo de redacción y como punto de referencia para todos los que, de la mano de Gonzalo Fernández de la Mora padre y ahora de su hijo, participan en tan ilusionante proyecto.
 
   Enamorado de las vías de hierroPrecisamente en torno a un personaje tan sobresaliente como Fernández de la Moraorganizaba Maestro con constancia encomiable periódicos almuerzos a los que iba invitando siempre a personas nuevas, tanto mejor si eran jóvenes, fiel a su estilo de aproximar a quienes podían tener intereses comunes más allá de diferencias no por importantes menos prescindibles. Años después haría algo parecido en torno al generalSabino Fernández Campo, en tertulias que permitían a los presentes atisbar un panorama privilegiado de la actualidad española.
 
   Quedaría coja esta evocación de Ángel Maestro sin mencionar su gran pasión: los trenes. Era un auténtico sabio en cuanto concierne al ferrocarril, dominando los aspectos técnicos de las máquinas antiguas y modernas al nivel del más destacado ingeniero de Renfe. Su firma se cotizaba en las publicaciones especializadas, como también sus trabajos sobre aspectos históricos de este medio de transporte. Durante las semanas que siguieron al accidente del Alvia en Angrois el 24 de julio de 2013, su rostro se convirtió en habitual en las cadenas nacionales de televisión, que le entrevistaron para conocer su punto de vista sobre las causas y responsabilidades del descarrilamiento.
 
   Ángel Maestro era un hombre consagrado a una causa y a sus amigos. Si eras un autor y escribías un libro, o si eras un editor y publicabas los libros de otros, sabías que con él podías contar siempre para tomarse la molestia de enviar una reseña a la amplia lista de lugares donde colaboraba. Como eran muchos sus amigos autores y editores, no daba abasto… ¡y todavía se excusaba si en algún caso, agotados su tiempo y su musa, mandaba repetida una recensión!
 
   Tan rica panoplia de méritos nunca fueron exhibidos con petulancia. Sólo se permitía algún “ya lo anuncié yo” ante tal o cual hito de Vladimir Putin o Hu Jintao, o de cuando en cuando te apabullaba (pero por pura fruición suya, no por vanagloria) con datos sobre sus adoradas locomotoras.
 
   Seguro que, como hombre de fe que era, camina ya a toda potencia, a los mandos de la que considerase su favorita, al encuentro con el Altísimo en la estación definitiva.