Pío Moa
Si uds comparan la ediciones de mis libros “El derrumbe de la República o Los mitos de la guerra publicadas en 2002- 2003 y las de diez años después, comprobarán en ellas solo cambios menores de detalle… salvo en un aspecto crucial: la fecha del fallecimiento de la II República. La cuestión tiene la mayor relevancia, porque en ella se ha basado todo el discurso historiográfico, propagandístico y político de izquierdas y separatistas hasta el mismo día de hoy.
En las primeras ediciones de ambos libros se consideraba esa fecha el 19 de julio de 1936, cuando José Giral, hombre de confianza de Azaña, ordenó armar a los sindicatos para hacer frente al alzamiento de lo que se conocería como “bando nacional”. También podría haberse señalado el 13 de julio, cuando el líder de la oposición, Calvo Sotelo, fue asesinado por fuerzas armadas mixtas del gobierno y de las milicias del PSOE, pero todavía podía quedar un resquicio de esperanza en la actitud que adoptase el gobierno. Resquicio que se vino abajo inmediatamente al comprobarse que el gobierno carecía por completo de voluntad de aplicar la ley.
En cambio, en las últimas ediciones he retrotraído la fecha del hundimiento de la república al 16 de febrero de ese mismo año, con las elecciones llamadas “del Frente Popular”. Pues se trató de unas elecciones abiertamente fraudulentas, que hundieron por completo la legalidad republicana, no siendo los acontecimientos de los meses posteriores otra cosa que las consecuencias inevitables de aquel fraude. Una sociedad en que naufraga la ley, se aboca a la guerra civil op a la putrefacción. Y la legalidad republicana podía describirse como de una democracia chapucera, pero más o menos democrática en principio.Ya he hablado del asunto largo y tendido en libros y artículos, por lo que resumiré brevemente la cuestión.
a) El escrutinio de los votos fue falseado al realizarse bajo violencias y presiones amenazantes de las izquierdas, como reconocen claramente Azaña (ambiente de “motines”, señala este) o Alcalá-Zamora, entre otros. Por lo demás, nunca se publicaron recuentos fiables de los votos, ofreciendo los historiadores estimaciones muy disímiles. Este mero hecho ya destruye todo el argumentario legalista o democrático izquierdo-separatista. Como observa Stanley Payne, da la puntilla al último de los grandes mitos del siglo XX,
b) El proceso no se limitó a las votaciones del 16 de febrero sino, que, en rigor, continuó hasta la destitución de Alcalá-Zamora, el 7 de abril, con nuevos fraudes en la segunda vuelta electoral, robo de escaños a las derechas en una “revisión de actas” con derroche de una brutal demagogia, y nuevas lecciones en Granada y Cuenca bajo el signo de coacciones realmente mafiosas.
c) La destitución de Alcalá-Zamora, asimismo ilegal desde todo punto de vista, coronó el proceso de liquidación de la república. Aunque tuvo algo de justicia poética, pues aquel botarate había sido el principal causante de la situación creada. El régimen fue titulado “república de profesores” por la posterior propaganda comunista, pero “república de botarates” podría resultar un título más acorde con los hechos.
d) Los sucesos que siguieron a aquellas elecciones, repito, fraudulentas, consistieron en un movimiento revolucionario desordenado pero extremadamente violento, arbitrario y abusivo en todos los sentidos, provocando una situación extrema y el levantamiento – evidentemente justificado– de una parte (menor) de las fuerzas armadas, seguido inmediatamente por una gran masa de la población.
e) No menos significativa fue la campaña electoral previa por parte de izquierdas y separatistas (el Frente Popular las agrupaba a todas de hecho, aunque de fachada la Esquerra, por separatismo, siguiese al margen). En dicha campaña desapareció toda contención y respeto a la ley: propaganda amenazante, literalmente propaganda de guerra. La misma continuaba la que les había llevado a lanzarse textualmente a la guerra civil en octubre de 1934, y de cuyo fracaso no habían aprendido nada. Líderes tan significativos como Largo Caballero o Azaña se permitieron advertir que no tolerarían una victoria de las derechas en las urnas, en cuyo caso recurrirían a otros medios.
Todo esto lo he documentado muy ampliamente y al respecto no podía caber hoy duda alguna a cualquier persona informada. Pues bien, acaba de publicarse el libro de los profesores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, esperado desde hacía dos años, en que se expone gran número de aquellos fraudes y violencias en los escrutinios, conocidos en general aunque no con detalle. Es un libro importante porque derruye el último bastión justificativo de unas izquierdas y separatistas en las que, como señalaba el liberal Gregorio Marañón, competían la estupidez y la canallería. Cualidades ambas que perviven lozanas en los autores de la delictiva Ley de Memoria histórica y en numerosos intelectuales e historiadores que por algo se identifican a sí mismos con aquel Frente Popular. Por puro oportunismo, los destructores de la II República se presentaron como “republicanos”. Como si sus contrario fueran monárquicos, que no lo eran en su gran mayoría, después de que la monarquía se hubiera liquidado mediante un autogolpe en 1931. Y la gran mayoría de los historiadores y políticos siguen llamando “republicano” a un bando compuestos de revolucionarios, golpistas y racistas separatistas. Un nuevo fraude, en definitiva.
Aún no he leído el libro, pero preveo que mis trabajos no serán citados en él. Hace un par de años, un profesor de universidad me comentó que en cierto modo era mejor así, más eficaz, porque la izquierda ha conseguido desprestigiarme tanto en ámbitos académicos que citarme resultaba contraproducente. Le repliqué: “A mí no me desprestigian. Son ustedes, por falta de valor y honradez intelectual, o por un corporativismo irrisorio, los que desprestigian la historia académica, cediendo el terreno al matonismo del embuste sistemático, que tanto daño están haciendo al país. Están obrando como los políticos de tres al cuarto que nos desgobiernan . No olviden su responsabilidad”. Me temo que es inútil.