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El comunismo se ofrece con ímpetu de juventud, con dinamismo, con conocimiento de la situación, y explota en sus banderas el lema de la justicia social que las masas más numerosas demandan, halaga las pasiones, a la empresa capitalista opone la empresa pública y lleva cuarenta años con agentes y dinero sin límites preparando la subversión.
¿Qué es lo que ofrece el Occidente? Sistemas políticos envejecidos, injusticias saculares inherentes al sistema capitalista liberal; una democracia inorgánica que los divide y debilita y la libertad menoscabada por los estados reales de la miseria; la riqueza y la opulencia al lado de la miseria, naciones ricas y poderosas que viven del coloniaje económico sobre las más atrasadas. Su acción no puede ser captadora; los pueblos universalmente lo rechazan. Los tantos que se apuntan son solamente los negativos que le dan los fracasos del adversario.
Pero el comunismo en sí tiene dos caras: la que presenta el exterior con la definición del gobierno del pueblo por el pueblo, la de la justicia social, la de la igualdad de oportunidades, la de su potencia militar y adelanto científico logrados, la de la empresa pública y la negación de clases; pero oculta la otra, la real, la del comunismo por dentro, y que explica los muros de la vergüenza, los telones de acero y el alambre de espino circundando las fronteras, la del imperialismo insaciable, la del territorio policiaco, la de la esclavitud y anulación de toda clase de libertades, la de las persecuciones religiosas, la negación de la justicia, la omnipotencia del Estado, la negación de todos los derechos y la desaparición total de la dignidad humana. Enseña la cara que cautiva y oculta la que repele; pero en esta cara oculta está la debilidad y el fracaso completo del comunismo
(30-XII-1963: Mensaje de fin de año.)