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Pero el tiempo vuela y es todavía en un ayer casi inmediato cuando, con la Cruzada, llegaban los jóvenes a nuestras filas e ingresaron más tarde en las Escuelas de Formación de Alféreces Provisionales, hoy en edad madura y que ocupan ya plazas de gobernadores, alcaldes y otros puestos directivos. Fue en otro ayer más próximo cuando se abrió el Frente de Juventudes, y ya han alcanzado altos puestos de responsabilidades jóvenes formados y salidos de vuestras filas. En esa gran olimpiada que es la vida, las generaciones se suceden y se van pasando de una a otra la antorcha con el fuego sagrado de la Patria, que no puede extinguirse y que por aportaciones sucesivas su llama se va haciendo más grande y más brillante. Un puesto de honor es el de ser portador de la antorcha, pero a ella hay que ir con el corazón limpio, lleno de ilusiones, con fe en la carrera y afanes de llegar para entregarla con más brillo y más gloria.
Decía José Antonio que en el servicio de la Patria debíamos ser mitad monjes y mitad soldados. Virtudes y disciplina. Creer y servir. Devoción de monje y nobleza de soldado. Así fueron los héroes de nuestra Cruzada, los caídos de nuestra Falange y los muertos de nuestro Requeté.
Con estas lecciones, ¡cuántas son vuestras obligaciones y deberes cuando en vuestra formación hemos puesto toda nuestra complacencia! El futuro de nuestro Movimiento está en vosotros. No temáis que antes que la antorcha pase a vuestras manos nadie pueda detener nuestra Revolución Nacionalsindicalista. Son muchos millones de interesados en esta gran empresa, contra la que nada pueden los débiles, los cucos o los timoratos. El sol de la Victoria ha salido definitivamente para España.
(2-X-1961: Campamento de “El Panal”, Burgos.)