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A ello contestan los textos de José Antonio Primo de Rivera, de nuestros pensadores tradicionalistas y cuanto venimos diciendo y practicando nosotros desde el año 1936 a nuestros días. En todo régimen nuevo existe la inquietud de buscar para la nación, por caminos políticos distintos de los ya trillados y agotados, un sistema que asegure la felicidad de los gobernados por las vías de la autoridad, del orden y de la eficacia. Si el fin perseguido puede ser análogo, los caminos suelen ser muy distintos.
Que nuestro problema era viejo lo demuestra el clamor de las principales inteligencias españolas contra el mal durante el medio siglo que nos tocó vivir. La Dictadura del General Primo de Rivera, en 1923, ya intentó, con su Asamblea Nacional, dar solución al problema político, en España tan agudizado. Y siete años antes, en 1916, don Antonio Maura, aquella inteligencia prócer entre los políticos de su tiempo, en un discurso pronunciado el 20 de febrero de 1916 con ocasión del cuarto centenario de la muerte del Gran Capitán, definía, con palabra certera, los males de la democracia inorgánica, liberal y parlamentaria, que había venido a subvertir, desgarrar y destruir cuanto constituía un nexo social y tradicional entre los españoles, y don Antonio Maura anhelaba soluciones de civismo que permitiesen en alguna forma superar los males que, según él mismo acusaba, estaban en la raíz del propio sistema. En los veinte años que le siguieron, los males no hicieron sino agravarse; por encima y por debajo de la ficción de los partidos políticos venían hasta ayer predominando los intereses religiosos, sociales y económicos. La Iglesia, los Sindicatos obreros y las Asociaciones patronales se esgrimían por los caciques como instrumentos en aquellas contiendas políticas que dividían y arruinaban a la nación. La hipocresía y la falsedad del sistema de partidos que Maura confesaba lo veía claramente la agrupación carlista española cuando rechazaba la palabra «partido», que dividía y enfrentaba a los españoles, por la más expresiva de «comunión». El Movimiento Nacional, con originalidad indiscutible, ha venido a darles solución, encauzando la colaboración a las tareas públicas a través de las organizaciones naturales en que el hombre se encuadra: Familia, Municipio y Sindicato; piedras básicas de nuestra sociedad moderna.
Francisco Franco Bahamonde
(2-X-1957: Declaraciones al Director de la Agencia EFE.)
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