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El espíritu de la Iglesia de nuestros días habrá de intensificarse en nuestra convivencia social y de reflejarse en nuestras leyes y actos de gobierno, continuando así nuestra fidelidad tradicional al magisterio de los sucesores de San Pedro. De ello recibiremos cada uno de nosotros beneficios espirituales como fieles hijos de la Iglesia y nuestra comunidad nacional, cuya tradición y sentimiento católicos deben demostrarse con nuestra aceptación y colaboración plenaria en el espíritu que con la máxima autoridad nos llega de Roma.
Estoy seguro de que el pueblo español, con unanimidad fervorosa, al recordar las efemérides importantes acaecidas durante el año que ahora termina y al agradecer los buenos resultados, no deja de rendir a Dios su calurosa acción de gracias por el don de las enseñanzas recibidas del Concilio. Los que por designio de Dios vivimos consagrados al servicio de todos los españoles, haciendo de ese servicio, que es a la vez gloria y pesadumbre, sustancia vital de nuestra existencia, recibimos con fervor su autorizada doctrina como apoyo firmísimo para continuar con fe renovada la creadora tarea de construir un Estado que, con arreglo al ser propio de un pueblo español, ha de llegar sin duda a constituir la encarnación más fiel y más bella de los grandes principios del derecho público cristiano.
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1965: Mensaje de fin de año.)