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El que el Fuero del Trabajo mantenga a estas alturas, y sobre el acelerado proceso de transformación social del siglo, la intacta vigencia de sus soluciones esenciales, es la mejor prueba de la solidez de los fundamentos de nuestra concepción doctrinal y de la riqueza de posibilidades de futuro que asiste a toda la doctrina del Movimiento. En este XXV aniversario está a la vista de todos cómo hemos ido realizando fidedignamente aquellas aspiraciones, cómo hemos cumplido las promesas y enunciados que en este terreno hicimos en plena lucha. En este caso, el mundo, que a veces ha demostrado tanta incomprensión con España y todavía aloja hostilidades residuales, puede asomarse a este prontuario con nuestra invitación a reflexionar sobre si en nuestras circunstancias, ¿alguien podría haber hecho algo de más extensión y profundidad que lo realizado por nosotros? El Fuero del Trabajo anunciaba, como aspiración del-nuevo Estado, una profunda transformación de la sociedad española y programaba la edificación de una poderosa institución social, de la que carecía por completo España. Se trataba de dignificar el trabajo, reconociendo su valor y su puesto de honor en la vida colectiva; de salvarle de la concepción del pensamiento materialista, que hasta entonces le había dominado; de dar efectividad al «derecho al trabajo», cuando el espectro del paro forzoso era una realidad cotidiana que en los años anteriores a nuestro Movimiento había casi alcanzado la cifra de un millón de hombres. Se proponía regular la relación laboral, rodeando al trabajo de las garantías y de las ventajas de que ya disfrutaba en las demás formas de actividad profesional; de asegurar retribuciones justas; de vincular a los trabajadores a sus empresas, ligándoles en lo posible al conocimiento de sus problemas y de sus responsabilidades; se ofrecía el proteger la noble forma del trabajo familiar o artesano, promover la capacidad profesional del trabajo industrial y agrícola y el embellecimiento de la vida rural; de atender a la situación de los arrendatarios de fincas rústicas; de proteger debidamente a los trabajadores del mar, de dotar a los conflictos laborales de una jurisdicción apropiada, con todas las garantías de la más depurada técnica procesal; se aspiraba a restablecer la confianza de las masas y a dotar a los empresarios del prestigio y la seguridad sin los cuales mal pueden cumplir su misión; se prometía una ordenación del crédito, que contemplara y atendiera las necesidades de los sectores económicos más modestos, de montar todo el entramado de los servicios de prestación de la seguridad social, de garantizar la continuidad en el trabajo, de promover el acceso a la propiedad, de proteger a la familia; de crear una organización sindical a la altura de las necesidades de nuestro tiempo. Se establecía el atender a las conveniencias nacionales en materia de inmigración y emigración, y se trataba, por último, cuando las armas estaban todavía en alto, de proyectar ante los heroicos combatientes unos objetivos de la nueva España que estaban edificando.
Francisco Franco Bahamonde
(9-III-1963: IX Consejo Nacional del Movimiento.)