El desfile de la Victoria, por Pilar Pérez García

María del Pilar Amparo Pérez García (Pituca)

      El viernes 19 de mayo de 1939 sería el día elegido para celebrar la Victoria, con una parada militar como nunca se había visto en España. Este evento pondría un grandioso punto y final a una serie de desfiles y actos que se habían venido celebrando por toda España desde el final de la guerra. En el mismo participarían más de doscientos cincuenta mil hombres pertenecientes a todas las Armas y a la mayoría de las Unidades que habían tomado parte en la contienda, incluyendo los Viriatos portugueses, los italianos del CTV y la Legión Cóndor alemana.

     Para el acto no se escatimaron medios, tanto materiales como humanos. En gran parte de las paredes y escaparates de la ciudad se podían contemplar retratos de Franco, José Antonio y otros símbolos del Movimiento Nacional. Se repartirían más de cien mil banderas y 20 kilómetros de colgaduras con los colores nacionales. Desde primera hora de la mañana, y pese a la lluvia, se va congregando a lo largo del recorrido, que comprendía el Paseo de la Castellana y los de Recoletos y El Prado, una gran multitud enfervorecida de, según algunos datos ofrecidos por los periódicos de la época, “más de quinientas mil personas flanquearon el desfile, destacando la numerosa presencia de gente de los barrios más populares de la capital”.

      El día anterior Franco había llegado a Madrid desde Burgos, y se hospedó en el Palacio de la Huerta, propiedad de la Marquesa de Argüelles, que se encontraba en el mismo solar que ahora ocupa la embajada americana en la calle Serrano. A las nueve de la mañana del día 19, escoltado por la Guardia Mora, Franco llegaba a la tribuna que se situó en la Castellana, entre las calles de Lista y Marqués de Villamagna, donde ahora se encuentra el Hotel Villamagna. Era una gran construcción que simulaba un arco bajo el que se encontraba un tapiz con el Águila de San Juan, coronado por la palabra VICTORIA, en cuyos laterales podía leerse la palabra FRANCO repetida seis veces. Bajo el arco y en un palco en el que sobresalía un pequeño balcón con un VICTOR, se situaría el Generalísimo para presidir el acto.

      El Caudillo vestía el uniforme militar con camisa azul y boina roja. Una vez situadas todas las autoridades, el General Francisco Gómez Jordana, dio lectura al Decreto por el cual se concedía al Caudillo la Gran Cruz Laureada de San Fernando. Tras la lectura, el bilaureado General José Enrique Varela Iglesias, después de unas palabras, impuso a Franco la máxima condecoración al valor militar que le había concedido el Gobierno, con la firma de su ministro de Defensa y su vicepresidente, al hacerse eco de tres iniciativas: la del rey don Alfonso XIII, en su condición de antiguo Gran Maestre de las Órdenes Militares; el Ayuntamiento de Madrid, en acuerdo que elevó al Gobierno y el Capítulo de la Orden de San Fernando, integrado por todos los Caballeros Laureados bajo la presidencia del propio Varela. Junto a los citados, cabía destacar la presencia del General alemán Von Richthofen. Más de doscientos periodistas extranjeros fueron acreditados para presenciar el desfile, ocupando una tribuna frente a la del Generalísimo.

      El desfile, que duró casi seis horas, lo abrió el General Jefe del Ejército del Centro, Andrés Saliquet Zumeta (que posteriormente se uniría a las autoridades en el palco) junto a su Estado Mayor, y tras ellos el Cuartel General y Unidades a pie y Motorizadas del C.T.V., con el General Gastone Gambara y otros cinco Generales italianos al frente; representaciones de Marina, 27 Escuadrones de Caballería, 150 Carros de Combate, 115 Unidades de Infantería, Batallones de Esquiadores, Banderas de Falange y Requeté, Enlaces Motorizados, Artillería, Servicios de Antigás, Escuadrones de Policía Montada del Sur, Ingenieros, Legión Cóndor, 200 Baterías de Artillería, 1.000 cañones, 25 cañones antitanque, 20 Baterías Antiaéreas, dos Compañías de ametralladoras antiaéreas, 500 motocicletas y 3.000 coches y camiones. Por su parte sobrevolaron el recorrido del desfile más de 600 aviones, que formaron en el aire la palabra FRANCO. Entre todas las Unidades que participaron podemos destacar también a quinientos Viriatos portugueses tras el Capitán Nunes de Oliveira. Igualmente desfiló, a caballo, el General Solchaga, con su Estado Mayor, Jefe de las Brigadas de Navarra, compuestas por las Divisiones 45 y 63, llevando al frente de cada grupo una línea de Banderas Españolas. A continuación lo hacía el General Rafael García Valiño, al frente del Ejército del Maestrazgo. Después los Tabores de Regulares y el Tercio. Franco presenció el desfile teniendo a su derecha al General José Enrique Varela Iglesias y a su izquierda al General Andrés Saliquet Zumeta.

      Al término del desfile el General Saliquet ofreció al Caudillo y a los principales mandos un vino de honor en el Palacio del Banco de España. Franco habla a sus compañeros con todo el entusiasmo renovador derivado de la victoria. Brindó con esas palabras: “Nosotros tenemos ahora que cerrar la frivolidad de un siglo. Que desterrar hasta los últimos vestigios del espíritu de la Enciclopedia. Hablo de revolución sin que me asuste la palabra”. Posteriormente el Generalísimo se dirigió a su residencia accidental, el Palacio de la Huerta, de la Marquesa de Argüelles.

      Al día siguiente el diario ABC lo contaría de la siguiente manera: “La ceremonia celebrada ayer durante cinco horas largas en el Paseo de la Castellana suspendió los corazones. Fue una comunión de entusiasmo y, al propio tiempo, un alarde de profunda y universal sustancia política. Tenía la sugestión de lo nuestro, localizado en el tiempo y en el espacio; pero tenía también un aire insólito de manifestación ecuménica. Ni el desfile interaliado de 1.918, que reunió en el Arco del Triunfo y la Plaza de la Concordia 80.000 combatientes, ni el celebrado hace semanas en Berlín, ni el que dos veces al año convoca la propaganda del Komintern en la Plaza Roja dan idea de la parada de ayer. Más numerosa que todas y tan moderna, rítmica y ordenada como el más exigente Estado Mayor haya podido soñar, este espectáculo dice lo que puede ser España, lo que será España si cada español se hace digno de la vida profesional y en la vida social de la épica manifestación que acaban de ofrecer a sus coterráneos y al mundo los Ejércitos de Franco.

      El 20 de mayo de 1939, en la Iglesia de Santa Bárbara, de Madrid, tuvo lugar la emocionante escena de Acción de Gracias a Dios por la Victoria. El cardenal Isidro Gomá recibió, en nombre de la Iglesia, la Oración del Caudillo Francisco Franco y la espada vencedora que éste ofrendó a Dios, en testimonio de gratitud. La espada, por orden del Prelado, fue depositada para su custodia en el Tesoro de la Santa Iglesia Catedral Primada.
Música alegórica

 BIBLIOGRAFÍA:

 – Arrarás Iribarren, Joaquín, y dos autores más: (Pérez Bustamante, Ciriaco y Sáenz de Tejada, Carlos): Historia de la Cruzada Española. (36 tomos en 8 volúmenes). Ediciones Españolas S.A. Madrid, 1939-1944. Otra Edición: 7 volúmenes. Datafilms. Madrid, 1984.

 -Cierva, Ricardo de la: La victoria y el caos. Editorial Fénix. Serie Máxima. Madridejos (Toledo), 1999.

 -Palomino, Ángel: Caudillo. Editorial Planeta. Barcelona-1992. Otra Edición: Booket, ediciones de bolsillo. Barcelona, 1997.

 -Suárez Fernández, Luis: Franco. Crónica de un tiempo. 6 volúmenes. Editorial Actas. San Sebastián de los Reyes (Madrid), 1999 a 2007.

 -Vizcaíno Casas, Fernando: La España de la Posguerra. Editorial Planeta. Barcelona, 1975.

   Ha llegado a la FNFF este trabajo, en PDF, donde se recogen todos los uniformes que desfilaron en el primer desfile de la Victoria, en Madrid. Creemos que es un documento muy interesante, de gran valor, del vexicólogo y dibujante José María Bueno. Pueden verlo pinchando aquí.

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