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Aunque solo fuera por la dura experiencia de estos 25 años, nosotros tenemos hoy Clara con conciencia de que la democracia, siendo, como es, un principio ideal de civilización, está muy lejos de poder ser un sistema institucional en concreto con validez para todos los tiempos, una especie de constitución política eterna.
La democracia es un principio de civilización de la cultura occidental, por cuanto es el ideal político que corresponde al sentido tradicional de la personalidad en que nos ha educado la religión cristiana, frente a otras religiones de la naturaleza y a otras filosofías de la materia, que se perciben políticamente en las doctrinas de la autocracia, para las que el poder político aparece como el orden ciego de las leyes que rigen la materia Y que tienen hoy, precisamente en el materialismo histórico y dialéctico del mundo soviético, su forma más terriblemente atea y de la formación pseudo científica más depurada; pero la democracia no es, no puede ser, una especie de código interno de la política; si tal fuera, sería un signo vegetativo de inmovilismo histórico, que nos dejaría privados de toda agilidad para hacer frente a las duras exigencias que impone implacablemente el giro de los tiempos.
Francisco Franco Bahamonde
9-III-1963: Madrid, IX Consejo Nacional.