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Parte importante de este momento que vive la Iglesia es la consideración del importantísimo tema de la justa y bien entendida libertad religiosa. España comparte fielmente esta preocupación de conseguir que en todos los lugares del mundo pueda ejercer esta libertad rectamente y dentro de los imperativos del bien común. Nuestra tradición, tantas veces intencionadamente desvirtuada, es la de un pueblo tolerante y respetuoso con los derechos de la persona humana. En nuestra Patria la historia ha hecho convivir durante varios siglos a hombres de diferentes razas y de diferentes credos, y en nuestros monumentos, nuestra literatura y nuestra historia están presentes las aportaciones de todos ellos, acogidos con respeto e incorporadas a nuestra personalidad nacional.
No deben los españoles abrigar ninguna duda ni recelo con respecto al ejercicio de una libertad de conciencia, que hemos practicado y que sólo deseamos se perfeccione siguiendo la inspiración autorizada de nuestra Madre la Iglesia. Nada tenemos que temer en este sentido, pues la verdad no teme nunca al error, y gracias a Dios nuestra fe católica, sincera y profunda, nos da confianza para que estemos seguros de que siguiendo fielmente la inspiración de la Iglesia seguiremos el mejor camino para cumplir el fin sobrenatural de cada uno de nosotros y a la vez para alcanzar aquí en la tierra, una forma de convivencia que responda a los principios de la caridad cristiana.
Si España ha marchado siempre a la cabeza de los pueblos en la expansión del Evangelio, no vamos a quedarnos atrás en esta cruzada de fraternidad y de amor que la Iglesia emprende. ¿Cómo podríamos contribuir a la expansión del Evangelio y de la fe católica si nos quedáramos encasillados en el egoísmo de nuestra paz y renacimiento religioso? ¿Es que no tiene España nada que ofrecer para llenar ese vacío espiritual que el mundo sufre? ¿Es que podemos ignorar las duras y sangrientas persecuciones que el comunismo desata contra los miembros de la Iglesia, siguiendo la aberración de un ideario demoníaco? La Iglesia sale siempre del martirio prestigiada y ennoblecida, y los españoles sabemos por experiencia que no hay nada más fecundo que la sangre derramada por los mártires.
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1964: Mensaje de fin de año.)