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El Alzamiento Nacional tuvo desde los primeros momentos un carácter eminentemente popular y nacional, del que no podía privarle el que hubiera sido dirigido y encabezado por el Ejército, que cumplía así la voluntad de la nación y los sagrados deberes que, como salvaguardia de la Patria, le señalaba taxativamente su ley constitutiva, al establecer su misión de defensa en el interior y en el exterior.
La cuestión no podía presentársele más clara: la Patria no podía ser patrimonio que una generación pudiera inconscientemente destruir, sino legado que recibimos de las generaciones que nos precedieron, y que hemos de entregar mejorado y enriquecido a las que nos sucedan. No es sujeto pasivo de los españoles, sino ella la que demanda nuestro servicio y a la que no se puede arrastrar por torpezas o por pasiones al trance de su desintegración o de su hundimiento. Así lo entendió y refrendó el pueblo español al volcarse en las filas de los Ejércitos nacionales con aquel heroísmo que durante el tiempo que duró la Cruzada derrochó en su servicio.
Francisco Franco Bahamonde
(17-VI1-1956: Madrid.—Consejo Nacional del Movimiento.)