El 29 de octubre desde el Siglo XXI

 
 
Mª del Pilar Amparo Pérez García (Pituca)
 
Todos los años, desde hace 79, se celebra el 29 de octubre la fundación de Falange Española, que supuso para su tiempo una irrupción en la vida política y un soplo de aire puro.
 

Esa mañana, el Teatro de la Comedia de Madrid se encontraba abarrotado por un público expectante. Acudieron, además de personas movidas por la curiosidad, militantes de diferentes tendencias políticas: antiguos seguidores de Miguel Primo de Rivera, jonsistas, albiñanistas, tradicionalistas, militares, etc… Y jóvenes, muchos jóvenes entre los que se destacaba la presencia de mujeres también muy jóvenes. En la calle quedó gran cantidad de público que no pudo entrar al teatro por falta de aforo.
 
El acto comenzó presentándolo Martínez Cabezas, interviniendo a continuación Alfonso García Valdecasas y Julio Ruiz de Alda, cerrando el mismo José Antonio Primo de Rivera, que pronunció un vibrante discurso poético en el que dejó alzada la bandera. El entusiasmo de los asistentes fue indescriptible, y ese mismo día comenzaron a afiliarse al nuevo movimiento, gran cantidad de personas, destacando los jóvenes.
 
Durante años y años se ha venido conmemorando esta efeméride. Al principio se repetía el discurso de José Antonio leído ante personalidades y jerarquías,  así como escuadristas. Con el paso del tiempo se siguió recordando el 29 de octubre pero repitiéndose siempre las mismas ideas y las mismas consignas, cosa que se sigue haciendo en nuestros días en círculos estrictamente falangistas.
 
A estas alturas del siglo XXI, el continuar rememorando el acto del 29 de octubre como estatuas de sal, permanentemente mirando hacia atrás, no lleva a ningún sitio, como no ha llevado en todos estos años anteriores. Es necesario lo que tantas veces se ha venido repitiendo pero nunca se ha realizado. Y no es más que una actualización y revisión de la doctrina que nos dejaron José Antonio y los demás fundadores. Hasta que esto no se realice por personas preparadas y serias, no se llegará a ninguna parte, como nunca se ha llegado.
 
La aportación falangista a la Historia de España ha sido importantísima, dada la minoría que tenía en un principio. La novedad era querer la implantación de la Justicia Social profunda, recogiendo de la izquierda todo lo que podía tener de potenciación social de las clases menos favorecidas; y de la derecha, los conceptos de Patria, de Nación, de esfuerzo y de dignidad que, aunque habían sido continuamente pregonados por esta derecha, no habían sido después traducidos a la realidad.
 
Continuamente se ha hablado de que la doctrina falangista no ha sido llevada a la práctica. Enteramente es cierto que no, pero una gran mayoría sí se llevó a efecto, y con gran éxito, durante el Régimen del 18 de julio, nos guste o no nos guste. Es una realidad histórica que no se pude variar por discursos demagógicos y oportunistas. Como dijo José Utrera Molina [1]: La Falange otorga al Movimiento su caudal ideológico, es decir, el Estado del 18 de Julio se nutre de la aportación falangista y se puede afirmar que todo lo que se realiza en orden a la Justicia Social, construcción de viviendas, seguros, eliminación del paro, etc. eran Doctrina falangista, por la que Franco sentía una enorme admiración, sentía una verdadera fascinación por esta Doctrina falangista. Él no era falangista pero, sin embargo, él creía firmemente en aquellos valores que la Falange tenía y creo que es una aportación realmente importante cuando se mide el tiempo en que aquello aparece y cuando vemos ahora el mundo, que ofrece unas realidades políticas muy distintas.
 
Si la Falange tuvo una originalidad fue el estilo. Era una forma de ser, era una forma de entender a España. Es decir, la Falange tuvo un encanto especial, una forma de atraer, fundamentalmente, a los jóvenes. La idea de Disciplina y Estilo que quería José Antonio, por desgracia, se ha perdido totalmente en nuestros días. Son cosas que hay que recuperar a todo trance.
 
Si no se actualiza el mensaje de José Antonio a los problemas que padecemos, será todo baldío. Hay que establecer un código de principios políticos, que tenga sentido de modernidad, porque los presupuestos políticos del año 1933 no pueden ser los de nuestros días. Ha pasado mucho tiempo y la política tiene unos factores de renovación y de cambio y hay, necesariamente, que adaptarse a determinadas realidades para no quedarse en una especie de desván, donde solamente los recuerdos tienen su sitio.
 
En definitiva, la conmemoración del acto del 29 de octubre en el Teatro de la Comedia no debe ser un perenne mirar al pasado, anclándose en situaciones que nunca podrán volver, sino una voluntad resuelta en que sea el punto de partida, en este siglo XXI, de una renovación y actualización de un mensaje, para que vuelva a fructificar y solucionar, de esta forma, todos los graves problemas que sufre nuestra querida España. Ya solo queda ponerse manos a la obra.            
 
 
 
 
 
 
[1] Nihil Obstat. Revista de Historia, Metapolítica y Filosofía. Número 10. Diciembre de 2007. Pág. 97