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En el orden espiritual importa que una vez más recapitulemos sobre la necesidad del pueblo de permanecer fiel a las esencias de la patria, que con sus heroicos sacrificios han hecho posible estos treinta años de paz. Si nuestra misión es conservar aquellas esencias, no quiere decir que no aceptemos la evolución que dicta las necesidades de cada momento histórico hacia formas nuevas. En este sentido se ha inspirado la política nacional en relación con los problemas religiosos. La propia confesionalidad de nuestro Estado nos obliga a mirar el futuro libres de prejuicios y con un perfecto conocimiento de cuáles son los recíprocos derechos que deberán delimitar el ámbito entre el poder temporal y el espiritual.
La Iglesia Católica y el Estado constituyen dos poderosas fuerzas vitales que coinciden en el propósito de promover la perfección del hombre y su bienestar espiritual y material. Sus finalidades no pueden contradecirse, porque ello produciría una lamentable crisis social. El respeto recíproco entre las libertades de cada una de estas sociedades soberanas es la garantía de su armónica colaboración en las finalidades conjuntas que ambas persiguen. En último término, lo que todos deseamos es la consolidación de la paz cristiana dentro de nuestras fronteras y contribuir con ella a la gran empresa de la pacificación del mundo.
Francisco Franco Bahamonde
(30-XII-1970: Mensaje de fin de año.)