Agustín de Foxá, el ingenio hecho hombre

 PPG – FNFF 
 
Agustín de Foxá y Torroba, Conde de Foxá y Marqués de Armendáriz, nació en Leganés, Madrid, el 26 de febrero de 1903. Falangista de primera hora, escritor, periodista y diplomático. Estudió Derecho y en 1930 ingresó en la carrera diplomática y fue destinado a Sofía (Bulgaria) y Bucarest (Rumanía). Posteriormente, también estuvo destinado como Embajador en Inglaterra, Grecia y Francia.
 
   Su camarada y amigo Edgar Neville fue una de sus primeras amistades literarias. Colaboró en revistas como La Gaceta Literaria, Héroe y Mundial, y en la prensa diaria. Su primer libro fue La niña del caracol, editado y prologado por Manuel Altolaguirre, en 1933, con dedicatorias a Ramón Gómez de la Serna, María Zambrano y a Antonio Marichalar Rodríguez Monreal de Codes y San Clemente, Marqués de Montesa. Antes de la Cruzada sólo publicó otro libro: El toro, la muerte y el agua, con prólogo de Manuel Machado.
 
 
   El Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Madrid, donde acababa de tributársele un homenaje con motivo de haber sido destinado al Consulado de España en Bombay. A la postre marchó a Bucarest como Secretario de Embajada en la Representación Diplomática de la república, desde donde se incorporó a la Zona Nacional. Como diplomático estuvo destinado en Bucarest, Roma, Helsinki, y Buenos Aires. Ingresó en las filas de Falange Española en los años treinta. Recibió el Premio Mariano de Cavia en 1948 y en 1959 fue nombrado Académico de Número de la Real Academia Española en el sillón Z, aunque no llegó a tomar posesión.       
 
   Fue un gran amigo de José Antonio Primo de Rivera, e integrante de aquella corte literaria que rodeaba a José Antonio. Estuvo vinculado a la Falange y colaboró, junto a Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Jacinto Miquelarena y otros, en la creación y redacción de las estrofas del himno falangista Cara al sol. Fue también cotidiano contertulio en la tertulia literaria “La ballena alegre”, a la que asistían José Antonio Primo de Rivera y destacados falangistas de primera hora.
 
   Trabajó y colaboró en diferentes periódicos y revistas nacionales, como Jerarquía y Vértice junto a intelectuales de la talla de Alfonso García Valdecasas, Pedro Laín Entralgo, Ángel María Pascual, Gonzalo Torrente Ballester, Dionisio Ridruejo, Eugenio D´Ors, el pintor Sáenz de Tejada, Ernesto Giménez Caballero, José María Pemán, Edgar Neville, José María Castroviejo, Álvaro Cunqueiro, etc.
 
   Fundó Legiones y Falanges, editada desde Roma y donde colaboraron escritores destacados como el crítico y autor teatral Alfredo Marqueríe, Rafael García Serrano, Azorín, Eugenio Montes y, el por entonces joven estudiante, Camilo José Cela.
 
   Foxá cultivó gran número de géneros literarios, destacando en especial su poesía, con libros como: La niña del caracol (1933);  El almendro y la espada (1940); Poemas a Italia. Antología poética 1933-1948 (1948); y El gallo y la muerte (1949). También se acercó al teatro, escrito a veces en verso: Cui-Ping-Sing (1940); y El beso a la bella durmiente (1948); aunque también escribió teatro en prosa como el drama Baile en capitanía (1944); o la comedia Gente que pasa (1943), premiada por la Real Academia Española. Destacar que realizó el prólogo al libro de poemas Cristal sobre los aires, de su buena amiga y camarada Sarah Demaris, pseudónimo de la escritora, poetisa, periodista y actriz de la Sección Femenina, Sara Barranco Soro.
 
   El reconocimiento del gran público le llegó con la que es una de las grandes novelas sobre la Cruzada de Liberación Nacional: Madrid, de Corte a checa; y que es considerada una de las mejores novelas de la primera mitad del siglo XX, escrita al calor de los acontecimientos en el Madrid frentepopulista, sobre las mesas del café Novelty de Salamanca, entre 1936 y 1937: novela cuyos componentes líricos son capaces de resumir en una frase impresionista lo que tardaría horas en explicarse. Está narrada a través de los ojos del joven falangista madrileño José Félix, al que autor presta aspectos autobiográficos. Es una rotunda denuncia de la realidad que fue el marxismo en Madrid. De estilo ágil y brillante, con un gran dominio de la metáfora, es también un testimonio histórico impresionante, que fue publicada en 1.938 por Ediciones Jerarquía, y fue probablemente, como hemos visto, la más famosa de las novelas que trataron el tema de los años de la república y de la Cruzada, que además pretendió emular los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, pues era el primer tomo de una serie que el escritor madrileño quería realizar.
 
   Resaltar, igualmente, Misión en Bucarest y otras narraciones, alusiva a su doble juego en Bucarest al principio de la Guerra de Liberación Nacional. Se perdió, desgraciadamente, el manuscrito de otra de sus obras sobre la Guerra Civil: Salamanca, Cuartel General. Las Obras completas de Agustín de Foxá fueron publicadas en Madrid por Prensa Española, entre los años 1963 y 1964.     

   Foxá era una persona muy ingeniosa, de gran inteligencia y sentido del humor. Estaba casado con una mujer bellísima que llamaba ciertamente la atención. Pero ya sabemos que la envidia es el pecado nacional por excelencia, y se empezó a comentar que su mujer le engañaba. Cierto día, ya harto de esos chismes, dijo: “prefiero una maravilla para dos que una mierda para mí sólo”.
 
   Prolífico en el cultivo de diversos géneros, destacó sobremanera como conversador de altos vuelos. Fue, entre otras cosas, un insigne escritor oral. La fama de su calidad expresiva de viva voz llegó al extremo de que era suficiente que cualquier anfitrión al invitar a sus comensales pronunciara el “viene Foxá” para garantizarse plena asistencia.
 
   Durante su paso por Italia tuvo ocasión de asistir a la histórica entrevista de Franco con Mussolini que tuvo lugar en Bordighera. Allí fue testigo del argumento que el Caudillo esgrimió ante el Duce, mediante el cual afirmaba la negativa a sumarse a la causa del Eje. La base argumental la desarrolló Franco mostrando a Mussolini un pan negro habitual en el consumo de los españoles de aquellos años. Le dijo que generalmente las guerras comenzaban comiendo pan blanco y terminaban comiendo pan como el que le enseñaba. Con ello quería Franco hacer hincapié en la imposibilidad de que, comenzando por lo que debía ser el final, un país como España entrara en la guerra. Además de Roma dejó estela de su paso por Bucarest, Helsinki, Montevideo, Buenos Aires, La Habana y una luz efímera en Manila de donde abatido por la enfermedad tuvo que ser trasladado a Madrid para vivir sus últimos días.
 
   Los meses transcurridos en la capital finlandesa alcanzaron notoriedad debido al éxito alcanzado por la obra de “Curzio Malaparte Kaputt”. La arrogancia de este condotiero de la pluma le llevó a decir años después de la publicación de esta obra, modelo dentro de la literatura de escándalo, refiriéndose a Foxá: “el conde Agustín de Foxá, a quien hice célebre con Kaputt…”. Lo cierto es que junto con Himmler, Isabel Colonna o la princesa Luisa de Prusia, Foxá es una de las figuras destacadas del libro pero, por otra parte, brillaba con luz propia, proponiéndoselo o espontáneamente.  
 
   Una excursión desde Buenos Aires, donde estuvo destinado, le llevó al altiplano boliviano, y como contagiado por el efecto alucinógeno de la coca que mastican los indios como remedio infalible para combatir el soroche o mal de altura, dejó esta pincelada ilustrativa de toda una cultura: “Fui a Bolivia, donde las indias van vestidas de lagarteranas pero con bombín de Charlot y pendientes de diamantes entre sus trenzas. Llevan siete sayas de diferentes colores y, cuando bailan, se irisan entre las llamas de ojos de mujer y caderas tan voluptuosas que obligarían a dictar una disposición a los Virreyes prohibiendo a los indios pastores del altiplano conducirlas si no iban bien acompañados de sus mujeres. Así nació el pecado nefando que no mereció la anatema de la Biblia porque Jehová nunca vino a América…”.      
 
   Acerca de Foxá una conspiración de silencio ha pretendido ocultarlo a la curiosidad de cuantos puedan tener interés por conocer a los auténticos valores de la literatura española del siglo XX. Ha sido obra de la inteligencia encargada de expender pasaporte de progresía con criterios dignos de los mejores tiempos del estalinismo.
 
   Se atribuye a Baroja la afirmación de que “la intransigencia de los liberales y de los que en España se llaman avanzados” ha instalado una alcabala para cobrar peaje a los señalados como conservadores, fascistas, reaccionarios y otras caprichosas lindezas.
 
   Muchas frases y ocurrencias suyas fueron muy celebradas en su tiempo. A César González Ruano le contaba cómo fueron los milicianos rojos a detenerle después del 18 de julio de 1.936: “Me salvé de milagro. Enseñé el pasaporte diplomático de Cónsul de España en Bombay. Creyeron aquellos tipejos que Bombay era mi sede habitual y que ejercía de Cónsul en España. Uno dijo: “Bueno, vámonos, de poco nos cargamos a un indio’, los muy ignorantes…”
 
   Al decretar las Naciones Unidas el aislamiento a España, en vísperas de Postdam, comentó: “Vais a ver la patada que le dan a Franco en nuestras posaderas”. Igualmente, en julio de 1.945,  en el relevo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de José Félix de Lequerica Erquiza por Alberto Martín Artajo, éste le pidió su casaca de Ministro a su predecesor por no tener él una para la Jura, ante lo cual afirmó Foxá: “He visto muchas veces cambiar a un Ministro de chaqueta, pero nunca hasta hoy a una chaqueta cambiar de ministro”. Y siguiendo con este tema, cierto día le dijo a un diplomático que se había marchado siendo Ministro Ramón Serrano Suñer, y volvió cuando lo era el citado Alberto Martín Artajo, que era de la “Santa Casa” o de Acción Católica, de la que llegó a ser Presidente: “Antes, al entrar al despacho del Ministro, se gritaba ‘¡Arriba España’! En cambio, ahora hay que decir ‘Ave María Purísima’”.
 
   Al Embajador de Gran Bretaña le espetó cierta vez: “Los españoles están dispuestos a morir por la dama de sus pensamientos o por un punto de honra, pero morir por la democracia les parece tan tonto como morir por el sistema métrico decimal…”
 
   Célebre también fue su respuesta a la esposa de un diplomático hispanoamericano que durante una comida oficial no cesaba de despotricar contra España y el Descubrimiento y Conquista de América: “Pues mire, o desciende usted de españoles o todavía se le notan las plumas de sus antecesores en la cabeza.”
 
   Otro día estaban algunos dando largas explicaciones técnicas a un diplomático hispanoamericano sobre los pactos de España con los Estados Unidos y con el Vaticano, y él se lo resumió de esta forma: “Se trata de que los españoles hemos conseguido para cada uno 10 dólares y 3 días de indulgencia.” Y hablando de Hispanoamérica, en un teatro de un país hermano, durante un recital, el público comenzó a tirar huevos podridos. Agustín de Foxá, sin inmutarse, oliendo los restos de uno de esos huevos podridos que se había estrellado en su esmoquin, dijo en alta voz: “¡Los que tiraron ayer estaban mucho más frescos!”
 
   Estando en Cuba, comentó: “Estoy contentísimo en Cuba, ya que soy ingenioso y Cuba es la única nación del mundo donde un “ingenio” puede hacer rico a un hombre”. Hay que aclarar que en Cuba se llama “ingenios” a los cañamerales, es decir, a las fincas donde se cultiva la caña de azúcar. En una tertulia de La Habana, se hacían algunos comentarios irónicos sobre España. El que dirigía la conversación era un gran industrial azucarero de Cuba, persona de las más influyentes de La Habana. Súbitamente, lanzó Foxá la tremenda andanada: “Para presumir de genio y para hablar mal de España hay que tener mucho ingenio y el suyo… sólo es de caña”.
 
   Foxá solía ir a cuerpo en invierno, y cuando le preguntaron si no tenía abrigo, contestó: “Tengo dinero para tener un abrigo, pero no para mantenerlo”, refiriéndose a los gastos de tinte, guardarropa, etc…     
 
   Muchas frases suyas fueron muy celebradas. Podemos recordar algunas:
-“Los hombres en España hablan de toros, de mujeres y de cosas de afeitarse”.
-“He recorrido en avión toda la lengua española y puedo asegurar que en nuestra Gramática no se pone el sol”.
-“Los rascacielos son el gótico de nuestro tiempo”.
-“Roma nos trajo el árbol ya preso en la columna, sometida el agua salvaje al acueducto y el grito al alfabeto…”     
 
   A César González Ruano le comentó: “La cultura es un refugio algo pesado, pero cómodo e impune”. Muy famosa fue su definición de la Falange: “La Falange es una hija adulterina de Carlos Marx y de Isabel la Católica”, haciendo referencia a la amalgama de la avanzada Justicia Social que preconizaba junto a los valores que representaba la Reina y que hacía suyos la Falange. Sobre su poesía destacaremos, por ejemplo, que Rafael Sánchez Mazas opinaba que uno de sus versos era de los mejores de la poesía del siglo XX. Es el siguiente: “Con un olor de parque dormido entre las ruedas”. Poco antes de morir dejó escrito:
 
“Y pensar que no puedo, en mi egoísmo,
 Llevarme el sol ni el cielo en mi mortaja;
Que he de bajar, ¡Yo solo! Hasta el abismo
Y que la Luna brillará lo mismo
¡Y yo no la veré desde mi caja!”      
 
   Quizás su última frase ingeniosa conocida la pronunció al descender en camilla del avión que le traía de Manila a Madrid, con un cáncer terminal. Le dijo al guionista José Vicente Puente: “Ya ves. Llega el último de Filipinas”. Vivió antes de la Cruzada de Liberación Nacional en la calle Atocha de Madrid, y después de la contienda en la calle Ibiza, número 1, enfrente del parque del Retiro, perpendicular a la calle Menéndez Pelayo, donde murió en 1959. Y en esa misma casa vivió también el escritor falangista Ángel Alcázar de Velasco, primer Palma de Plata de la Falange de Madrid. Falleció en Madrid el 30 de junio de 1959.
 
 

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