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No nos bastarían estas realizaciones materiales si no tuviéramos un objetivo más alto. Toda nuestra política se basa en tres principios: aquel por el que estamos sobre la tierra, o sea el principio católico, lo moral, que eleva a los hombres y los hace hermanos y solidarios en todas las vicisitudes de la vida, y sobre lo que no he de extenderme porque está en el ánimo y en el ambiente de todos. Vosotros visteis cuando hizo crisis el espíritu católico nacional, cuando se abandonó el principio moral, en qué acabaron los hombres: lo mismo está ocurriendo en casi toda Europa,; en aquellos pueblos invadidos por el comunismo.
El otro principio es el principio de Patria. No se siente más la necesidad de una Patria que cuando se carece de ella, La peregrinación por el mundo de esos patriotas polacos, húngaros y de otras nacionalidades a quienes vemos deambulando sin encontrar calor, sí que enseña el valor de una Patria perdida.
Y el último principio es el bien social, el bien general que toda política ha de tener por meta; por eso nuestra economía, vuestras actividades, han de ser esencialmente humanas. Carecería de objeto todo este resurgir patriótico si todos estos esfuerzos no fueran en beneficio de los humanos, si no revalorizásemos a las clases españoles y las diéramos la independencia económica. Esta es la gran tarea sorda y callada de mi Gobierno; hacer los planes de la ordenación económico-social de todas las provincias; que si la Naturaleza un día nos dio riqueza y malgastamos con mano harto pródiga, y hoy nuestras vidas son pobres, nuestras exportaciones han bajado enormemente y hemos de buscar nuevos veneros, tenemos que establecer un orden para que el bienestar general se pueda alcanzar.
(23-V-1947: Barcelona. –Lonja de la Ciudad.)