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Los que somos creyentes hemos de reconocer que todo lo que se fundamente en principios morales y espirituales es base de una acción duradera. No puede concebirse una concepción política que pueda hacer acción de nuestra naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de y que su ley no precise las relaciones entre los hombres. Los preceptos Decálogo son universalmente reconocidos; no se ha concebido nada en ando que pueda parangonársele. A nadie perjudica y a todos beneficia.
No podemos olvidar que bajo ese signo de la espiritualidad tuvieron lugar, al correr de nuestra Historia, nuestros sucesos más gloriosos; así como que nuestras más grandes desgracias y reveses han ido inseparablemente unidos a crisis de la fe. Yo no puedo silenciar en estos momentos, por cuanto se relaciona con aquellos acontecimientos, en que he sido actor o testigo de excepción, que nuestras más grandes victorias de nuestra Cruzada de ración se resolvieron en días solemnes de nuestras festividades religiosas.
Por otra parte, esta cualidad de católicos obliga a que nuestra obra social mida a consideraciones profundas de conciencia, considerando al hombre como portador de valores eternos y partícipe, por tanto, de esa verdadera fraternidad cristiana que condena la explotación del hombre por el hombre. La justicia social necesita no sólo estar presente en nuestro ideario político, sino enraizada en nuestra propia conciencia; con la añadidura, por parte, de que a donde no puede llegar la justicia, llega siempre la caridad.
Francisco Franco Bahamonde
(4-VII-1966: Acto de afirmación sindical. Barcelona.)