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España sigue y seguirá creciendo si sabemos continuar unidos y mantenemos nuestro espíritu de iniciativa y nuestra voluntad de librar todas las batallas precisas en todos los terrenos. Para ello hemos de perfeccionar, siempre que aparezca como conveniente, nuestros medios de expresión, nuestros instrumentos de producción y trabajo, nuestros sistemas de acción política, nuestras instituciones culturales y nuestras fuerzas armadas, a las que, en último extremo, corresponde el deber y el honor de garantizar todo el conjunto con un respaldo indestructible de seguridad, respeto y fortaleza.
No quisiera en este mensaje de fin de año dejar de referirme concretamente al hecho histórico de dimensiones universales, que marca el hito más destacado de la vida espiritual en el período que ahora termina. A ese raudal de luz que ha descendido desde la altura para iluminar todos los problemas Humanidad y encender los corazones de los hombres en los más altos ideales de paz, de justicia y de convivencia fraterna: el Concilio Vaticano II, recientemente clausurado bajo el altísimo magisterio de Su Santidad Pablo VI, y en el que han tenido una meritoria participación los obispos españoles, a quienes tanto veneramos y queremos. Este Concilio ha concluido sus tareas dejándonos un mensaje, que si a cada uno de nosotros nos debe afectar como miembros individuales de la Iglesia, a quienes tenemos responsabilidades de gobierno nos orienta en nuestros deberes sociales con su magisterio insoslayable. Nuestro Régimen, que desde su origen se propuso ser modelo de lealtad a un concepto católico de la convivencia, insertando los principios de la doctrina católica en nuestras normas fundamentales, continuará en su futuro desarrollo manteniendo esta lealtad y aceptando plena y consecuentemente los principios doctrinales de nuestra Santa Madre Iglesia, tal como ella los predica y desea en nuestro tiempo.
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1965: Mensaje de fin de año.)